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"Todas las cosas que me interesan en la vida se combinan en el cine

Aunque no arrasó en los premios Oscar, Sofia Coppola es la directora de moda en Hollywood.

7 de marzo de 2004

Sofia Coppola deja un poco de su propia vida en sus películas. Y tal vez a eso se deba su éxito: sus cintas son tan reales y tan sentidas que el público no puede dejar de identificarse con ellas. Después de verlas, el espectador queda convencido de que la historia sucedió en algún momento y que los personajes son reales.

Desde niña, Coppola estuvo relacionada con el cine. Su padre, el gran director Francis Ford Coppola, la llevaba a los rodajes. Mientras que él dirigía a Brando, a Pacino y a De Niro, la joven Sofia miraba desde un rincón y aprendía, en silencio, a hacer cine con los más grandes. Justamente su primer trabajo fue en 1972, en la primera parte de El Padrino, en la que hizo el papel de nieta de Vito Corleone. Luego actuó durante 10 años con el seudónimo Domino. Su debut como guionista se dio en 1989, cuando escribió el segmento de Historias de Nueva York que dirigió su padre.

En su primera película, Las vírgenes suicidas, de 1999, contaba la historia de una familia en la que cinco niñas se suicidaban sin ninguna explicación. En esta primera, cinta escrita y dirigida por ella, casi no utilizaba diálogos sino que creaba una atmósfera inquietante. Pero detrás de la historia de estas niñas suicidas se escondía su mirada desencantada sobre la vida.

Luego vino Perdidos en Tokio, una película casi biográfica en la que cuenta la historia de dos personajes que se encuentran en un hotel en Tokio y que gracias a su soledad se unen para siempre. En una entrevista cedida por The New York Times a SEMANA, Coppola habló sobre la película:

¿Cómo fue el proceso para pasar de la idea a la escritura del guión?

Sofia Coppola: Pensé mucho en esta historia mientras estaba en Tokio, una ciudad que conozco muy bien. Durante mis visitas tomaba notas sobre las cosas que me llamaban la atención y un día me senté a escribir, no necesariamente un guión, sino más bien una serie de cuentos breves. Luego me puse a tomar fotos para imaginarme cómo se vería. Más tarde utilicé ese material para escribir el guión.

¿Podía haber contado la misma historia en otro lugar del mundo?

S.C.: Tokio siempre fue el punto de partida para contar esta historia. Me encantaba cómo quedaban las luces de neón en las calles atestadas de gente. No me imagino Perdidos en Tokio en ningún otro lugar.

¿Cómo logró meterse en la mente de un hombre de 50 años con crisis existencial?

S.C.: No sé por qué se me ocurrió escribir una historia sobre un personaje semejante. Sin embargo, era algo que desde un principio me atrajo mucho. Yo quería contar la historia de este hombre que atraviesa una crisis existencial en Japón, donde todo es muy confuso para un occidental. Creo que la crisis que uno suele tener a los 20 años, cuando se pregunta qué va a hacer con su vida, resulta similar a la que atraviesa la gente a los 40 o a los 50. La crisis existencial carece de edad.

¿Resolvió sus crisis de los 20 años gracias al cine?

S.C.: Mi crisis a esa edad pasaba por no saber qué era lo que quería hacer profesionalmente. Por eso intenté de todo un poco. Era más o menos buena en un montón de cosas pero en ninguna destacaba, lo cual me frustraba mucho. De todos modos, yo no era una veinteañera corriente porque quería estudiar arte y aprendí muchas cosas. Cuando filmé mi primer corto sentí de golpe que todas las cosas que me interesaban en la vida se combinaban en una sola actividad: el cine.

¿Por qué en la familia Coppola hay tanto talento artístico?

S.C.: No lo sé, pero lo llamativo es que viene de una larga tradición, porque antes de que existiera el cine mis antepasados eran músicos y artistas. Supongo que es una cuestión genética.