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"MI VIDA POR UN TRONO"

El mundo se pregunta si Masako Owada sobrevivirá a las exigencias de la vida imperial japonesa

12 de julio de 1993

LUEGO DE LAS DEsastrosas experiencias matrimoniales de Diana Spencer, Sara Ferguson y Carolina de Mónaco, ninguna mujer parede soñar con un principe azul. La estricta vida palaciega, aburrido protocolo, los interminables compromisos sociales y la permanente mirada escrutadora de una nación, parecen haber puesto punto final a los tradicionales cuentos de hadas. En el mundo moderno las historias de principes y princesas no terminan con "Y vivieron muy felices".
Es por eso que la boda de Masako Owada con el principe heredero del Japón, ha llamado la atención del mundo entero. Un principe que se enamora de una plebeya y esta lo rechaza, no sólo una sino varias veces.
Pero Masako no fue la única en huirle a la honrosa proposición de convertirse en emperatriz del Trono del Crisantemo. Hace unos años cuando la prolongada soltería de Naruhito se convirtió en problema de Estado, los casamenteros reales se entregaron a la búsqueda de candidatas. Sin embargo, todas las elegidas se esfumaban. Unas, contraían matrimonio innediatamente; otras, viajaban intempestivamente al exterior sin dejar rastro e incluso se dice de una que cometió suicidio. Apenas estrenando liberación, pocas Japonesas parecían dispuestas a convertirse en princesas de una de las dinastias más antiguas del mundo.
Sin embargo, de todas las posibles aspirantes, solo una había conquistado el carazón de Naruhito: Masako Owada. Una joven educada en Norteamerica, con títulos de Harvard y Oxford, conocedora de seis idiomas, y una brillante trayectoria en el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país. Simbolo de la japonesa Liberada, Naruhito la conció en una recepción oficial a laque habian sido invitadas otras jóvenes de la famosa lista. Fue amor a primera vista... pero en una sola dirección. Más que emperatriz, Masako Owada quería ser embajadora de su país. Ella es una mujer independiente, profesional y que ha disfrutado de mucha más libertad que la mayoría de sus compatriotas. Por eso, diplomáticamente siempre dijo "no".
Ante los inútiles esfuerzos de Narahito por conquistarla, su madre, la emperatriz, Michiko decidió tomar cartas en el asunto. Primero solicitó modificar algunos de los flexibles requisitos oficiales para la futura emperatriz: provenir de una familia con tres generaciones de vida impecable (el abuelo de Masako estuvo involucrado en unescandalo de contaminación ambienta). Tener menos de 20 años (Masako tiene 29). Ser más baja que principe (el mide 1.50 y ella 1.58), y ser virgen (según los rumores, Masako tuvo varios romances durante su vida en los Estados Unidos). Luego, concertó una entrevista secreta con Masako, para convencerla de aceptar la mano de su hijo.
Más que nadie, Michiko conocia las razones de la joven para rechazar la idea de convertirse en esposa del príncipe heredero.
Hace 30 años, poco despues de haber contraído matrimonio con el príncipe Akihito, ella sufrió una crisis nerviosa que la dejo sin habla durante varios meses. Convertida en la primera plebeya en contraer matrimonio con el heredero de una dinastia de 1.500 años, no resistió la permanente presión de la vida de palacio, el aislamiento del mundo, las envidias reales y el trato distante de su suegra, le emperatriz Nagako. Luego de una larga Conversación en la que más que de amor se haba de entrega a los demás y servicio al país, la emperatriz le prometió ser su aliada y y convención a Masako Owada de convertirse en la próxima emperatriz del Japón.
Sin embargo, no pocos japoneses se preguntaban si una mujer independiente y preparada sería capaz de sacrificar su libertad para ingresar a una corte de costumbres y preceptos milenarios. Y esa preocupación se hizo evidente el día del compromiso cuando Masako dijo en una entrevista por televisión: "Mentiría si dijera que no siento temor de dejar mi carrera. Pero creo que mi papel ahora es aceptar la propuesta del principe". Y su prometido le respondio "Usted puede tener temores hacerca de la vida imperial, pero yo la protegeré", en una clara alisión a que se aseguraría de ella tuviera más libertad de la que han tenido las anteriores emperatrices.
Pero pasaron muy pocos días antes que los japoneses se dieran cuenta de su transformazión de mujer liberada a novia sumisa. Inmediatamente después del anuncio, dejó su cargo para dedicarse a los preparativos de la boda. Desde ese día no volvio a responder las llamadas de sus antiguos amigos y sólo abandonaba su casa para ir al palacio imperial, donde inició un curso de instrucción en temas tan esotéricos como los ceremoniales de palacio, el sistema legal del imperio, la poesía japonesa tradicional, caligrafía y etiqueta de la corte. Aun antes de haber contraído matarimonio, ya había tenido que abandonar todo su mundo. Incluso sus propios hermanas, hablando a la prensa, se referían a ella con el honorífico pero distante y afectado lenguaje con que se habla en Japón de la familia imperial.
Y es ese el mundo en el qué Masako Osawa tendrá que pasar el resto de su vida. A diferencia de las casas reales europeas, la vida de la corte imperial japonesa es un misterio, incluso para los mismos Japoneses. Y, como futura emperatriz, ella tiene que cumplir la exigencia de permanecer en la zona privada del palacio, no salir sino exclusivamente para acompañar a su esposo en determinados actos oficiales, ni intervenir en conversaciones sino cuando sea interrogada. Por eso, el día del desfile protocolario por las avenidas de Tokio, después de la ceremonia oficial de la boda, no pocas japonesas expresaron a su paso "hojalá te volvamos a ver", aludiendo a su nueva vida encerramiento, sumisión y silencioso.
Si bien la boda de Naruito cumplió el deseo del emperador Akihito y su esposa, de que su hijo realizara un matrimonio por amor y no arreglado por los padres, como ha sido la tradición en ese país, que sirviera de ejemplo a las nuevas generaciones, para muchos, este no es precisamente el caso de Masako Owada.