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A manteles

En 40 años, es mucha la gente que ha sido atendida como príncipe por esta dinastía de banqueteros.

6 de abril de 1992

HACE 40 AÑOS las comidas de petit comite que se hacen hoy y los cocteles, eran más bien raros en la alta sociedad bogotana. Con la mirada puesta en la gran élite europea, la crema y nata de la sociedad mantenía la figura de los grandes bailes y los banquetes como símbolo de estatus y dinero. Cuando se trataba de atenciones oficiales, el esplendor era un must y los recortes de presupuesto para no parecer derrochadores no se daban tanto como ahora.
Sin embargo el monopolio de la producción de un banquete luminoso lo tenía por los años 60 una dama con un apropiado nombre para el oficio: Madame Langler. Familia que se respetara, contrataba sus servicios para atender a sus invitados con atención de primera. Por esa misma época Pedro Vélez, un hombre aficionado a la buena mesa y a la atención exquisita, recibió una llamada de urgencia de un amigo cercano: tenía varias docenas de invitados a su casa y el servicio que había contratado le había fallado a última hora. Vélez, queriendo ayudar a su amigo, puso a toda la familia a trabajar en ollas, copas y manteles y salió airoso del impasse. Al poco tiempo y cuando se vino a dar cuenta, no sólo había montado toda una empresa -Casa de Banquetes Pierre- sino que se había quedado con el monopolio de lo que en la sociedad bogotana se considera atención exquisita.
Pero si la intención de ayudar a un amigo fue su punto de partida, el salto al estrellato lo dio el día en que el presidente Guillermo León Valencia recibió en el Palacio de San Carlos al ilustre general francés Charles de Gaulle. Ese día Vélez botó el banquete por la ventana y se lució tanto que su nombre quedó registrado en la memoria de los presentes como el mejor banquetero local.
Por estos días, la ya famosa casa de banquetes está cumpliendo 40 años de finas operaciones y Roberto Vélez, hijo del pionero, lo está celebrando como toca: haciendo sonar el bacarat. Después de haber estado 20 años al frente de la cafetería del Banco de la República y 15 dirigiendo "Pierre", Roberto Vélez ha visto aparecer mucha competencia pero que no ha podido desbancarlo. El éxito, dice él, es cuidar personalmente hasta el último detalle a excepción del ponqué de novia que se convirtió en un mal agüero para la familia. Alguna vez que el padre estaba montando en una camioneta un ponqué de novia de varios pisos que había elaborado una cuadrilla de expertos en pastillaje, un burro que pasaba por ahí decidió ser el primero en probarlo y los novios tuvieron que brindar sin torta. Desde entonces la familia, cuando le contratan un servicio, explica que del ponqué de la novia tiene que encargarse la suegra. -