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Recientemente Luis Javier Botero recibió el premio Gene Sharp, nombre del académico más importante en el tema de la No Violencia

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Te hablo desde la prisión

Por su labor con los presos y los estudiantes de Antioquia, Javier Botero fue reconocido en Belén, Palestina, como el mejor activista de la No Violencia.

11 de febrero de 2006

Luis Javier Botero ha estado tantas veces en la cárcel, que dice haber perdido la cuenta. Bellavista, el Buen Pastor, Máxima Seguridad de Itagüí, la cárcel de Menores Carlos Lleras Restrepo, el Cerso en Ciudad de México. Las ha visitado todas, en repetidas ocasiones y sólo por pasión. Y no propiamente pasión por el crimen y el delito, sino por la No Violencia.

Ese es un concepto que nació en 1849, cuando el escritor estadounidense Henry Thoreau escribió el ensayo de la Desobediencia Civil, texto que habría de influir más tarde a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King. Botero se enamoró de esta ideología en 1999 gracias a unas conferencias en Atlanta, Estados Unidos. En 2001, le habló de la No Violencia al entonces gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, quien la acogió como línea directriz de su Plan Congruente de Paz para el departamento. Ocho meses después, en una marcha de la No Violencia hacia el municipio de Caicedo, el gobernador sería secuestrado y asesinado por guerrilleros de las Farc.

"Esa muerte para mí fue más dura que la de mi papá, dice Botero, el 95 por ciento de los colombianos piensan que Guillermo Gaviria fue un tonto al marchar en la boca del lobo. No entienden que él estaba convencido de que la paz no se consigue ganándole al oponente, sino convenciéndolo. Eso es la No Violencia: convencer al otro".

A pesar de la muerte del gobernador -quien creó la primera oficina pública de la No Violencia en el mundo-, Luis Javier Botero continuó trabajando y dictando talleres por todo el departamento. La Gobernación de Antioquia, hoy en manos de Aníbal Gaviria (hermano de Guillermo Gaviria), dispone de una oficina del Plan Congruente de Paz en donde, todos los días, Botero planea y ejecuta con su equipo de trabajo acciones de paz por los municipios de Antioquia. Pero él no duda en admitir que lo que más lo emociona es la labor que han venido desempeñando en las principales cárceles del Valle de Aburrá. Y afirma, además, que son los reclusos quienes lo llamaron para comenzar con esa labor pedagógica.

La iniciativa surgió hace tres años, cuando una mamá desesperada porque su hijo estaba al borde de convertirse en un delincuente, recurrió a Harold Sánchez, uno de los 4.600 reclusos de Bellavista, para que le diera una idea de cómo educar a su hijo. "Lo mejor que puede hacer-le contestó Sánchez- es traerlo a la cárcel y yo le muestro qué es lo que se le viene encima si sigue por ese camino". La fórmula fue tan efectiva, que a los pocos días la Mesa de Trabajo por la Paz de Bellavista, liderada por Harold, se puso en contacto con la oficina de Botero para que la apoyaran con esta iniciativa de pedagogía hoy denominada Delinquir no paga.



De paseo por la cárcel

Lo que antes era un criadero de pollos en la cárcel más peligrosa de Medellín, hoy está convertido en un salón de clases en el que se reúnen, diariamente, reclusos y estudiantes para conversar sobre No Violencia.

Más de 1.800 jóvenes del departamento han visitado la cárcel en los últimos dos años como si se tratara de un paseo de colegio. Todos llegan a Bellavista a las 9 de la mañana y, después de pasar por las requisas y filtros de seguridad, se encuentran con los 30 presos encargados de enseñarles su vida: cómo duermen, lo que comen, lo que hicieron y lo que piensan. Todo en cinco horas. Tiempo en el que se espera queden convencidos de que delinquir no paga.

"Muchos llegan asustados porque es su primera vez en una cárcel -dice Hugo Gómez, uno de los 30 presos encargados de dar las charlas y quien lleva siete años en la cárcel-y es tal la impresión de los muchachos después de escucharnos, que no falta el día en el que alguno comience a llorar". Si bien las lágrimas no dan la garantía de que algunos de los estudiantes no serán los futuros delincuentes (según la oficina de Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín, el 55 por ciento de los presos de Bellavista tienen entre 18 y 25 años), las madres y los profesores sí testimonian el cambio positivo después de los talleres.

Los talleres están divididos en cuatro partes: la introducción, en la que se les explica cómo la cárcel de Bellavista pasó de tres o cuatro homicidios cada semana en 1999 a cero muertes violentas en los últimos cuatro años. Segundo, se les da un taller de una hora sobre derechos humanos. Tercero, se les dicta una charla sobre la importancia de resolver los conflictos de manera pacífica y se les expone el concepto de No Violencia. Y por último, salen a los patios a compartir las experiencias entre reclusos y estudiantes.

"En muchas oportunidades, comenta Gabriel Acosta, quien va a completar dos años de una pena de 11, a uno sí le reclaman los mismos compañeros de celda. A veces me dicen: 'Eh, Gabriel, vos bien rata que sos en la calle y te las das acá de tallerista de delinquir no paga'. Pero yo no les hago caso. Ellos después notan el cambio". Para ninguno de los 30 líderes esta iniciativa representa alguna rebaja de pena o remuneración económica, lo hacen porque sienten que su tiempo tras las rejas (que en algunos casos supera los 20 años) debe ser útil, "queremos reponerle a la sociedad lo que en algún momento, le quitamos", le dijo a SEMANA Carlos Suárez, otro de los líderes presos.

Esta iniciativa no sólo es una forma original de prevenir el delito juvenil sino que les ha permitido a estudiantes de más de 206 colegios de 38 municipios de Antioquia, conocer, de primera mano, la transformación positiva de la cárcel de Bellavista por medio de la No Violencia.

"Uno podrá llevarse los honores-comenta Javier Botero-, pero el verdadero trabajo es el de los reclusos", lo dice señalando, una por una, las cabezas de los 30 jóvenes que han escuchado sus charlas de No Violencia en Bellavista y que ahora, como expertos oradores, se las trasmiten a los estudiantes cada semana.

El pasado diciembre, la labor de Botero fue reconocida internacionalmente. Viajó hasta Belén, Palestina, para recibir el premio mundial Gene Sharp al activista de año por la No Violencia. "Puede que con este reconocimiento me conozcan más. Pero lo importante es que entendamos que a través de la No Violencia no sólo las prisiones sino el país entero puede mejorar". n