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Nieto fue uno de los profesores de los que más gratos recuerdos guardan los estudiantes de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario. Su ejemplo y humanismo marcaron varias generaciones de abogados.
Nieto fue uno de los profesores de los que más gratos recuerdos guardan los estudiantes de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario. Su ejemplo y humanismo marcaron varias generaciones de abogados. | Foto: Universidad del Rosario

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Luis Enrique Nieto o el legado de las buenas formas

El reconocido jurista y académico falleció en días recientes. Uno de sus más cercanos compañeros dedica estas palabras a quien fue un referente para varias generaciones de abogados de la Universidad del Rosario.

24 de octubre de 2020

Durante de la última década del siglo XX y las primeras del siglo XXI, la Universidad del Rosario tuvo el privilegio de contar con la calidad, la presencia y los sabios aportes del Dr. Luis Enrique Nieto Arango.

Para los rosaristas, e incluso para quienes no lo son, la figura del Dr. Nieto representó la del maestro generoso que siempre tiene las palabras adecuadas y precisas para los más diversos temas. Así era él: sin importar el tema propuesto —derecho, diplomacia, política, sociedad…—, siempre nos aportaba la respuesta indicada, equilibrada y, sobre todo, llena de enseñanzas y sabiduría. Sus vastos conocimientos y, principalmente, su calidez, su trato amable y su disposición para sostener una conversación hacían que las tertulias a su lado fueran inigualables.

El Dr. Nieto —el abogado, el historiador y el amigo— merece un lugar especial en nuestra memoria, tanto en la de la Universidad como en la del país, pues su entrega generosa e incondicional es invaluable. Considero oportuno para este breve homenaje, destacar solo algunas de las características del legado que nos dejó nuestro querido maestro.

El doctor Nieto compartiendo unas palabras en el aula máxima de la Universidad del Rosario.
El doctor Nieto compartiendo unas palabras en el aula máxima de la Universidad del Rosario. | Foto: Universidad del Rosario

Algo natural para él era enseñar, en cualquier evento —una clase, una ceremonia, un comité, una conversación en un corredor del Claustro o un almuerzo— sus palabras constituían una lección. Con un discurso ameno, con una voz cálida y una perfecta entonación, mantenía la atención de quien con interés lo escuchaba. Además, algo imposible de olvidar será su fino sentido del humor.

Definitivamente, contar con la medida adecuada del uso de la palabra es un arte que se aprende con el tiempo, y esta característica, posiblemente producto de su vida como diplomático, es un rasgo que todos los que tuvimos el placer de estar con él apreciamos como una virtud. Ver el mundo como un lugar para compartir con calidez y amabilidad es algo que lo acompañó siempre.

Cuidar y preservar la historia y el patrimonio de la Universidad del Rosario fue una de sus pasiones. En numerosas charlas el tema sobre el que giraban sus agudos y precisos comentarios fueron los hechos relevantes y también cotidianos de la larga vida de la Universidad del Rosario. Para él, hablar de la fundación de la Universidad, de la vida académica del XVIII o remitirse al siglo XX era algo sencillo, y con agudeza daba cuenta de sorprendentes detalles, gracias a su memoria prodigiosa.

Coincidí con él en la pasión y el amor por las publicaciones. Tuve el grato placer de compartir constructivas discusiones y planes sobre proyectos editoriales. Así, las publicaciones de la Universidad ocuparon muchas de nuestras conversaciones, y cada acotación que hacía el Dr. Nieto era una recomendación necesaria y oportuna. Las numerosas obras en las que él intervino son muestra de su cuidadoso trabajo para cumplir con la entrega de un producto que representara a su amada Universidad del Rosario y que, sobre todo, fuera útil para los lectores.

Solo nos resta agradecer por todo lo que pudimos compartir con él, en especial por las largas conversaciones que siempre quedaban en suspenso, con la expectativa del próximo encuentro. Nos queda su legado y, sobre todo, las buenas formas para respetar al otro. Cada enseñanza la recordaremos y compartiremos con otros.

¡Hasta siempre, querido doctor Luis Enrique Nieto Arango!

Por: Juan Felipe Córdoba Restrepo