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LIZ TAYLOR SIGUE SIENDO LA REINA DE HOLLYWOOD

La frase soltada por la actriz a un amigo, resume lo que ella significa para el mundo social y del espectáculo: "No recuerdo ninguna época en que yo no fuera famosa".

17 de febrero de 1986

Nadie tiene ni tendrá en Hollywood sus ojos violeta; y los cuida tanto que en ocasiones ha llegado cuatro horas tarde a una grabación o un rodaje mientras se aplicaba bolsitas de té o rodajas de pepinos para aliviar la hinchazón que el sueño produce en cualquier persona normal, o sea, en cualquier persona que no sea ella, con esos ojos perfectos y una carrera que a estas alturas de la vida está tomando nuevo impulso. Mientras todos, amigos y enemigos, saben que ella, la diosa, la que enloquecía con Richard Burton, la que es una pésima actriz, la que ha estado al borde de la muerte, la que repudió su religión por el hombre que amaba, ella, está buscando otro para casarse.
La frase que le soltó a un escritor amigo suyo, Dominique Dunne, afirmando que no recuerda una sola época de su vida en que ya no fuera famosa, es cierta y por cualquier motivo. Cuando no ha sido por sus enfermedades, ha sido por los matrimonios ruidosos y sus consecuentes divorcios, o por su adicción al alcohol y las drogas, o por la desintoxicación bárbara a que se sometió en una clínica. La agonía de su amigo del alma, Rock Hudson, las visitas que le hizo, el dolor que demostró públicamente, la colocaron de nuevo en los titulares de las revistas. Y hace pocos días, indirectamente, regresó cuando la viuda de Richard Burton dijo tajantemente que ella, "la otra", no tenía por qué visitar la tumba del actor.
La nueva imagen de Liz en su casa de Los Angeles, comprada por dos millones de dólares a la ex esposa de Sinatra, Nancy, es la de una mujer que por fin ha encontrado su habitat, el sitio ideal para hablar y respirar y vivir al lado de un chef, Cordon Bleu, que antes trabajaba con la princesa Margarita. Atrás quedaron aquellos años llenos de maletas y baúles que iban de aeropuerto en aeropuerto con muchos niños y muchas niñeras y sirvientes y peinadores y secretarios. Ahora, como la "pobre viejecita" de Pombo, sólo tiene doce empleados para cuidar de ella.
Nunca se separa del diamante Krupp que le regaló Burton, y cuando aparece se nota el efecto drástico de la dieta que el año pasado le quitó de encima más de 45 libras en menos de dos meses. Ella tiene su explicación para justificar ese régimen y la dieta que está siguiendo con mucha disciplina: "Leí en alguna parte que alguien había colocado dentro de su refrigerador una foto mía, gordísima y fea, con el fin de resistir la tentación cuando por la noche iba en busca de una golosina. Me dije, bueno, si ese método le sirvió a esa persona, yo también lo voy a emplear. Y ojalá hubieran visto la foto horrible que me coloqué en la cocina: era un espanto".
Rechaza cualquier pregunta sobre Burton, su dolor, sus recuerdos. Dice que no habla de ese tema y cuando le formulan una pregunta piensa varias veces la respuesta: "Me han quemado demasiado, me han engañado". Varias semanas atrás salió otro libro sobre ella, Elizabeth Taylor, the Last Star, escrito por Kitty Kelley, la misma que escribió sobre Jackie Kennedy: "Algunos me han sugerido que la demande, pero eso significaría haber leído el libro y ya no tengo estómago para esas basuras".
En medio de su colección de Modigliani, Renoir, Van Gogh, Rovault, Degas y otros, confiesa que el único vicio que le queda es el cigarrillo. Bueno, también sus automóviles, incluyendo un Rolls y su nuevo coche, un Aston Martin Lagonda que le costó 153 mil dólares. Superada la crisis de su adicción a las drogas, ahora habla por primera vez abiertamente sobre lo que algunos consideraban su sentencia de muerte: "Durante 35 años me la pasé tomando píldoras de todos los colores todas las noches y llegó un momento en que el Percodan ya no me hacía efecto. Tenía que tomarme pastillas de varias clases, especialmente por la noche cuando necesitaba mantenerme despierta y encontrarme con gente de quien tenía que estar a la defensiva, porque todos saben cómo soy de tímida, cómo soy de insegura. Sin las pastillas nunca hubiera llegado a ser lo que soy, porque en el fondo lo que quería era esconderme de todos".
Por primera vez en su vida, Liz Taylor ha permanecido tanto tiempo sola. Como dice ella misma, no es que la cama la tenga desocupada, pero sí se siente, se considera soltera absoluta.
¿Cómo es la sensación de la soltería? Ella dice: "Creo que por fin he madurado, he crecido sicológicamente, veo las cosas con más seguridad".
-¿La asusta la soledad?
-"Estar sola no me asusta, ni me preocupa. Bueno, es que no estoy sola: ahí están mis nietos, que a veces se quedan conmigo varias semanas. No estoy sola... en ningún sentido".
-¿ Tiene relaciones con hombres?
-"Sí, salgó, me veo con distintos amigos, pero sin intención alguna de matrimonio. He roto dos compromisos en los últimos meses. Me he vuelto más cautelosa, me cuido más".
-¿Se casará otra vez?
-"Estoy segura de que sí, de que volveré a casarme, una vez más, pero... sólo una vez más, la última, y esta vez no quiero equivocarme, no quiero correr riesgos".
Casada siete veces con seis hombres, cuatro de ellos ya muertos (Nicky Hilton, Michael Wilding, Mike Todd,Richard Burton) y otros dos, Eddie Fisher y John Warner, que siguen siendo sus amigos, actualmente encabeza la campaña norteamericana contra el SIDA y tiene más de veinte proyectos para cine y televisión sobre su escritorio: lo piensa muy bien, antes de volver a casarse, antes de aceptar otros temas para filmar.