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PRESIDENTE EN APUROS

Un escándalo sexual y otro financiero le aguaron las fiestas de fin de año a la familia presidencial de Estados Unidos.

7 de febrero de 1994

CUANDO EL PREsidente Bill Clinton suspendió sus actividades oficiales para irse de vacaciones de fin de año a una mansión prestada por un millonario, dejó en su escritorio de la Casa Blanca los resultados de una encuesta que le daban más de un 50 por ciento de popularidad. La cifra, que para los estándares del país es buena -y muy buena para un presidente que sacó adelante un tratado de libre comercio lleno de enemigos- podría, sin embargo, empezar a languidecer, pero no por cuenta de un indicador económico sino por dos escándalos que hasta ahora comienzan.
El primero tiene que ver con adulterio, una afección contra la que aparentemente había quedado vacunado cuando, unos días antes de ser elegido, confesó, al borde de las lágrimas, que había tenido un traspiés con la hermosa rubia Gennifer Flowers. En vísperas de elecciones la Flowers posó desnuda para la revista Penthouse y explicó, con pelos y señales, los gustos de Bill Clinton en la cama.
En aquella oportunidad los electores, hastiados de que la prensa convirtiera la vida sexual de los candidatos en tema de campaña, decidió echarle tierra al asunto y votar por el joven ex gobernador de Arkansas. Pero ahora el escándalo sexual ha vuelto a aparecer. Dos policías sostienen que Bill Clinton estuvo involucrado en más andanzas extramaritales que la que tuvo con Geniffer Flowers. Larry Patterson y Roger Perry, patrulleros estatales, afirman que ellos y otros oficiales se encargaban de buscar y escoltar hasta el lugar de la cita a las mujeres con quienes el gobernador tenía relaciones sexuales, que le hacían reservaciones de hoteles y que una vez llevaron a una acompañante a la mansión del gobernador.
Aunque la prensa no le dio mucho despliegue a la información publicada por la revista conservadora American Spectator y Los Angeles Times, en cuanto comenzó el año 1994 el caso saltó a las primeras planas luego de que uno de los patrulleros aseguró que otro oficial, Danny Fergusson, había recibido una llamada de la presidencia para ofrecerle un puesto a nivel federal a cambio de su silencio. La Casa Blanca se apresuró a negarlo, pero uno de sus voceros aceptó que el presidente Clinton y algunos asesores habían hecho grandes esfuerzos por evitar la publicación del escándalo al enterarse de que los policias recibirían abultadas sumas de dinero por un libro con detalles sobre su misión de alcahuetes.
Al presidente lo favoreció el hecho de que el escándalo explotó en Navidad, una época tranquila, y que también fue apaciguado porque una investigación periodística halló que los patrulleros que suministraron la información tienen problemas de credibilidad. Ambos oficiales admitieron en una demanda ante una Corte haber colaborado el año pasado en la falsificación de un informe de un accidente automovilístico, en el que uno de ellos buscaba una indemnización de la compañía aseguradora por 100.000 dólares.
Pero tiene en su contra que las supuestas aventuras sexuales ocurrieron en enero de 1992, es decir, después de su acto de contrición público en el programa 60 minutos e, incluso, una de ellas un día antes de tomar posesión como presidente de Estados Unidos. Si el público cree esta versión, puede ser un gran golpe contra Clinton -sostiene el historiador de la Universidad de North Carolina, Wllliam Leuchtenburg- porque sugiere que el primer mandatario desestimó su anterior experiencia, de la cual salió bien librado por circunstancias especiales y gracias a la oportuna intervención de su esposa, Hillary, quien salió en su defensa.
En pocas palabras, lo que los analistas consideran es que el pueblo estadounidense ha demostrado que se aguanta a un presidente adúltero pero no a un presidente tonto.
Mientras tanto, los policías, como la Flowers, continúan preparando sus respectivos libros en torno a la agitada vida sexual extramatrimonial del Presidente -durante su época como gobernador- y la prensa estadounidense anda a la caza de nuevos detalles. Flowers incluso ha prometido que con el libro que lleva un título de novela rosa, Un affaire del corazón: El Bill Clinton que conozco, venderá un casete de 65 minutos que contiene sus conversaciones amorosas con éste. Además, Flowers sostiene que Hillary Rodham Clinton, la esposa del presidente, sabía "implícitamente" de la relación.
Pero el de los policías alcahuetes no fue el único escándalo que le aguó la fiesta de fin de año a la familia presidencial. En plena época de vacaciones, los medios de comunicación se han ocupado de mantener al tanto al público del papel desempeñado por los Clinton en el fracaso de un plan de desarrollo de propiedad raíz en Arkansas, en el cual eran socios de un financista involucrado en las tristemente célebres cajas de ahorro y préstamo.
Aunque la familia ha negado cualquier irregularidad, la Casa Blanca dio un paso sombrío la semana pasada que ha dejado mal sabor en la opinión pública. Los asesores del presidente pidieron al Departamento de Justicia, que actualmente investiga el fracaso del proyecto, poner los documentos bajo protección federal para garantizar que se mantendrán en secreto y, por supuesto, lejos de las tentaciones de la prensa. Y la verdad es que a pesar de los buenos deseos para 1994, los escándalos sexual y financiero que empiezan a agitarse no haran muy grato el comienzo del año para el presidente Clinton.