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MARATHON WOMAN

Después de perder 42 kilos, Monica Dávila vuelve negocio su éxito

16 de mayo de 1988

Para muchas personas acostumbradas a verla en el programa de televisión "Vivir mejor", Mónica Dávila es, hoy por hoy, la Jane Fonda colombiana. Sin embargo para quienes la conocen más de cerca y han sido testigos de su evolución, el caso de Mónica se aproxima más al de Elizabeth Taylor que al de la Fonda.
Porque esta fanática del ejercicio y de la silueta, al igual que la legendaria actriz de ojos violeta, volvió a nacer después de haber vivido en el mundo de la infelicidad de la gordura. Efectivamente, después de haber llegado al increíble peso de 110 kilos, un día se miró en el espejo y se enfrentó a la realidad: la estilizada niñita de 11 años que bailaba ballet se había convertido a los 30, en lo que ella misma describe "como una ballena".
El viacrucis del exceso de gordura con "pavo" en las fiestas, burla de los primos, matrimonio fracasado, pérdida de la autoestima, dietas inconclusas y psiquiatra, terminó en un cambio de vida radical con 42 kilos de menos y una filosofía de más: estar en forma. Cree tanto en ella, que la llevó a fundar un gimnasio, Marathon Spa, que ahora es lo último entre los ejecutivos jóvenes, hombres y mujeres, que no quieren ver llantas en sus figuras. Hoy los socios de Marathon Spa son atendidos por una escultural aunque maciza atleta rubia de ojos verdes, 1.73 metros de estatura y 68 kilos que, en sudadera, transmite su convicción de que el que quiere puede.

¿Cómo lo hizo?
No hay fórmulas concretas milagrosas, sólo disciplina y fuerza de voluntad. "Ensayé todas las dietas: la de la luna, la de la piña, la de los carbohidratos, la de mayo... ¡ Todas! Ninguna me resultaba, porque esas dietas de supuestos resultados rápidos no sirven. Perdía cinco kilos que no se me notaban. Como me sentía deprimida volvía a comer como una loca y así no sólo recuperaba los cinco kilos que había perdido, sino que ganaba cinco más". Según Mónica, el problema estaba más en la cabeza que en el estómago. Las verdades que le dijo el psiquiatra y el descubrimiento de que "uno es el dueño de todo lo que le sucede", la llevaron a tomar la decisión del "basta ya".
Para ella, la clave del éxito fue cambiar la obsesión de no comer por la de hacer ejercicio. Empezó haciendo aeróbicos tres veces por semana. Rápidamente pasó a hacerlos todos los días hasta que se le convirtió en un verdadero vicio. "El ejercicio terminó cambiándome los hábitos de comida. Pero fue en forma espontánea y gradual. Correspondía a las necesidades del cuerpo derivadas del esfuerzo físico. Por ejemplo, para calmar la sed me daban ganas de jugo de frutas y no de gaseosa. Lo mismo pasaba no sólo con la cantidad de comida, que iba disminuyendo, sino con la clase de cosas que comía".
La pérdida de 42 kilos que dejaba con la boca abierta a quienes la habían conocido cuando era peso-pesado, y la permanente pregunta de cómo lo hizo, la llevaron a convertir en negocio su éxito. Empeñando hasta la camisa, en compañía de Marianella Cabrera, alquilaron una casa enorme en el norte de Bogotá a la cual le han invertido cerca de 20 millones de pesos, para acondicionarla con todos los requisitos de las aspirantes a Jane Fonda. La matrícula no es un regalo y los interesados tienen que pagar 168 mil pesos al año. Esto les da derecho a un suculento menú que incluye aeróbicos, pesas, máquinas, sauna y hasta squash. A todo el que titubea o pierde las esperanzas en medio de algún agotador ejercicio, sólo le basta ver pasar a Mónica en su trusa de color, compararla con la foto de la pared, para recuperar la fe.--