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Trapos al sol

El hallazgo de sus restos y la revelación de sus archivos personales resucitan la atención mundial sobre el último zar ruso y su familia.

6 de julio de 1992

HACE UN PAR de meses el príncipe Miguel de Grecia, descendiente directo de los desaparecidos zares de Rusia, recibió una notificación oficial de Moscú en la que se le informaba que dentro de los archivos centrales del Estado se encontraba una gran cantidad de material personal (documentos y fotografías) pertenecientes a los Romanov, los cuales estuvieron guardados durante 70 años. La persona que firmaba la notificación consideraba que debía ser un miembro de la familia quien los revisara por primera vez después de tanto tiempo. El príncipe se desplazó a Moscú y en un pequeño cuarto polvoriento y a la luz de un único bombillo, vio salir del pasado a una familia cuyo triste final conmovió a la humanidad.
Entre los 30 volúmenes forrados en cuero y sellados con el escudo imperial, el príncipe encontró el diario personal del Zar, escrito de su puño y letra, una gran cantidad de correspondencia familiar y álbumes con fotografías que no se habían visto nunca antes y que hicieron un largo recorrido de silencio. En 1917, cuando se inició la revolución, la Tcheka -policía secreta imperial- puso a buen recaudo los bienes personales del zar Nicolás y su familia. Más tarde pasaron a manos del KGB que los mantuvo ocultos durante 70 años hasta que, con la perestroika, fueron entregados al Archivo Nacional de Rusia. Fueron ellos quienes entraron en contacto con el príncipe de Grecia.
La mayoría de las fotografías registran momentos no oficiales de la familia, además de sacar a la luz a personajes como Rasputín -de quien sólo existía una mala fotografía-; el ángel guardián del príncipe Alexis, hemofílico, quien era custodiado al extremo por un miembro de la marina real, asesinado el día del asalto al palacio de Invierno. También hay fotografías sobre los momentos de ocio y de enfermedad del Zar, y un estudio espectacular realizado a sus cuatro hijas -Olga, María, Tatiana y Anastasia- que hace difícil creer que alguien haya tenido el valor de dispararles un tiro de gracia. Y, como si estuviera previsto que el fantasma de esta trágica familia volviera por sus fueros al terminar el siglo, la semana pasada un equipo de arqueólogos encontró en un parque cerca de Ekaterimburgo a 800 kilómetros de Moscú, unos restos humanos que, según ellos, son de la familia imperial asesinada. Los restos, en riguroso estudio científico y de ser lo que se espera, abren la posibilidad de esclarecer el misterio de la muerte del último zar y su familia. Aunque se sabe que fueron asesinados el 17 de julio de 1918, existen muchas versiones sobre la forma en que sucedió y, sobre todo, sobre la posibilidad de que Anastasia, la más pequeña de las niñas, hubiera sobrevivido. -