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Phyllis Irwin (der.) "adoptó" a su pareja, Lillian Faderman, y pretendió ser la abuela del hijo de ambas. | Foto: BBC

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"Por qué me casé con mi madre"

En los años 1970, las relaciones entre personas del mismo sexo podían ser penadas por ley en EE.UU. y era muy difícil para ellas formar una familia. Así que el vínculo legal se hacía de otra manera. Esta es la historia de dos mujeres.

Alianza BBC
24 de febrero de 2020

En 1971, en pleno nacimiento del movimiento de liberación femenino, la profesora de la Universidad Estatal de California Lillian Faderman se puso en contacto con una de las directoras académicas del centro, Phyllis Irwin, para abrir un programa de estudios sobre la mujer.

Fue el inicio de un amor que ha durado casi medio siglo, pero que estuvo lleno de obstáculos.

Cuando ellas se conocieron la homosexualidad era ilegal. "Éramos consideras criminales en casi todos los estados del país", recuerda la pareja.

"La mayoría de las lesbianas andaban a escondidas", afirman.

Pero eso no las frenó de formar una familia juntas y de lograr que las leyes reconocieran a su grupo familiar.

En una entrevista con el programa de radio Outlook, del Servicio Mundial de la BBC, las mujeres contaron cómo encontraron la manera de usar las reglas para que su familia tuviera el reconocimiento legal que la sociedad de la época les negaba.

Perfil bajo

Cuando empezaron a salir, ellas no eran abiertamente homosexuales.

"En esa época sabías que debías mantener la boca cerrada y seguir con tu vida", dice Phyllis, quien hoy tiene 91 años.

Dos mujeres abrazadas

Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES

En los años 1970, las relaciones entre personas del mismo sexo podían ser penadas por ley en EE.UU.

No obstante, ellas asumen que en la universidad sabían de su relación.

"Nos llamaban Phyllian y Lillis porque siempre estábamos juntas", se ríe Lillian.

"Creo que nuestros colegas lo dedujeron, y cuando yo empecé a publicar libros sobre la historia del lesbianismo me parece que todos entendieron que éramos pareja".

Tres años después de conocerse, decidieron tener un hijo. Lillian, que es 11 años menor que Phyllis, fue a a ver a un experto en una clínica de fertilidad.

Hacerse una inseminación artificial era algo poco común. Y más si eras una mujer soltera.

Pero Lillian logró convencer al médico de ayudarla, sin revelar los verdaderos motivos por los que quería tener un hijo sin estar en una relación con un hombre.

"El médico me preguntó por qué no me había casado si quería tener un bebé", recuerda.

"Le contesté: ‘Tengo 34 años, un doctorado y un cargo como vicepresidenta segunda para asuntos académicos en la universidad, y creo que a los hombres les cuesta eso‘".

Una mujer con una imagen de un bebé en una mano y un reloj en la otra

Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES

Lillian convenció al médico de que debido a su edad y alto cargo le costaría encontrar marido a tiempo para ser madre.

El médico simplemente le respondió: "Entiendo lo que dices". Y le realizó la inseminación, que resultó exitosa.

Familia de tres

En 1975, Lillian dio a luz a Avrom, el único hijo de la pareja. Phyllis la llevó al hospital pero, a pedido de la parturienta, que temía que ella pudiera sentir miedo —y transmitírselo— durante el parto, esperó afuera.

Todo salió perfecto y las mujeres volvieron a su hogar, de pronto convertidas en una familia de tres.

Sin embargo, pronto se empezaron a dar cuenta de las limitaciones que tenía su particular arreglo familiar. Sobre todo desde el punto de vista legal.

"Nos preocupaba muchísimo que no hubiera lazos legales entre nosotros", cuenta Lillian.

"Lo que más nos preocupaba es que si Avrom se enfermaba y Phyllis tenía que llevarlo al médico, ella no era legalmente su progenitora, así que yo tenía que darle una nota oficial que ella llevaba".

"Pero lo que me angustiaba aún más era que si algo me llegaba a pasar, ella no tendría derecho legal a reclamarlo como hijo suyo. Desde lo legal, ella era una extraña para él".

En esa época, dos personas del mismo sexo no podían ser parientes de un mismo hijo.

Phyllis y Lillian con Avrom, en 1979, cuando tenía 4 años.

Derechos de autor de la imagenLILLIAN FADERMAN

Phyllis y Lillian con Avrom, en 1979, cuando tenía 4 años.

