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NO HAY CUÑA QUE MAS APRIETE

Tiránico, egoísta y posesivo fue Hemingway con sus tres hijos, según lo revela Gerald Clarke en The sons almost rise.

20 de noviembre de 1989

En la vida no hay nada peor que soportar a un padre famoso. Esto lo comprueba de nuevo el escritor Gerald Clarke, autor de la emocionante biografía sobre Truman Capote, a propósito de la suerte que han tenido los tres hijos de Ernest Hemingway: The sons almost rise. La historia de los conflictos atravesados por Jack, Patrick y Gregory antes y después de la muerte del autor de "Por quién doblan las campanas" ha sido recogida en un libro, del cual emerge un padre tiránico, egoísta, posesivo y hasta cruel con tres muchachos que aprendieron a independizarse muy pronto.

El libro de Clarke coincide con otras dos publicaciones, en las cuales se aclaran otros aspectos de la vida y la obra de Hemingway. En el libro "Hemingway en el amor y la guerra" , escrito por los profesores Henry Serrano Villard (quien conoció al autor en Italia), y James Nagel, se comprueba un rumor que los aficionados a la lectura de sus novelas y cuentos ya sospechaban: que el personaje de la enfermera Catherine Barkley, una de los protagonistas de "Adiós a las armas", se inspiró totalmente en uno de los grandes amores de Hemingway, Agnes von Kurowsky, aunque ambos lo negaran en vida.
La pareja se conoció en un hospital de Milán cuando ella, con 26 años, trabajaba como enfermera y tuvo que atender al soldado de 19 que llegó herido del frente de guerra. Un diario escrito por ella y una cantidad enorme de cartas han servido en buena parte para el desarrollo de esta tesis.

La otra publicación que revela nexos entre los personajes del escritor y la gente que conoció durante su accidentada vida es el número de noviembre de la revista "The Hemingway Review", en la cual se sostiene la tesis de que uno de los más llamativos personajes creados por el escritor, Pilar, la guerrillera de "Por quién doblan las campanas", está inspirado en dos grandes personajes históricos, dos mujeres que fueron buenas amigas de Hemingway: la dirigente comunista Dolores Ibarruri, La Pasionaria, actualmente muy enferma, y la escritora y editora Gertrude Stein, quien para referirse al autor y sus amigos inventó la expresión "Generación Perdida". Basta leer la descripción física de ambas mujeres y compararla con los rasgos de Pilar para estar de acuerdo con esta tesis.

Por su parte, y después de largas investigaciones y sostenidos diálogos con los tres hijos del escritor, Gerald Clarke analiza profundamente los estragos emocionales y permanentes que Hemingway, con su personalidad imponente y egoísta, causó en quienes actualmente ya no quieren saber más del famoso padre y lo miran como un mal recuerdo que preferirían no avivar jamás.

Para Jack, Patrick y Gregory, el 5 de julio de 1961 jamás podrá borrarse: esa mañana supieron que su padre, un hombre que mataba animales, boxeaba, bebía ron cubano, se metía a la corriente del Golfo, peleaba en guerras ajenas, enamoraba mujeres que no eran suyas, se casaba y se divorciaba y se consideraba el prototipo del macho conquistador y dominador, su padre, se había volado la cabeza con una escopeta de caza tigres africanos.

Después del funeral vendría una escena ridícula, torpe y desagradable.
Convocados por un abogado, los tres muchachos también descubrieron que toda la fortuna del padre, sus yates y sus casas, y sobre todo el derecho de sus libros en todos los idiomas, quedaban a nombre de su cuarta y última esposa, Mary, quien después de una serie de conflictos judiciales aceptó compartir con ellos parte de la herencia. Actualmente cada uno recibe 120.000 dólares al año, pero en ese momento se sintieron humillados y despreciados. El daño ya venía de antes.
Según Clarke, la imágen del padre era tan opresora tan agresiva que los tres hijos perdieron cualquier gusto por la competencia, por sobresalir en algún campo. Para ellos la palabra "fama" era una maldición, lo entendieron desde niños y prefirieron permanecer anónimamente aunque nunca lo lograron.

En 1976, quizás buscando exorcizar los demonios que lo roían, Gregory escribió un libro, "Papá", en el cual volcó todo su resentimiento ante un padre que era perfecto, que todo lo hacía bien, que era poderoso, que era superior a los demás.

De los tres, Jack, el mayor, fue quien gozó más de la compañía del padre. Se levantó en París, tuvo a Gertrude Stein como madrina, presenciaba los diálogos del padre con otros escritores como James Joyce, Ezra Pound, John Dos Passos y otros, mientras Man Ray le tomaba fotos en la calle con pantalones cortos. Además, el padre le dedicó la primera edición de "Y ahora brilla el sol".

A los 65 años, Jack Hemingway es el orgulloso padre de las actrices y modelos Mariel y Margaux, vive mejor que los otros dos y ha tomado la vida con más calma.
Patrick tiene 61 años actualmente y con Gregory permanecía, cuando niños, largas temporadas en Cuba, donde ambos se aficionaron a los deportes náuticos. Patrick no ha podida olvidar como, de adolescente, sufría una serie de alucinaciones que preocupó a los médicos y el padre, durante los peores momentos, llegó a acostarse en la puerta de su habitación en el hospital para que nadie más lo tocara. Esa escena, poco conocida, demuestra, según Clarke, que Hemingway era más tierno de lo que muchos piensan y que el amor que sentía por los tres hijos lo sentía, si necesidad de manifestarlo externamente, bastaba con quererlos, aun que en la mayoría de las ocasiones ellos no lo supieran o aparentaran no saberlo.

Durante sus últimos años, Patrick ha trabajado como curador de museos africanos y ahora se la pasa pescando y cazando en Montana, leyendo una y otra vez los libros del padre, buscando referencias a su propia persona.

Gregory, el menor de los tres, tiene ahora 58 años, ganó varios campeonatos deportivos mientras vivía en Cuba, y lo que se le ha convertido en un infierno es la equívoca sensación de que alguna vez podría convertirse en un gran escritor como el padre. De esa obsesión surgió un incidente, cuando niño, al mostrarle al padre un cuento ajeno como si fuera propio.
Hemingway lo descubrió y nunca lo perdonaría.

El libro de Gerald Clarke es duro y áspero, y aparecerá en momentos en que la obra de Ernest Hemingway es más analizada y evaluada que nunca.
Los tres hijos, hombres ya maduros, se sentirán retratados en ese infierno que representa haber nacido en el hogar de un hombre que es y seguirá siendo famoso.-