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La mansión del difunto Aaron Spelling tiene 123 cuartos, dos de los cuales estaban destinados a empacar los regalos que enviaba a sus amigos.

EXCÉNTRICOS

Ricos y locos

Un nuevo libro relata las historias más insólitas de los excesos de los millonarios.

2 de mayo de 2010

Cuando en Hollywood se regó la noticia de que un tal Billy Hilton había muerto y sería enterrado en el exclusivo cementerio Pierce Bros Westwood Village de Los Ángeles, muchos amigos de Paris Hilton acudieron a las exequias pues pensaban que se trataba de uno de sus familiares. Pero no. La ceremonia, el coro gospel y los carísimos arreglos florales formaban parte de otra de las excentricidades de la bisnieta del fundador del imperio hotelero que lleva su apellido: el difunto no era ningún pariente suyo, ¡era su cabra! Paris había comprado para su mascota un terreno al lado de la tumba de Marilyn Monroe, en un campo santo en el que también están Truman Capote y Farrah Fawcett, y donde un sepulcro puede costar más de medio millón de dólares.

"Hay que estar enfermo o ser estúpido para hacer algo así -dijo a SEMANA David Escamilla, autor del libro Anécdotas de famosos, lanzado recientemente en España-. Ahora la pobre Marilyn tiene que yacer eternamente al lado de la cabra de la tontísima Paris". El periodista y sociólogo pretende describir y criticar en su obra el universo de los millonarios a través de sus historias más risibles.

Al autor se le ocurrió recopilar este tipo de anécdotas al ver en las noticias los excesos de los famosos. Uno pudo haber sido el de Victoria Beckham, quien gastó en una tarde de compras más de 450.000 dólares. Compró 30 pares de zapatos en Dolce & Gabbana, 12 de anteojos en Versace y un Rolex. "¿No le parece un derroche?", le preguntaron entonces. "Los artículos de esas tiendas me decían ven y cómprame -respondió-. Total, así ayudo a la economía". La ex Spice Girl también es conocida porque en una Navidad le pagó 2.000 dólares a un empleado para que desempacara sus regalos.

Y si a ella le daba pereza desenvolverlos, Aaron Spelling, productor de series tan exitosas como Dinastía, Los ángeles de Charlie y Clase de Beverly Hills, se moría del fastidio de envolverlos. Por eso The Manor, su 'casita' de 17.000 metros cuadrados, tiene dos habitaciones destinadas exclusivamente a empacar regalos. Valorada en 150 millones de dólares, la vivienda más cara en venta en Estados Unidos tiene 123 habitaciones, bolera, pista de patinaje en hielo, museo de muñecas, cuatro bares y una cocina donde, según la viuda de Spelling, se puede preparar una cena para 800 personas.

Pero no todos los millonarios son derrochadores. Para la muestra está Jean Paul Getty, el estadounidense más rico en el año 1957, según la revista Fortune. Conocido como uno de los primeros petroleros en explotar la frontera entre Irak y Kuwait, Getty instaló un teléfono de monedas en su casa para que ninguno de sus invitados llamara a expensas de él, como él mismo contó en su autobiografía.

Más increíble es la historia de la tacaña consumada Hetty Green. Una de las primeras mujeres influyentes en Wall Street prefería morir antes que soltar un centavo. Dicen que nunca encendió la calefacción, que usaba la misma ropa interior hasta que se llenaba de huecos para no lavarla y que pasó una noche en vela buscando una moneda de dos centavos que había perdido. Cuando su hijo se partió una pierna, lo llevó a un centro de caridad para que lo atendieran. Como no lo aceptaron por venir de una familia acaudalada y ella se negó a pagar por su atención médica, el pequeño perdió su pierna gangrenada. Ella murió en 1916 postrada en una silla de ruedas por una hernia que se negó a operarse, pues pasar por el quirófano le habría costado 150 dólares. Y eso que su fortuna superaba los 200 millones.

Con el fin de sacar provecho de tantos 'nuevos ricos' con afán de despilfarrar, el sicólogo ruso Serguei Kniazev creó una compañía para aquellos a los que les gusta mostrar y vivir experiencias tan extravagantes como jugar paintball en helicóptero. La empresa, cuyos clientes son políticos y otros famosos anónimos, también ofrece el servicio de disfrazar a los millonarios de indigentes o meseros para que compitan entre sí y ver quién recibe más limosna o propina. El 'jueguito' cuesta alrededor de 5.000 dólares.

"Lo ideal es vivir con un techo, una cama y un teléfono sencillos -opina el autor del libro-. Los millonarios en realidad pierden el tiempo y la vida acumulando dinero. Igual la gente cree que son triunfadores felices". Por eso, concluye, muchos emulan a Paris Hilton y "ayudan a embrutecer a un mundo que ya es lo suficientemente estúpido".