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"SE LOS DIJE"

Los colombianos han considerado a Enrique Parejo un poco fanático, pero los hechos recientes demuestran que era un fanático con razón.

21 de septiembre de 1992

NO HAY NADA MAS ANTIPATICO QUE una persona que dice "se los dije". Tampoco hay nada más antipático que un fanático. Y para muchos colombianos Enrique Parejo González se había convertido en un fanático opositor a la política de sometimiento a la justicia. Prácticamente todos sus pronunciamientos públicos y todas sus columnas periodísticas los ha dedicado a ese tema. Su pasión llegó a tal punto, que 24 horas después de la fuga de Es cobar, Parejo dio declaraciones a los medios de comunicación nacionales e internacionales pidiendo la renuncia del Presidente de la República, iniciativa que no hizo otra cosa que alimentar su fama de monotemático.
Lo que parecía estar diciendo una y otra vez era "se los dije", "se los advertí", "yo tenía razón".
Todo esto no le ha generado mucha popularidad, pero haciendo honor al refrán "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", la verdad es que Enrique Parejo González tenía toda la razón. No sólo eso. Es tal vez el único hombre público colombiano de quien se puede decir esto.
La política de sometimiento a la justicia tuvo muchos críticos: los militares, algunos medios de comunicación como El Espectador, y un reducido grupo de políticos que tuvieron el valor de expresar su inconformidad en el momento en que se firmaban los acuerdos. Pero ante la popularidad inicial del arreglo, casi todo el mundo se fue acomodando a la nueva situación y aunque un poco de mala gana, prácticamente todos los políticos disidentes se fueron inclinando ante esta inevitable realidad.
La excepción fue Enrique Parejo. Cuando se ha tenido la boca cerrada con un alambre quirúrgico que unió la quijada destruida por dos balas del narcoterrorismo, la popularidad y el pragmatismo se vuelven consideraciones menores.
Cosa parecida le ha sucedido al diario El Espectador que al igual que el ex ministro, no ha sido espectador en esta contienda sino víctima, lo cual ha llevado a que no sean percibidos como im parciales en el proceso. Pero para Parejo, en su calidad de hombre público, la posición que adoptó ha tenido un costo no sólo en popularidad sino político. En Colombia, ir contra la corrien te y sostenerse en principios que no están de moda generalmente no reporta dividendos políticos y, por el contrario, quedar bien con todo el mundo es más útil que tener razón. Pero ahora que los sucesos ocurridos en torno a La Catedral han derivado en la mayor verguenza que haya sufrido el país en su historia contemporánea, ni siquiera los más energúmenos contradictores de Enrique Parejo pueden negar que fue el único que lo dijo y que, además, tenía razón.