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PAISA REBUSCADO

Un paisa es el único empresario latino con autorización para producir y distribuir, a nivel mundial, las camisetas de la Copa Mundo.

6 de junio de 1994

LA PRIMERA VEZ que Carlos Ramírez asistió a un partido de fútbol tenía 36 años y unas ganas muy paisas de hacer plata. Fue en el estadio de Tokio, en 1989, donde el Nacional, de Colombia, y el Milán jugaban la final de la Copa Intercontinental de Clubes.
Mientras escuchaba los gritos de miles de aficionados que, en su mayoría, no tenían ninguna relación con Italia ni con Colombia, descubrió que su futuro estaba en la afición sin límite del fútbol. "Se me encendió el signo pesos", dice. Y comprendió que en los hinchas de los estadios podía esta la clave del éxito.
La verdad es que a Carlos Ramírez nunca se le había apagado el signo. Ese era el comienzo de una nueva etapa de buenos negocios, desde cuando comenzó a vender hamburguesas en un McDonald's en Chicago. A partir de entonces, conseguir la licencia para producir las camisetas oficiales del mundial es, probablemente, el mejor de los negocios que ha emprendido.
Carlos Ramírez, de 41 años, nació en Medellín en una familia de 11 hermanos. Estudió administración de negocios en Pensilvania y regresó a Colombia. Pero pronto comprendió que en la empresa de la familia -una productora de envases para pintura donde trabajaban todos los hermanos- no había mucho campo para surgir. Regresó a Estados Unidos, donde fue propietario de restaurantes y director de bebidas y alimentos en un restaurante de Disney World. Más tarde instaló, al noroeste de Miami, un fábrica de camisetas con la cual llegó a vender más de un millón de dòlares al año.
Sus perspectivas mejoraron aún más en diciembre del año pasado, cuando se convirtió en el único empresario latino autorizado para vender las camisetas oficiales del mundial. Su fábrica, World T-Shirt, multiplicará por cuatro las ventas anuales, si la meta de vender un millón de camisetas se cumple.
La licencia fue más bien un parte de victoria. Tuvo que batirse con firmas como Adidas, Nike y Reebok, que le pusieron mil trabas para que sus productos no salieran al mercado. Durante más de un año, Ramírez intentó obtener la licencia de Time Warner Sport Marketing, la compañía encargada del mercadeo de los productos del mundial. Pero siempre salía perdiendo. "Me decían que la fábrica no tenía capacidades que los diseños no les servían, que faltaba calidad ", recuerda.
Sin embargo, este paisa, que no acepta un "no" por respuesta, decidió jugársela toda durante una feria de productos deportivos en Los Angeles. Allí llegó a exhibir sus productos, pero los abogados de la Time Warner lo demandaron por vender prendas con motivos no autorizados. Al verse perdido, Ramírez mencionó la palabra mágica en Estados Unidos: discriminación. Alegó ante los abogados que entre las empresas que producían los productos del mundial no había una sola latina, y que lo estaban discriminando. De inmediato, los directivos reconsideraron la propuesta y le otorgaron la licencia para producir y comercializar sus productos.
Por ahora, las cifras de despachos han cumplido con las expectativas, aunque todo está aún por hacer. La fábrica de Ramírez no da abasto, y las jornadas de trabajo son agotadoras. Pero lo que sí tiene claro es que el suyo no será el único gol que los colombianos se anoten en el próximo mundial.