Home

Gente

Artículo

Multimillonario

Roman el terrible

Las últimas semanas han sido muy buenas para Roman Abramovich. Compró carísimas obras de arte y su equipo de fútbol, Chelsea F. C., jugó por primera vez la final de la Champions League.

24 de mayo de 2008

La sonrisa que mostró Roman Abramovich a las cámaras cuando John Terry, el capitán de su equipo, el Chelsea F. C., falló el cobro clave durante la final de la Champions League en Moscú la semana pasada, es el gesto que quizá mejor describe al magnate ruso. El equipo londinense que compró en 2003 acababa de perder la oportunidad de llevarse la copa más importante del fútbol de clubes europeo. Pero, al mismo tiempo, sabía que los fanáticos del equipo azul le están profundamente agradecidos, pues por la inyección de dinero que él le dio a ese club y la compra de carísimos jugadores, por fin pudieron soñar al menos con llegar por primera vez a una final como esa.

A pesar de esa derrota, las últimas semanas han sido muy favorables para la imagen de Abramovich. Días antes de la final de la Champions apareció en los titulares de la prensa mundial después de que se filtró la información de que había comprado las obras de arte Benefits Supervisor Sleeping, de Lucien Freud, y Triptych, de Francis Bacon. Los precios de las subastas rompieron récord en el mundo del arte. La de Freud, por la cual pagó 33,6 millones de dólares, se convirtió en la pieza más cara de un artista vivo, mientras la de Bacon, que se llevó por 86,3 millones, es ahora la obra más costosa de la posguerra.

Esta es la primera vez que el magnate, de 41 años, muestra interés en el arte. Se especula que esto se debe a la influencia de su nueva novia, Daria 'Dasha' Zhukova, quien planea inaugurar un museo de arte contemporáneo en Moscú en septiembre. Tal vez los cuadros son los 'regalitos' que le dio a su nueva conquista para su proyecto, pues el número 16 en la lista de los hombres más ricos del mundo de la revista Forbes sabe que el amor se puede comprar, al igual que los yates, las mansiones y las empresas. Y eso es lo que ha hecho desde cuando, después de la caída de la Unión Soviética empezó a amasar una fortuna que hoy se calcula en más de 20.000 millones de dólares.

Su infancia fue especialmente difícil. Antes de cumplir 4 años ya era huérfano de padre y madre, y terminó bajo la custodia de su tío, un empleado de una petrolera estatal que lo crió en Komi, Siberia. Mientras estudiaba en el Instituto Gubkin de Petroleo y Gas en Moscú, se dedicó a vender patos de plástico para la bañera para hacer algún dinero extra. Fue entonces cuando conoció al empresario Boris Berezovsky, quien lo apadrinó en el mundo de los negocios.

No necesitó acabar su carrera, pues después de hacer una cuantiosa fortuna comprando petróleo al Estado y vendiéndolo en el mercado internacional, se convirtió en uno de los aliados económicos del entonces presidente, Boris Yeltsin, quien le dio a muy bajos precios las acciones de antiguas empresas estatales durante una muy cuestionada privatización que benefició a toda una oleada de nuevos multimillonarios rusos, también conocidos como los oligarcas.

Abramovich, a diferencia de Berezovsky y otros oligarcas, logró ganarse el favor del presidente Vladimir Putin, que mandó a varios multimillonarios a la cárcel cuando quisieron incursionar en política. La timidez y la callada presencia del hoy dueño del Chelsea fueron la clave para eso. A cambio fue elegido en 2000 gobernador de la alejada provincia de Chukotka, que tiene costa en el estrecho de Behring. Además de recibir inmunidad política, se ganó el cariño de los aproximadamente 50.000 habitantes que tienen que sufrir inclementes temperaturas que llegan a 60 grados centígrados bajo cero.

El magnate ha invertido más de 1.000 millones de dólares para mejorar la calidad de vida de esta región que se vio abandonada por el Estado después de la caída del comunismo. El mundo parece estar al alcance de su chequera, aunque la derrota del Chelsea le demostró que ganar la Champions no tiene precio, por lo menos hasta la próxima temporada.