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NI MUERTA CALLAS

Se publican tres libros sobre su vida, se siguen vendiendo como pan sus discos y María Callas está viva para sus fanáticos.

18 de julio de 1988

"No quiero convertirme en un gusano", le había comentado María Callas a sus amigos y por eso, nueve años atrás, una mañana de domingo y en junio, un grupo reducido se reunió a bordo de una embarcación en el golfo de Salónica para asistir a la ceremonia discreta y simple de arrojar sus cenizas al agua, aumentando así la aureola de misterio, escándalo y fama que después de su desaparición ha aumentado porque, al parecer, nadie, ni siquiera estas nuevas generaciones de melómanos que no habían nacido cuando ella estaba grabando, está dispuesto a olvidarla.
Un libro, "Callas, tal cual ellos la vieron" (publicado en castellano por Atlántida), un video que recoge algunas de sus más estremecedoras interpretaciones, las grabaciones que siguen imprimiéndose y vendiéndose, y otros dos libros que aparecen este verano simultáneamente en Estados Unidos y Europa, son la mejor prueba de que ella, la Callas, sigue viva, a diferencia de algunos de sus compañeros de fiestas y jet-set que han pasado al olvido piadoso de las revistas especializadas en estos personajes y temas. "Primero perdí mi peso, después perdí mi voz y ahora he perdido a Onassis", dijo ella a un periodista que la entrevistó con ocasión de la muerte del magnate y marido de Jackie Bouvier. Son frases cargadas de humor negro y ésta, fue una de las características de ese temperamento que estallaba ante la menor provocación. Grande en su arte y famosa en su vida privada, la Callas reunía lo bueno y lo malo que los demás detestan en quienes lo tienen todo. Esa aureola se mantiene intacta y no de otra manera se explica el fenómeno de que sus grabaciones vuelvan a salir y agotarse y ser impresas de nuevo y que este libro, una recopilación de textos a cargo de un profesor de la Universidad de Vanderbilt, David A. Lowe, se encuentre entre los más leidos de los últimos meses.
Los amigos, los empresarios, los abogados y los competidores se encuentran recordándola en esta obra. Es su afecto, su memoria, los sentimientos que permanecen alrededor de esta mujer y los elementos que sostienen un libro que se lee con la pasión de una novela. Ahí están André Tubeuf, Guy Constance, Sergio Segalini, Jean Lacouture (autor de espléndidos reportajes sobre las guerras africanas en París-Match), Saint Laurent, Noel Coward, Plácido Domingo, George London, Joan Sutherland y Richard Bonynge, debatiendo las virtudes y los vicios de la Callas, como artista, como mujer, como volcán que siempre que estallaba ,arrastraba a los demás. Paralelamente aparecen los testimonios de críticos destacados como Fedele D'Amico, Rodolfo Celleti, Eugenio Gara, Giorgio Gualerzi, Gianandrea Gavazzeni y, para sorpresa de muchos, Luchino Visconti.
Dicen algunos que no hay experiencia más gratificante que repasar estas páginas y escuchar el disco compacto lanzado por EMI-Pathé Marconi bajo el título de "María Callas, la voz del siglo", del cual se ha vendido más de un millón de copias en pocos días. Un crítico, preguntado por las raíces del mito Callas dio una solución: se explica gracias al doble mito de la mujer y la artista, confundidos en su cuerpo que conoció todos los excesos.
Todo comenzó cuando María Ana Cecilia Sofía Kalogeropoulos, nacida en Brooklyn un 4 de diciembre de 1923, pobre, fea, miope, gorda y con una sola virtud, la voz, esa voz que la madre, una mujer fría pero ambiciosa supo rescatar, cultivar y lanzar. Estudia en el conservatorio de Atenas con una profesora excepcional, Elvira de Hidalgo, con quien devorará partituras y aprenderá lo necesario para convertirse en la estrella.
Canta todo el tiempo, come muchos dulces hasta sobrepasar la barrera de los 100 kilos y regresa a Estados Unidos donde el comentario más suave que escucha mientras la rechazan es: "No contratamos hipopótamos". Regresa a Europa y es aceptada en Verona, donde comienza su leyenda con "La Gioconda". Se casa con quien será su guía oportuna, Gianbattista Meneghini. Recorre los escenarios más lejanos ante los públicos más difíciles. Comete una serie de extravagancias y lo achacan a la dieta salvaje que soporta. Adelgaza y ella está orgullosa. Entre 1954 y 1958 nadie puede detenerla. Los personajes que debe interpretar la afectan síquicamente. Una noche abandona el escenario en presencia del presidente italiano. El escándalo, uno más en su vida, en su carrera. Conoce a Onassis. La leyenda continúa.
No queria convertirse en gusano. No se convirtió. Ahora millones la siguen adorando con los videos de sus presentaciones, los discos, los libros y la única película que filmó, con Passolini.