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San Pío

La canonización del padre Pío, el sacerdote que tenía los estigmas de Cristo, fue el evento del año en Roma. En la reventa las invitaciones a la ceremonia alcanzaron los 200 euros.

24 de junio de 2002

No era una estrella de rock pero como si lo fuera. Cerca de 300.000 personas se dieron cita en la Plaza de San Pedro para presenciar el evento más esperado en Roma: la ceremonia de canonización del padre Pío de Pietrelcina. Las invitaciones para asistir al acto religioso se repartieron en los distintos circuitos parroquiales y en la reventa alcanzaron la exorbitante suma de 200 euros, cifra similar a la que se paga por asistir a una final de la liga de fútbol italiana.

La razón de semejante fervor es muy sencilla. El padre Pío es la figura religiosa más venerada en Italia y de ello dan fe los siete millones de peregrinos que cada año visitan el monasterio de San Giovanni Rotondo para conocer la morada del místico varón. Después del Santo Sepulcro el monasterio en donde vivió el monje capuchino es el lugar más visitado por los católicos del mundo, por encima de los santuarios de Lourdes y Fátima.

Francesco Forgione, su nombre de pila, se hizo famoso por ser el primer religioso en llevar en su cuerpo los estigmas de Cristo. El 'regalo divino' le llegó en 1918 después de celebrar una misa, cuando cayó en un repentino y profundo estado de éxtasis en el que vio la imagen de un hombre con llagas en sus manos, pies y costado.

Al despertar el padre Pío se dio cuenta de que las mismas llagas habían aparecido en su cuerpo. Las dolorosas laceraciones lo acompañaron durante más de 50 años y era tal el tormento que el sacerdote tenía que permanecer horas recostado en su habitación intentando recuperarse de la pérdida de sangre.

Según dice la leyenda, con el paso del tiempo el padre Pío desarrolló poderes sobrenaturales, como la habilidad de adivinar el futuro (sabía de qué se iba a confesar la gente), peleaba física y espiritualmente con el Diablo, tenía el poder de sanar a los enfermos y, como si fuera poco, era portador del don de la bilocación pues, al parecer, podía estar físicamente en dos lugares a la vez.

Pero esa personalidad milagrosa no fue bien vista por la Santa Sede. Las acusaciones presentadas ante la Congregación de la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) señalaban que el sacerdote se infligía él mismo los estigmas con ácido nítrico y después las rociaba con esencia de rosas para emular las emanaciones divinas. Las críticas iban mucho más allá y comprometían al padre Pío en varias obras impías, como realizar actos obscenos con jovencitas, sobornar periodistas y malgastar el dinero de los creyentes.

La fuerza de las acusaciones obligó al Vaticano a tomar medidas severas y en la década de los 30 le prohibió al padre Pío celebrar misa públicamente.

Con el paso del tiempo se levantó la sanción y la popularidad del sacerdote fue creciendo como espuma gracias a sus milagros. Entre los beneficiarios se encuentran una amiga de Juan Pablo II que sufría de cáncer y el delantero de la selección italiana en el Mundial del 90 Roberto 'Totto' Schilacci, quien se curó milagrosamente de una lesión en la columna vertebral luego de rezarle al padre Pío en el monasterio de San Giovanni Rotondo.

Pero el milagro que convirtió al padre Pío en santo fue el que realizó el 20 de enero de 2000 en un niño de 11 años llamado Matteo Colella. El pequeño estaba desahuciado debido a una meningitis irreversible y su madre decidió agotar los recursos de la fe llevándolo a la celda en donde había vivido el sacerdote. Según consta en el informe vaticano, milagrosamente la enfermedad desapareció y el niño volvió a tener una vida normal.

No hay duda de que la canonización fue todo un éxito y en cierta medida se cumplió lo que el nuevo santo predijo antes de morir: "Se hablará de mí más de muerto que de vivo".