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NOCHE DE CESARES

18 de noviembre de 1991

FUE UN MAGNO EVENTO, PARA QUIENES NO HABIan visto ni a un César en su vida, la ceremonia que tuvo lugar la semana pasada en el Palacio de Nariño, les dió la oportunidad de ver, de una vez, dos.
Una inmensa y expectante audiencia fue testigo del momento en que César Rincón el diestro de la arena brava propició un estrecho abrazo a César Gaviria el diestro del revolcón.
El público, juicioso, estalló en aplausos que sólo se desvanecieron, en el momento en que una fulgurante Cruz de Boyacá en el grado de Caballero, quedó estampada en la solapa de César el torero-, de manos de César -el Presidente.
Un acucioso protocolo instaló de fondo una tuna que, redoblando panderetas, hizo honor al espíritu de la fiesta brava. Tentados por el ritmo, los Césares no pudieron evitar la tentación de sumarse a la tuna -con capa y panderetas- e inspirarse con un