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NIETO DE TIGRE SALE PINTADO

Siguiendo los pasos de su abuelo, Juan Lozano se ha convertido en uno de los columnistas estrellas del país.

19 de septiembre de 1994

Hace 60 años los lectores de prensa se vieron sorprendidos con la aparición de los escritos de un joven llamado Juan Lozano y Lozano. Les llamaba la atención su estilo directo y agudo, su sentido del humor, su manejo del idioma pero, sobre todo, una independencia que no abandonó ni siquiera cuando publicó una serie de perfiles de personajes políticos de la época, bajo el título de Mis contemporáneos , donde hizo la descripción de hombres como Alberto Lleras, Gabriel Turbay, Silvio Villegas y Augusto Ramírez.
Una sensación parecida la están viviendo desde hace algunas semanas los lectores de El Tiempo, a raíz de la aparición de 'En blanco y negro', la columna de Juan Lozano Ramírez, nieto de Lozano y Lozano. Y no podía ser de otra manera pues aunque a este bogotano soltero, de 30 años y amante de los carros antiguos le falta escribir mucho para alcanzar la talla literaria de su abuelo, lo cierto es que su espíritu crítico y la libertad con que expresa sus opiniones lo llevan por buen camino. Es más: lo han convertido en un período muy corto en uno de los columnistas más leídos del diario capitalino , al lado de Carlos Lemos, Enrique Santos y 'D'Artagnan'.
Lozano Ramírez no sólo se parece a su abuelo por su enorme nariz aguileña y su gusto por la aventura intelectual. También coincide en sus eternas ganas por hacer política. Esta pasión comenzó a manifestarla en las discusiones que produjo en el consejo estudiantil de su colegio, el Anglo Colombiano; las siguió en las aulas de la Universidad de los Andes, donde estudió derecho y estuvo a punto de graduarse en economía, y pudo satisfacerlas aún más desde 1980, cuando empezó a trabajar junto a Luis Carlos Galán, su guía político.
En las campañas del jefe del Nuevo Liberalismo colaboró en todas las formas imaginables. En un principio, empacó votos, preparó sándwiches y repartió plegables en las operaciones 'puerta a puerta', y después representó al movimiento en el gabinete de Cundinamarca como comisionado para el Desarrollo. Pero sin duda lo más honroso fue haber sido nombrado por Galán como su secretario privado, cargo que ocupó desde comienzos de 1989 hasta la noche del magnicidio. En este período la relación fue bastante cercana. La oficina de Galán era un pequeño apartamento alquilado en el mismo edificio donde vivía por razones de seguridad. Allí despachaban, prácticamente hacinados, el dirigente, su secretaria y Lozano, quien estuvo muy próximo a su líder incluso sobre la tarima de la manifestación de Soacha.
Lo que vino después para Juan Lozano fue su apoyo a César Gaviria. Primero en la campaña y luego en el gobierno al frente de la Consejería para la Juventud, la Mujer y la Familia, donde permaneció dos años y desde donde impulsó varias normas sobre el núcleo familiar que quedaron plasmadas en la Constitución de 1991. Más tarde renunció, creó el movimiento 'Colombia Siempre', se lanzó al Senado y se quemó por 3.000 votos. Y fue en ese momento cuando lo llamaron los Santos y le redescubrieron su vocación de periodista. Esa que muchos lectores de El Tiempo esperan que no vuelva a abandonar.