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Una de las atracciones del museo dirigido por Samper es este elefante de 12 toneladas

CIENCIA

Una vida en el museo

Cristián Samper, un biólogo colombiano, ha sido el responsable de que el Museo de Historia Natural, el cual dirige, se haya convertido en el más visitado de Estados Unidos.

20 de marzo de 2010

Suena curioso pero es verdad: un científico colombiano es el director del museo más visitado de Estados Unidos y el segundo del mundo. Se trata de Cristián Samper, un biólogo criado y educado en Bogotá que desde hace siete años dirige en Washington el Museo de Historia Natural. Su gestión ha sido impresionante. En 2009 logró que la entidad recibiera la asombrosa cantidad de 7,6 millones de visitantes, una cifra sólo superada por el Louvre en París, con 8,5 millones, y muy por encima del tercero en la lista, el Museo Británico en Londres, con 5,6 millones.

El recorrido que hizo Samper hasta agarrar las riendas del museo perteneciente a la famosa Institución Smithsoniana es bien interesante. Nacido en Panamá hace 41 años pero de familia bogotana, Cristián Samper era un niño que, en vez de meterse a la piscina en la finca de un pariente, se ponía a buscar insectos en los potreros. Graduado luego del Colegio Anglo Colombiano, estudió biología en la Universidad de los Andes y se fue a cursar un máster y un doctorado a la Universidad de Harvard en Estados Unidos. Volvió al país a hacer investigaciones en la selva y fue uno de los fundadores del Instituto Humboldt.

En 2001 se marchó a Panamá para ocupar un cargo directivo en el Instituto de Investigación Tropical que depende de la Institución Smithsoniana. Fue un tiempo fructífero para él, en el que incluso debió profundizar en la vida de los murciélagos. "Allá me enteré de la apertura de un concurso para dirigir el Museo de Historia Natural. Pensé el tema, me metí, y gané", dice Cristián, que procede de un ilustre clan familiar de científicos, empresarios e intelectuales santafereños como el empresario José María Samper Brush y el ex presidente Ernesto Samper.

No era asunto de poca monta. El museo, inaugurado en 1910, alberga 126 millones de elementos de todo tipo, dentro de los cuales hay 30 millones de insectos. También cabezas de la cultura olmeca talladas hace 20 siglos, fósiles de 400 millones de años, y gigantescas esmeraldas de las minas de Muzo en Colombia.

Sin embargo, como indica Samper, "la joya de la corona, la Mona Lisa del museo, es el diamante Hope, una piedra preciosa de 44,2 quilates, la más célebre de su género en el mundo". Con más de 1.000 millones de años y extraída en la India, se dice que era el ojo de la escultura de una diosa hindú. La tuvieron en sus manos, entre otros, el rey Luis XIV de Francia (el que afirmaba "el Estado soy yo") y la acaudalada familia anglo-holandesa Hope hasta que en 1958 el coleccionista norteamericano Harry Winston, que no creía en leyendas, se la donó al museo y la hizo llegar por correo ordinario en un sobre de manila.

Hace tres años, y en parte por todas estas atracciones, el museo que dirige Cristián Samper le arrebató el título del más visitado en Estados Unidos a su vecino, también de la Institución Smithsoniana en Washington, el Museo del Aire y el Espacio. No era fácil. En este último se encuentran no sólo el Flyer de los hermanos Wright -el primer artefacto más pesado que el aire en levantar vuelo- sino 'El espíritu de San Luis' en el que Charles Lindbergh cruzó por primera vez el Atlántico. También el Enola Gay que lanzó sobre Hiroshima la bomba atómica en 1945- y la Apollo 11 -la cápsula que llevó al hombre a la Luna en 1969-.

¿Cómo logró el Museo de Historia Natural alcanzar tal honor? En primer término, por estar en el Mall, la gran explanada central de la capital, a pasos de la Casa Blanca, del obelisco, del Capitolio y de los monumentos a Lincoln y a Jefferson. Y además porque Samper, que junto con Luis Alberto Moreno, el presidente del BID, son los dos colombianos más destacados en esa ciudad, ha modernizado las exhibiciones que ahora son más interactivas.

Otro interrogante que planea sobre Samper es si algún día se convertirá en el director de la Institución Smithsoniana. Hace tres años ocupó el cargo de forma interina luego de la renuncia de Lawrence Small tras haberse gastado dudosamente dos millones de dólares de la entidad. Eso lo transformó en candidato futuro para el cargo, aunque él sueña con regresar a Colombia.

Sin duda un factor decisivo en el éxito de esta entidad es que forma parte de la Institución Smithsoniana, que con 19 museos, un zoológico y varios centros de investigación es la cadena más grande de su clase en el mundo. Su historia es fascinante, pues fue creada, después de muchos ires y venires, con la fortuna de James Smithson, un brillante científico inglés nacido en París y graduado en la Universidad de Oxford.

El caso es que a la muerte de Smithson, en 1829 en Génova, se supo que en su testamento había una cláusula por la cual dejaba medio millón de dólares de la época (algo así como 11 millones de hoy) para "fundar en Washington, con el nombre de Institución Smithsoniana, una entidad con el objeto de difundir el conocimiento".

La plata no llegó con facilidad a Estados Unidos. Para empezar, las 105 bolsas repletas de monedas de oro arribaron al puerto de Filadelfia después de un pleito de nueve años en Inglaterra por la sucesión de Smithson. Y más tarde, varios políticos norteamericanos trataron de emplear el dinero en otra cosa. Menos mal se les atravesó el entonces ex presidente John Quincy Adams, por quien la Institución se pudo establecer en 1846.

La pregunta que mucha gente se hacía en aquella época era por qué Smithson le había dejado semejante fortuna a Estados Unidos si jamás había estado allí. La respuesta es simple: por vengarse de su padre. Y es que Smithson sólo pudo usar ese apellido cuando cumplió 41 años porque era hijo ilegítimo del duque de Northumberland.

Lo cierto es que James, furioso por el desprecio de su padre, recibió una herencia jugosa por el lado materno y un buen día, para sacarse el clavo, escribió una carta en la que consignó la siguiente frase: "Mi nombre vivirá en la memoria de la gente cuando todos los títulos de los Northumberland se hayan extinguido y olvidado". Y a fe que tuvo razón. Smithson ha entrado a la historia gracias a las más de 20 millones de personas que anualmente ven en Washington los museos; una historia a la que le ha hecho un aporte muy valioso un colombiano llamado Cristián Samper.