Pero ellas se pusieron creativas y encontraron una forma alternativa de conformar un vínculo familiar legalmente reconocido.

Madre e hija

"En el estado de California, si hay una diferencia de diez años o más entre dos adultos, uno puede adoptar al otro", cuenta Lillian.

Fue así como Phyllis pudo "adoptarla", pasando a convertirse —según la ley— en abuela de Avrom.

¿No fue raro para ellas convertirse en madre e hija?, les preguntó Jo Fidgen, la presentadora de Outlook.

"No lo pensaba en esos términos, yo lo veía simplemente como la forma de tener un vínculo legal con Avrom", respondió Phyllis, quien incluso se ríe de que como "madre legal de Lillian" ellas tenían "una relación incestuosa".

Más seria, Lillian explicó: "No lo considerábamos raro porque nunca nos sentimos como madre e hija, lo hicimos simplemente como forma de sortear las leyes".

"La ley decía que dos mujeres no podían casarse —nosotras hubiéramos estado felices de casarnos—, la ley decía que no podía haber un segundo progenitor del mismo sexo, y nosotros sabíamos que teníamos que tener una atadura legal, por el bien de Avrom".

"Así que eso hicimos. No se sintió raro en lo absoluto", aseguró.

Phyllis y Lillian

Derechos de autor de la imagen: LILLIAN FADERMAN

Para la pareja, que lleva 48 años junta, no fue raro que una adoptara a la otra porque sabían que era simplemente un artilugio legal.

Apariencias

Las mujeres decidieron usar esta historia ficcional no solo para cuestiones legales.

"Una ventaja de la adopción es que Avrom, que nació en en una época en la que no había muchos otros niños con dos madres lesbianas, cuando era pequeño podía presentarle a sus amigos a Phyllis diciendo que era su abuela".

"Creo que esto era más fácil para él, aunque sabía bien que Phyllis era su otra madre. Siempre la llamó Mama Phyllis. Hoy tiene 45 años y la sigue llamando Mama Phyllis", cuenta Lillian.

Por su parte Phyllis asegura que no le importaba ser presentada como la abuela de su hijo.

"A mí simplemente me alegraba que él se sintiera cómodo presentándome como una persona importante en su vida, así que el término no me molestaba en lo absoluto".

"¡Ciertamente tenía edad suficiente para ser su abuela!", agrega.

Pero el tiempo le permitiría eventualmente convertirse formalmente en "Mama Phyllis".

En 2008, California permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lillian y Phyllis se casaron el día después de que se legalizara el matrimonio gay.

Lillian y Phyllis, el día de su (primer) casamiento, en 2008.

Derechos de autor de la imagen: LILLIAN FADERMAN

Lillian y Phyllis, el día de su (primer) casamiento, en 2008.

Como no habían disuelto su falsa adopción, en efecto eran una madre e hija que ahora estaban casadas.

"Como para nosotras lo de la adopción era algo solamente en papel no nos importó", cuenta Lillian.

Sin embargo, en 2015, cuando se aprobó el matrimonio igualitario en todo Estados Unidos, una abogada les dijo que se había enterado de su peculiar situación y que podían meterse en problemas si no anulaban la adopción y se volvían a casar.

Así que eso hicieron: en 2015, ya no más "madre e hija", se volvieron a casar.

"Creo que tenemos más ataduras legales que ninguna otra pareja en el planeta", se ríe Lillian.

manos de dos mujeres

Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES

"Tenemos más ataduras legales que ninguna otra pareja en el planeta", se ríe Lillian, quien lleva 48 años junto a Phyllis.

La guinda del pastel llegó al final.

"Una vez que Phyllis me ‘desadoptó‘ nuestro hijo se dio cuenta de que ya no tenía un vínculo legal con ella. Así que le pidió que lo adptara".

Fue un hermoso festejo familiar, al que Avrom asistió junto a su esposa e hijo.

"Debo decir que de todas las cosas que pasamos, la unión civil, la ceremonia de matrimonio, y todo lo demás, esto fue lo que más me movió. Ahí estaba este hombre crecido, sentado a mi lado, y yo me puse a lagrimear, el juez se puso a lagrimear", recuerda Phyllis.

"Fue algo realmente especial. Que este hombre al que yo había cargado cuando era bebé, al que le había cantado todas las noches cuando aún estaba en el útero, y allí estaba, queriendo que yo realmente sea su otra madre legal".

En 2003 Lillian publicó sus memorias, Naked in the Promised Land ("Desnuda en la tierra prometida"), donde relata su increíble historia de vida.