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TESTIMONIO

Sin sentimientos

El drama de una niña africana en Estados Unidos pone sobre el tapete el fenóomeno de la mutilación genital.

20 de mayo de 1996

Por primera vez en la historia el Consejo de inmigración de Estados Unidos está considerando la posibilidad de ofrecer asilo a aquellas mujeres víctimas en sus países de mutilación genital. La iniciativa fue tomada luego de conocer la situación de Fausiya Kasinga, una joven de 18 años que llegó a la ciudad de Nueva York desde hace dos años para librarse del ritual que su tía en Togo le quería imponer: cortarle su clítoris para luego casarla con un hombre treinta años mayor que ella.

Una práctica inhumana que sin el uso de anestesia a veces también se aplica en los demás genitales.

Como consecuencia de este procedimiento se producen muchas infecciones que derivan en enfermedades como el tétanos o inclusive la muerte. La historia de esta joven africana ha causado gran conmoción. Kasinga tuvo una infancia privilegiada. La familia vivía en una casa muy grande ubicada en las afueras de Kpalime y su padre, Muhammad, era el dueño de una empresa de camiones.

A diferencia de los demás hombres de la tribu, el padre de Kasinga estaba en contra de los matrimonios polígamos y atacaba el ritual de la mutilación femenina ya que él había visto el sufrimiento de su propia hermana, amarrada y gritando del dolor, mientras se le efectuaba el rito.

Desde ese entonces juró que nunca permitiría algo así en su familia.La educación que recibieron sus hijas fue de la mejor, y las hermanas mayores de Kasinga pudieron escoger su marido sin tener que renunciar a sus partes íntimas. Sin embargo, al fallecer Muhammad en 1993, todo cambió.

Fausiya, quien tenía apenas 16 años, quedó bajo la tutela de una tía que desde un principio desaprobó la libertad que su hermano les había concedido a sus sobrinas. Ese mismo verano sacó a su única sobrina soltera del colegio, y a los pocos meses la vendió a un hombre de 46 años con quien la obligó a contraer nupcias el 14 de octubre de 1994. A los pocos días de la boda una mujer, supuestamente, debía visitarla para quitarle sus partes femeninas y la tradición dice que después de 40 días, tiempo necesario para curar las heridas, el marido podía consumar el matrimonio. Pero Kasinga tenia demasiado miedo y prefirió arriesgarse.

Antes de que todo esto pudiera ocurrir, su hermana mayor la ayudó a escapar. Con 3.000 dólares y un pasaporte falso, Kasinga abandonó Togo y llegó a Estados Unidos a finales de 1994 para buscar asilo político. Esta africana nunca se imaginó que allí podría correr peor suerte que en su propio país.

Los oficiales de inmigración estadounidenses inmediatamente la detuvieron por falsedad de documentos y ahora su caso es motivo de agitada polémica en ese país. Durante los dos años de permanencia en la cárcel ha tenido que soportar cadenas en vez de esposas, cinco días de aislamiento, desnudarse ante los guardias mientras éstos la humillan y la insultan.

Su defensa está peleando para que le sea otorgado el asilo a las mujeres que, como Kasinga, han sufrido a causa de las prácticas culturales y discriminatorias de sus países de origen. El 2 de mayo de este año el juicio de Kasinga llegará a su punto crucial cuando la comisión de inmigración solicite que se considere la petición de asilo para las mujeres de las 26 naciones africanas en donde la mutilación de las partes genitales es un asunto rutinario.