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POBRE NIÑA RICA

Athina Onassis, heredera de la fortuna de Aristóteles Onassis, crece en medio de una disputa por el control de su dinero.

1 de diciembre de 1997

Hace nueve años, cuando Cristina Onassis murió en Buenos Aires, la pequeña Athina Roussel Onassis pasó de ser una hija mimada a la niña más rica del mundo. Su madre, única heredera del magnate griego Aristóteles Onassis, le dejó en su testamento toda su fortuna, hoy avaluada en más de 3.000 millones de dólares. Como se trataba de una menor de edad el testamento indicaba que la fortuna sería manejada por cinco albaceas, cuatro griegos de la confianza de su madre, y su padre, Thierry Roussel. Era fácil imaginar que las dificultades por el manejo de tanto dinero iban a aparecer tarde o temprano. Y sucedieron temprano. Stelio Papadimitriou, cabeza de los albaceas griegos que manejan la herencia, presentó una demanda en Grecia contra Thierry Roussel por difamación y perjurio, cargos que en ese país podrían significarle la cárcel si es encontrado culpable. Los griegos argumentan que Roussel se ha enriquecido a costa de su hija y que la ha apartado de la cultura griega para poder tener el control sobre ella y su dinero para cuando sea mayor de edad. A su vez Roussel demandó en Suiza a Papadimitriou y a los otros cuatro albaceas, acusándolos de malos manejos en el negocio naviero de la familia Onassis. La pelea entre los albaceas y el padre de Athina no es nueva. Desde la muerte de Cristina, Roussel tuvo problemas para entenderse con los griegos debido al sorpresivo cambio de testamento de Cristina, efectuado dos meses antes de su muerte. El testamento anterior le dejaba el 50 por ciento de su dinero si se aplicaba en territorio suizo o el 25 por ciento si se aplicaba en el griego. En cualquiera de los dos casos asumiría total control del dinero de su hija. El nuevo testamento, por el contrario, establecía que le dejaba todo a la niña y que hasta los 18 años el control del dinero estaría puesto en manos de cinco albaceas. Cualquier decisión debería hacerse por mayoría, lo cual significaba que él no tendría ningún control. Pero además de decidir cuestiones monetarias el grupo de griegos opinaba sobre otras cuestiones y aspectos de la educación de Athina e incluso hasta de la religión que debería profesar. Esa intromisión en la vida privada de su hija enfureció a Roussel, pero el asunto se arregló con un acuerdo en el que él se comprometía a mantener a la niña cerca de sus raíces griegas a cambio de una pensión anual de seis millones de dólares. El primer conflicto surgió cuando los griegos se dieron cuenta de que Thierry había incumplido esa promesa. La prueba más contundente es que hoy la niña no entiende una palabra de griego, rara vez va al país de sus antepasados y casi nunca le permiten visitar a sus parientes maternos. Aunque mantener Skorpios le cuesta un millón de dólares anuales, la isla nunca cuenta con la presencia de su dueña. Vividor y mal negociantePara los griegos Roussel ya sacó bastante provecho de la herencia de Onassis explotando al máximo a Cristina por concederle cualquier petición. Entre sus amigos cercanos se rumora que Thierry le pidió una suma de dinero por proponerle matrimonio. Por aceptar vivir en Suiza en lugar de Francia Roussel obtuvo de Cristina 30 millones de dólares. También recibió la suma de 10 millones por establecer un fondo especial. Cuando ya estaban separados recibía 100.000 dólares por acostarse con ella. De trato en trato, los albaceas griegos consideran que en total logró sacarle más de 80 millones de dólares. Todo esto sin contar el dinero que le hizo perder debido a sus malos negocios. Según los albaceas griegos, Cristina muchas veces tuvo que cubrir los saldos rojos de sus inversiones, que en la mayoría de casos terminaban en bancarrota.A raíz de una disputa con los griegos por utilizar el jet privado de Athina, Roussel instauró una demanda contra ellos, quienes le contestaron con la venta del avión y la amenaza de vender el famoso apartamento de Onassis de la avenida Foch en París, donde Thierry ha establecido su agencia de modelaje. La demanda de Roussel no prosperó, lo cual no hizo sino prender más el fuego en esta pelea. Los griegos lo demandaron en Suiza, Grecia y Francia por haberse enriquecido a costa de Athina y él respondió con una demanda en Suiza, en la cual los acusa de haber invertido mal el dinero de su hija y de la pérdida de tres tercios del capital de la fundación. Estos dos juicios están en espera de un fallo. Si ganan los griegos, Thierry no podrían volver a Grecia por temor a una encarcelación. Y si gana tendría el control del dinero de su hija. De toda esta pelea la única víctima es la pobre Athina. Cuando su madre vivía llevaba una vida de excesos. Cristina la vestía con diseños de Christian Dior y la complacía en todos los caprichos y antojos posibles. Hoy vive en una pequeña villa suiza con su padre y su madrastra Gaby, una ex modelo con quien Thierry tenía un romance al mismo tiempo que estaba casado con Cristina. Aunque toda la familia vive de su dinero, la niña no puede tener ningún capricho ni privilegio que sus hermanastros no tengan. Athina es dueña de la isla Skorpios, el yate Cristina, un apartamento en la avenida Foch, una gran mansión en Gingins de 18 habitaciones y jardín con zoológico incluido, además de todo el emporio naviero. Mientras los líos legales se resuelven nadie sabe qué va a pasar cuando ella cumpla los 18 años. Para los griegos, la niña ha estado tan aislada de familiares y amigos que cuando llegue a esta edad solo confiará en su padre para el manejo de su dinero. De ser así, muchos piensan que la gran fortuna de Onassis no sobrevivirá al siglo XXI.