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Un hombre fuera de serie

Fernando Gómez Agudelo, el gestor de la televisión colombiana, recibio la Gran Cruz de Boyacá en reconocimiento a una vida y obra ejemplares.

28 de septiembre de 1992

SI LA ORDEN DE LA GRAN CRUZ DE BOyacá fue creada por Simón Bolívar para reconocer los esfuerzos, sacrificios y aportes hechos a la nación, es difícil encontrar un nombre más apropiado para recibirla que el de Fernando Gómez Agudelo. Porque su caso no es sólo el de toda una vida dedicada a crear y crecer en Colombia la televisión, un medio que es piedra angular del mundo de hoy, sino el de una obra realizada sobre la base de unos principios nobles que no han conocido derrota en ese mundo cambiante y agresivo. Principios que han sido siempre sostén de sus pasiones. Fue precisamente su pasión por la música la que lo introdujo en el mundo del poder y los medios de comunicación cuando tenía 22 años y fue encargado de la dirección de la Radio Nacional. Estando allí, otra de las pasiones de su vida -la tecnología-lo llevó a aceptar el reto de montar la televisión en la escarpada geografía colombiana en tiempos de mula.
Corría 1953. Han pasado ocho lustros y Fernando Gómez al comando de su programadora, RTI, ha navegado todas las tormentas que ha sufrido la televisión en este país. De las tres empresas de televisión que inauguraron el medio hace años, una prácticamente desapareció, otra fue absorbida por un conglomerado económico, y sólo RTI ha sobrevivido con el espiritu original y sin recursos distintos a la tenacidad y creatividad de su conductor.
Hoy Fernando Gómez ya no es sólo el hombre que trajo la televisión a Colombia, sino una especie de conciencia beligerante que a pesar de las modas, los delirios por el rating y las ansias de poder que son propias del medio, ha podido enaltecerlo manteniéndose fiel a su creencias. Sus convicciones lo han enfrentado a través de los años con toda suerte de personalidades de la vida pública y privada que siempre han sabido que lo que salga de sus labios es una verdad rotunda. Al recordar esos tiempos, Fernando Gómez concluye que el motor de sus querellas consistió en que "nunca le hice ninguna reverencia al poder en cambio sí todas a la justicia".
Ese valor que ha demostrado durante toda su vida profesional, esta exhibiendo sus mejores dotes ahora que la enfermedad lo enfrenta a un momento determinante de la vida. Con el fino humor que lo ha caracterizado siempre y una calidez humana que no se da silvestre, Fernando Gómez Agudelo afirma estar seguro de que al final del camino de una vida como la suya -digna-tendrá lo que para el constituye la mejor recompensa: sentarse a la diestra de Johann Sebastian Bach.