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Roberto Gómez Bolaños presentó su libro acompañado de Florinda Meza, su esposa. De su primer matrimonio tiene seis hijos y 12 nietos

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No contaban con su astucia

A 'Chespirito' se le 'chispotió'. Luego de más de 40 años de carrera decidió publicar 'Sin querer queriendo', su autobiografía.

9 de septiembre de 2006

A Roberto Gómez Bolaños le llegó la fama 'sin querer queriendo': "Un día mi amigo Emilio Azcárraga Milmo, presidente de Televisa, me preguntó si yo era consciente de que me veían 300 millones de personas y de la responsabilidad que eso implicaba. Después, cuando hice giras por Latinoamérica, lo constaté al ver estadios llenos en donde nos presentábamos", contó a SEMANA el creador de "el programa número uno de la televisión humorística". Si logró este éxito fue gracias a que sin querer queriendo, un día no tuvo más alternativa que ponerse unas antenitas de vinil y una trusa roja para convertirse en el Chapulín Colorado, un papel que le habían rechazado muchos comediantes. Y a que no sólo hizo reír vestido de niño, sino llorar cuando, transformado en el Chavo del 8 reconocía que su mayor deseo en la vida era comerse una torta de jamón. Así lo han conocido varias generaciones aunque haya dejado de grabar hace una década.

El título de su autobiografía, lanzada la semana pasada en México, define lo que ha sido su vida: Sin querer queriendo. "Para una biografía pensaba que mi vida sería aburrida. Fuera de la separación con la mamá de mis hijos y todos los problemas que implicó..., no soy ni narcotraficante, ni consumidor de narcóticos, ni alcohólico, ¡ya hasta dejé de fumar! Soy heterosexual, no he robado ni matado", dijo hace un par de años a la revista Gatopardo.

Pero no puede ser monótona la historia de un hombre cuyas creaciones son famosas desde México hasta India, pasando por Angola, Corea y Rusia. "Del Chapulín tengo su valentía, que no es otra cosa que saber superar el temor. Soy ágil y torpe a la vez, porque como él, me tropiezo mucho, pero sé caer", dice. Incluso afirma que tiene un máster en tumbar platos, vasos y cualquier cosa que se le atraviese, y hasta se ha puesto dos zapatos diferentes. "Del Chómpiras tengo la capacidad para evadir los problemas. Del Chavo, la ternura y la alegría de vivir. Y se me 'chispotea' todo el tiempo", confesó a sus 77 años a esta publicación.

Sin querer queriendo, la televisión llegó a su vida. Gómez Bolaños estudió ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México y en esa época trabajaba, más por necesidad que por gusto, en una fábrica de artículos de acero. Por eso no lo pensó dos veces cuando leyó un anuncio que decía: "Se solicita aprendiz de productor de radio y televisión y aprendiz de escritor de lo mismo". Así llegó a la agencia de publicidad D'Arcy. "-¿Cómo anda usted en mecanografía? -me preguntó mi jefe el primer día. -Bueno -le respondí con expresión de vergüenza-, en los últimos dos años no he tocado una máquina de escribir. Yo había respondido la verdad: en los dos últimos años no había tocado una máquina de escribir. Lo que no especifiqué fue que tampoco lo había hecho en todos los años anteriores, escribe. Por lo tanto, cuando entraba algún ejecutivo, yo debía disimular que estaba meditando, para que no se dieran cuenta de que estaba aprendiendo".

Desde entonces, su sello personal fue el humor. "Lo difícil era vender servicios fúnebres. A mí por ejemplo me rechazaron un comercial que decía más o menos así: '¿Desea usted tener buenas pompas (trasero)? Acuda a Pompas Fúnebres Poyoso. Con nosotros, sus pompas serán las mejores". Esa capacidad hizo que su jefe le sugiriera escribir guiones para el programa radial de Viruta y Capulina, comediantes de los años 50. Más tarde escribiría los libretos de Cómicos y Canciones, programa de televisión protagonizado por los mismos personajes y en el que sin querer queriendo empezó su carrera actoral. "¿Hacer el ridículo frente a la gente? ¡Jamás!", era su manera de pensar cuando en el colegio le ofrecían papeles teatrales. Sin embargo, tuvo que reemplazar a un actor que se ausentó del programa.

Luego se inventó Los supergenios de la mesa cuadrada, un sketch de 10 minutos que hacía parte del show Sábados de la fortuna, de la cadena Televisión Independiente de México (luego haría parte de Televisa). Fue tal su éxito, que se convirtió en un programa de una hora que se llamaría Chespirito. Desde entonces comenzó a formar el equipo que se juntaría en pleno en la vecindad de El Chavo. A María Antonieta de las Nieves (la Chilindrina) la conoció porque hacía la voz en off para programas infantiles. A Ramón Valdés (don Ramón) lo había visto actuar en películas. "Él ha sido el único actor que me ha matado de la risa. Me mató de risa en los ensayos y ahora que veo los programas me vuelve a matar de risa", comentó en una entrevista Gómez Bolaños.

