La historia tiende a repetirse y, en el caso de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, podría hacerlo en periodos consecutivos. Dos personajes radicalmente opuestos, pero sin la más mínima experiencia política, podrían sucederse en la Casa Blanca. Eso sucedería si Oprah Winfrey, la multimillonaria mediática, toma en serio las voces que la animan a lanzar su candidatura presidencial para 2020. No solo sería la primera mujer presidenta, sino la primera afronorteamericana. Ese par de condiciones normalmente harían casi imposible su empresa, salvo porque el legado funesto de Donald Trump da para todo. Pero más allá de las posibilidades, muchos se preguntan si elegir para uno de los cargos más importantes del planeta a una animadora de televisión sería repetir un craso error.
Oprah Winfrey goza de una fama reverencial entre millones de estadounidenses y prácticamente todo Hollywood. Desde los años ochenta ha figurado en la escena mediática estadounidense como una figura empática, protectora y franca que de la nada logró llegar a la cumbre. Pero a pesar de sus cifras de popularidad, Oprah nunca ha planteado saltar al ruedo político, y lo ha descartado de tajo siempre que se lo han preguntado en entrevistas, la más reciente, en agosto de 2017. Pero algo cambió el domingo. En palabras de Will Pavia, corresponsal del diario The Times, “Oprah subió al escenario a recibir el premio Cecil B. DeMille a toda una vida, y bajó como potencial candidata presidencial”.
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Su discurso impactó al público presente y a millones de televidentes. Ofreció lágrimas, rabia contenida y emoción, dolor y esperanza. Vestida de negro como la mayoría de las asistentes a la ceremonia como apoyo a la campaña Time’s Up, Oprah hizo eco de las protestas, rindió homenaje a millones de heroínas olvidadas (agricultoras, científicas, profesoras, entre muchas más) y, para ejemplificar el rampante acoso y racismo estadounidense, expuso el cruel caso de Recy Taylor, una mujer negra a la que en 1944 seis hombres blancos violaron sin que jamás sufrieran el peso de la justicia. Winfrey cerró con un tono de esperanza, augurando “un nuevo día”, para las niñas de hoy.
Así, sin querer queriendo, su tono se tornó político. Cuando habló de un futuro mejor, el auditorio la asoció con hacerlo realidad. Meryl Streep dijo sin tapujos: “Oprah lanzó un cohete esta noche, quiero que se lance. No creo que tuviera intención de declarar algo así, pero ahora no le queda alternativa”. El sentimiento de la actriz tuvo eco en las redes sociales, donde rápidamente se hizo tendencia el hashtag #Oprah2020. Por su parte, Chris Cillizza, analista de CNN, consideró sus palabras un típico discurso de campaña, y agregó algo contundente: “Oprah no hace nada por accidente”.
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Y las reacciones de sus seres más allegados le dieron alas a la posibilidad. Winfrey tiene en su vida dos personas cercanas: Stedman Graham, el hombre con quien se ennovió en 1986 y se comprometió en los noventa, aunque no se ha casado, y Gayle King, su amiga inseparable. La proximidad de ambos con la estrella es tan grande que se ha especulado que su verdadera pareja es Gayle, y que Stedman funciona como una fachada para neutralizar ese debate. Pero más allá de eso, si bien Oprah no se ha pronunciado sobre el tema, Graham lanzó la frase que tiene hablando al mundo: “Depende de la gente, ella se lanzaría sin dudarlo”. King, quien solía descartar las aspiraciones políticas de su amiga, obnubilada aseguró: “El discurso fue increíble, tengo la piel de gallina”.
Contrastes de vida
Trump nació en Nueva York y con cucharita de plata. Impopular, blanco, privilegiado, ha probado ser un mandatario caprichoso e inepto a todas luces. Por eso, ante el colapso institucional que provoca día a día, la figura de Winfrey surge como antítesis, pues propone estabilidad, institucionalidad y equilibrio. Y el contraste es muy fuerte: ella es una afrodescendiente de 63 años, hija de madre soltera y adolescente, nació en la zona rural de Mississippi y creció sin alcantarillado, sobrellevó el abuso sexual de varios familiares antes de cumplir 10 años y perdió un hijo a los 14. No tenía nada, ha vivido marcada por problemas de sobrepeso, pero con su talento y olfato logró convertirse en una de las personas más respetadas y ricas de Estados Unidos.
Su dura infancia la marcó, pero no la detuvo. Desde que empezó a vivir con su padre, su vida cambió, pues este la retó intelectualmente. Oprah tomó vuelo en la universidad y, poco después, en los medios de comunicación a los que llegó por accidente, a los 17 años, en Nashville. Años después se mudó a Baltimore para presentar People Are Talking, un inesperado fenómeno de audiencias. Hasta Steven Spielberg tomó nota de sus capacidades expresivas y, en 1985, le dio un papel en la desgarradora The Color Purple, por el cual la nominaron al premio Óscar como actriz de reparto.
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Y siguió rompiendo hitos. En 1986 se convirtió en la primera presentadora afroamericana en un talk show de alcance nacional. The Oprah Winfrey Show, al aire hasta 2011. Rompió récords de audiencia, ganó varios Emmy y le representó a su creadora sus primeros 1.000 millones de dólares y el impulso para crear su propia casa productora. También la convirtió en un personaje habitual en millones de hogares y en una guía moral que apoyó causas como la lectura y la vida saludable. Su arrollador éxito la llevó a expandirse, a crear su revista, y OWN, su propio canal de televisión. Como mujer de negocios, además, demuestra un toque del rey Midas. Desde que compró el 10 por ciento de las acciones del programa de dietas Weight Watchers en 2015, del cual es embajadora y portavoz, ha ganado poco más de 400 millones de dólares. En 2003 se convirtió en la primera multimillonaria de color, y Forbes estima su fortuna actual en poco menos de 3.000 millones de dólares.
Kathryn Lofton, profesora en la Universidad de Yale y autora de Oprah: The Gospel of an Icon, aseguró al diario The Guardian que ella representa el ideal estadounidense, y a la vez es única por su tremenda riqueza y su capacidad de afectar al mundo. Lofton repara en que Winfrey es una líder moral, y en la historia de su país pocas personas han logrado traducir ese tipo de liderazgo en la arena política. “Hasta ahora se ha resistido porque la política exige mucho compromiso y sacrificio. Ella ha manejado una enorme empresa, así que puede hacer el trabajo, pero pasar de liderazgo moral al liderazgo político cambiaría radicalmente su marca”, sentencia.
En los Globos de Oro, Reese Witherspoon (su colega en A Wrinkle in Time, cinta próxima a estrenarse) presentó a Oprah, asegurando que cuando habla, “todo el mundo escucha”, y precisamente ese hecho le resulta peligroso a algunos. En el tabloide New York Post, la columnista Maureen Callahan anota las virtudes de Oprah a nivel personal, pero anota que, desde su posición e influencia, también abrió la puerta a médicos cuestionables (como Dr. Oz) e incluso dio pie a la crisis de las vacunas que aún tiene repercusiones, cuando recibió y apoyó a Jenny McCarthy, una activista contra la ciencia comprobada. Callahan concluye que una elección presidencial no debe volverse nunca jamás un reality show como en 2016.