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POBRE PRINCIPE

¿Se puede el futuro Rey de España casar por amor? ¿O tiene que ser un matrimonio de Estado?

8 de octubre de 1990

El supuesto matrimonio del príncipe Felipe de Asturias, heredero del trono español, con la joven Isabel Sartorius, ha conseguido algo que parecía imposible en las revistas españolas: sacar de la carátula a Isabel Preisler la estrella de las revistas del corazón. Y no espara menos. El joven Principe es el único hijo varón del rey Juan Carlos y de la reina Sofía, y uno de los partidos más cotizados por la realeza europea.
Pero la posible boda del heredero se ha convertido en algo más que un tema de las revistas frivolas. Ha pasado a tener las dimensiones de un verdadero problema de Estado, pues hay quienes sustentan la teoría de que un matrimonio real no puede de pender solamente de una decisión personal. Aunque en la tradición de la monarquia europea, la boda de un Delfín ha sido siempre objeto de la mayor atención de la Corte y sus gobernados, la polémica sobre el matrimonio del joven Felipe, a escasos diez años del siglo XXI, parece pasada de moda. En la españa de hoy, que se ha convertido en el país más pujante del continente y que ha puesto "in" el sentirse orgulloso -como Serrat- de haber nacido en el Mediterráneo, el jet set madrileño, las playas topless de Marbella y las noches bulliciosas de tapas y sevillanas, es difícil imaginar a un sardino de 22 años parado en medio del recinto del Congreso pidiendo permiso para casarse.
Sin embargo, la cosa parece no ser tan sencilla. La monarquía que España ha querido preservar, se apoya en gran medida en la percepción que los súbditos tienen de ella, percepción que se alimenta, precisamente, del cumplimiento riguroso de sus normas milenarias.
La manzana de la discordia es un articulo de la Constitución que a la letra dice: "Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeren matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes" Aunque dicho artículo no establece los motivos que originarian el veto del Rey o de las Cortes (que hoy corresponden al Congreso y el Senado), tradicionalmente se han exigido una serie de requisitos para la mujer que aspire a compartir cama y trono con el Rey. Para empezar, la aspirante debe ser princesa de casa reinante, razón por la cual son muchos los principes que en la historia que han tenido que aceptar por consorte a un "gurre" de sangre azul.
Pero lo que hace difícil la discusión en este caso, son algunos antecedentes que abren la posibilidad de que el apuesto Principe de Asturias tome una decisión contraria a los deseos de la mayoría de los españoles. En 1933, Alfonso de Borbón hijo de Alfonso XIII y Principe de Asturias, renunció a sus derechos dinásticos para casarse con la cubana Edelmira Sampedro quien, en la época, atropellaba todos los requisitos de la futura reina. El hermano de Alfonso, el infante Jaime, sordomudo de nacimiento, pasó los derechos al tercero en la línea de sucesión, Juan de Borbón, padre del actual rey Juan Carlos. En su momento, ambos cumplieron rigurosamente con las leyes consuetudinarias y contrajeron nupcias con princesas. La decisión, sin embargo, tuvo algunas importantes diferencias. Juan de Borbón aceptó públicamente haberse casado por razones de Estado, mientras que su hijo Juan Carlos corrió con la suerte de enamorarse de una de las más cotizadas princesas de la época: Sofía de Grecia, actual reina de España. Doña Sofía, además, es una de las pocas si no la única soberana de Europa que tiene un Rey por todos los flancos: su padre, su hermano, su esposo y su hijo han sido, son o serán reyes.
Pero lo que tiene en vilo a la opinión española, es que como los antecedentes nupciales de los reyes españoles incluyen todo tipo de casos (renuncia a los derechos del trono por amor, matrimonio sin monarquía vigente y coincidencia de amor y obligaciones de Estado), la decisión que pueda tomar el actual Principe heredero cabe dentro de varias posibilidades.
En visperas del cambio de milenio, la monarquía española vigente está incrustada en una sociedad bien distinta a aquella que inspiró las normas que aún rigen para las bodas reales. Todo esto hace pensar que el Principe, joven y moderno, deportista y discotequero, pero educado para reinar, buscará un punto de equilibrio entre su corazón y el trono. El Principe, que podría haber escogido entre un abanico de princesas europeas que para suerte suya no están mal "ver recuadro", parece haberse inclinado por Isabel, la mujer que desató la polémica. Ella, aunque cumple con la mayoría de los requisitos (es descendiente de nobles, culta y sin enredos amorosos conocidos) tiene un "pero". Sus padres, el Marqués de Mariño e Isabel Zorraquin, son divorciados, y este hecho ha dividido a la opinión. Sin embargo, el divorcio como motivo de veto en las casas reinantes europeas ha roto ya varias veces sus barreras.
Pore ejemplo, las famosas LadY Diana y Fergie de Inglaterra son hijas de padres divorciados y siguen tan campantes del brazo de sus príncipes, disfrutando de todos los privilegios de la realeza.
La última página de este moderno cuento de hadas con Principe azul sólo tendrá final el día en que él dé a conocer las inclinaciones de su noble corazón. Porque lo que hasta ahora es claro es que, mientras legos y sabios debaten los pros y los contras de su boda, el joven heredero todavía no ha dicho "esta boca es mía".