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Obsesión fatal

Infidelidad, sexo y chantaje son los ingredientes de un escándalo que tiene a los altos circulos de Estados Unidos como escenario de telenovela.

28 de diciembre de 1992

Obsesión fatal
EN LAS ULTIMAS semanas un caso ha convulsionado a los circulos judiciales y políticos de Estados Unidos.
No sólo se trata del descubrimiento de un affair entre dos personajes de gran prestigio, famosos, millonarios y casados. Este es el lio de faldas entre uno de los jueces más reconocidos de Estados Unidos, el neoyorquino Sol Wachtler, y una de las herederas de la fortuna de Alvin Bibbs Wolosoff, Joy A. Silverman. Romance que se convirtió en escándalo a partir del momento en que el FBI tomó riendas en el asunto y que desembocó en la detención de Wachtler, tras haber hostigado a la señora Silverman y a su hija Jennifer durante casi un año.
Wachtler y Silverman se conocieron en los años 60 a raíz del matrimonio de la madre de la mujer con uno de los tios de Joan Wolosoff, esposa del juez Wachtler. La muerte de la madre y el padrastro de la Silverman sirvieron para que el lazo que los unía se estrechara. En medio del proceso de sucesión, en el que le correpondieron más de tres millones de dólares, la señora Silverman resultó enredada sentimentalmente con Wachtler, uno de los jueces superiores más prominentes de Nueva York y uno de los más opcionados para convertirse en el nuevo gobernador en 1994.
En esa época la señora estaba casada con Jeffrey Stuart Silverman un tercer marido un empresario muy metido en política. En ese entonces Joy comenzó a recolectar fondos para la campaña de George Bush y a la vuelta de los años se convirtió en una de las fichas claves del partido republicano. Hoy es tan importante dentro de los círculos políticos que hay quienes aseguran que se trata de una de las consejeras del presidente saliente, y que entre sus amigos más cercanos estan Richard Bond, el jefe del partido republicano, y Jonathan Bush, hermano del presidente.
Desde hace dos años todo comenzó a salirle mal.
Bush la nombró embajadora en Barbados, pero la designación se cayó en el Congreso porque sus opositores alegaron que carecía de estudios superiores y de experiencia en esas lides. Al mismo tiempo fracasó su matrimonio con Silverman y poco tiempo después conoció a David Samson, abogado de New Jersey que se encargaría del distanciamiento de la Silverman y Wachtler.
Mientras tanto el juez Wachtler seguía escalando peldaños en la política. Hizo parte de la baraja para la Procuraduría General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia. Pero mientras su carrera iba viento en popa, el juez atravesaba una doble crisis emocional: su matrimonio estaba a punto de fracasar y la Silverman le había puesto punto final a su relación.
En abril de este año Joy y su hija se convirtieron en blanco del hostigamiento de un extraño que hacía llamadas anónimas y enviaba cartas amenazantes. En una nota dirigida a Jennifer una hija de 14 años iban una amenaza de secuestro, un preservativo y una exigencia: 20.000 dólares a cambio de unas "reveladoras" fotografías que tenía en su poder.
Joy Silverman esperó hasta septiembre para recurrir a las autoridades. Hizo contacto con William S. Sessions, amigo cercano que actualmente se desempeña como director del FBI en Washington.
Desde ese momento las autoridades federales se hicieron cargo del caso. En un principio concluyeron que podía tratarse de un ataque de celos de la esposa del abogado Samson, el nuevo amante de la Silverman. Luego se descubrió que ella tambien era víctima de amenazas similares, sólo que en este caso el extorsionista hablaba de reveladoras fotografías de su marido con la Silverman.
Casi un mes después de haber aceptado el caso, las autoridades determinaron que algunas de las llamadas eran realizadas desde el teléfono que el juez Wachtler tenía en su carro, y que aparentemente se valía de un aditamento electrónico para distorsionar la voz. Descubrieron tambien que las demás llamadas anónimas fueron realizadas desde varios teléfonos públicos localizados cerca de la residencia del juez.
Estos indicios, sumados a las declaraciones de la señora Silverman sobre el romance que había sostenido con él, fueron suficientes para que las autoridades le echaran el ojo.
A principios de noviembre Wachtler fue objeto de una trampa: el 7 de noviembre 80 agentes del FBI se apostaron en el lugar acordado para una supuesta entrega de dinero. A la hora pactada Wachtler, al timón de su automóvil, pasó de largo frente al lugar. Unas cuadras más adelante fue detenido y en el interior del carro se descubrió el dispositivo que usaba para distorsionar la voz y unos documentos que intentó destruir. Wachtler fue apresado y acusado de chantaje mientras Joy Silverman y su hija Jennifer se marchaban de la ciudad. Hoy permanecen escondidas y bajo la protección de la Policía Federal.
En un juicio preliminar que tuvo lugar el 10 de noviembre en Manhattan la juez Sharon Grubin, luego de oir la declaración de Wachtler, lo sentenció a reclusión residencial hasta que se inicie el juicio. Ese día, de ser declarado culpable del délito de extorsión, puede ser condenado a 20 años tras las rejas.
Se desconoce el motivo que impulsó a Wachtler a hostigar a su antigua amante. Lo único claro es que no le hacían falta los 20.000 dólares que le exigió, porque fuera de contar con un importante capital, como juez Wachtler recibía 120.000 dólares al año. Tal vez la razón fue la Silverman, pero siempre le dijo que no estaba dispuesto a abandonar a su mujer. Lo único cierto es que por una obsesión fatal Wachtler puso punto final a una brillante carrera de 24 años. Perdió la oportunidad de seguir escalando peldaños en la política y acabó con su vida familiar.-