Rubén Aguirre (el profesor Jirafales) también presentaba espacios en el canal, en los que Carlos Villagrán (Quico), entonces reportero, hacía papeles ocasionales. Ambos tenían montado un número cómico en el que Aguirre hacía de ventrílocuo y Villagrán de un muñeco que hablaba con los cachetes inflados, habilidad que explotaría con Quico. Tiempo después se unirían al grupo un médico actor llamado Édgar Vivar (el señor Barriga), la actriz Angelines Fernández (la bruja del 71), y la mujer que sin querer queriendo se convertiría en el amor de su vida: Florinda Meza (doña Florinda). La conoció, quién lo creyera, en un programa llamado La media naranja.Los supergenios tuvo problemas por burlarse de gente famosa, por lo que salió del aire. En 1970, para sustituirlo, Bolaños sacó del olvido a un personaje que se le había ocurrido tiempo atrás pero que parecía condenado al rechazo. Se trataba de una parodia de los superhéroes, un paladín mexicano cuyas armas eran un 'chipote chillón' y unas pastillas de 'chiquitolina', que reducían aun más su corta estatura. Quienes lo invocaban con un "¡Oh!, y ahora ¿quién podrá defenderme?", luego se arrepentían por su torpeza, pero él se salía con la suya con sus movimientos fríamente calculados y su astucia, con la que nadie contaba. Héroe al fin y al cabo, pues, como reconoce su creador: "El heroísmo no consiste en carecer de miedo sino en superarlo". Quizá su verdadero superpoder fue convertirse en un ícono internacional. En Hispanoamérica no hay país donde no se hayan popularizado expresiones como "chanfle" o "que no panda el cúnico", y hasta se hicieron campañas electorales con frases como "¡Síganme los buenos!" y "se aprovechan de mi nobleza". "El Chapulín popularizó una rutina que consistía en la combinación de dos refranes populares: 'No olvides que ya lo dice el viejo y conocido refrán', era la frase con que invariablemente comenzaba, para citar a continuación las frases entremezcladas. Por ejemplo: 'La suerte de la fea...amanece más temprano...No', corregía. 'No por mucho madrugar...la bonita la desea... No', volvía a rectificar: 'La bonita no desea madrugar muy temprano...y la fea tiene mala suerte desde que amanece...Bueno, la idea es esa' aclaraba", escribe el autor.

La 'Ch' de su corazón amarillo sin querer queriendo se convertiría tanto en la marca del Chapulín como en la de Gómez Bolaños. En un principio, el uso de esa letra no fue intencional. Quien lo bautizó artísticamente fue el director de cine Agustín Delgado quien dijo que era un "Shakespeare chiquito", Shakespearito, y castellanizó la expresión con Chespirito. Luego apareció el doctor Chapatín, palabra que se usa como sinónimo de 'chaparro'. A su héroe quería llamarlo con un término mexicano y le puso Chapulín, que en náhuatl, lengua azteca, significa grillo. De ahí su atuendo de insecto. Y aunque en un comienzo quiso que este fuera verde, con la tecnología de entonces ese color no funcionó ante las cámaras.

Y un año más tarde se inspiró en un grupo español llamado Los Chavales para inventar el nombre de El Chavo del 8 (número del canal). Era la historia de un humilde inquilinato que reflejaba la situación de América Latina. "He visto muchas mujeres venidas a menos que se portan como doña Florinda ('Vamos tesoro, no te juntes con esa chusma'). Muchos desempleados que deben 14 meses de renta y mujeres pensionadas como Doña Clotilde. Su capacidad de observación es única y para mí eso lo hace un genio aunque él lo niegue y diga que el éxito se debía únicamente a su arduo trabajo", dijo a SEMANA Rubén Aguirre, el profesor Jirafales del inolvidable "¡ta, ta, ta, ta, ta!". Gómez Bolaños le prestó también al Chavo las expresiones de una de sus hijas que brincaba mientras decía "Y luego juegamos a que yo... y vale que...". Creó a Quico inspirado en un niño insoportable y caprichoso al que le escuchó decir: "Mami di que sí, no seas malita". Quizá por eso le dolió tanto que Villagrán hubiera pretendido ser creador de este personaje, un incidente que dio origen a un pleito al que prefiere no referirse en detalle.

Sin duda hay esfuerzo y genialidad. A Gómez Bolaños le tomaba un día entero hacer un capítulo y casi dos días para grabarlo. "Nos entregaban los libretos con una semana de anticipación para que tuviéramos tiempo de reírnos antes de grabar", recuerda Aguirre. Se calcula que en más de 40 años escribiendo ha acumulado unas 60.000 cuartillas en limpio para televisión. Y de otra parte, sólo un genio puede hacer reír con un grupo de adultos disfrazados de niños, con chistes perfectamente previsibles que se repiten hasta la saciedad. Ha llenado coliseos como el Madison Square Garden en Nueva York, ha hecho varias decenas de películas y está lista una serie animada de El Chavo del 8. Este último y el Chapulín aparecen en una edición especial de estampillas de los correos mexicanos.

A mediados de los 90, las novelas se apoderaron del horario triple A de la televisión azteca. En ese momento, Gómez Bolaños decidió dejar de hacer sus programas. Quería retirarse en la cima. Después de tantos años, algunos de los actores habían muerto, los demás estaban envejecidos, y a él una reuma ciática y un enfisema pulmonar le restaban fuerzas. Hoy no oye bien. "Pero aun así no ha dejado de escribir en ningún momento y suele llevar consigo una libreta donde anota todo lo que se le ocurre", dijo a SEMANA Gerardo Hernández, editor de la biografía.

Sus imágenes quedaron congeladas en la mente de quienes crecieron riéndose de sus ocurrencias. Y sin querer queriendo, siguen conquistando a quienes crecen hoy día. "Antes se reían mis hijos, ahora se ríen mis nietos, y yo, por supuesto", advierte Aguirre. El mismo fenómeno ocurre en la familia de Roberto Gómez Bolaños. Un día una de sus nietas llegó corriendo ante su mamá y le dijo emocionada: "Mamá, adivina: el abuelo Rober es el Chapulín Colorado".