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Una voz en el desierto

Susan Sontag fue una de las plumas más valerosas y profundas del siglo XX. Sin embargo, poco o nada se sabe de su vida privada ni de su relación con la fotógrafa Annie Leibovitz

9 de enero de 2005

A primera vista podría decirse que Susan Sontag nació y vivió en el lugar equivocado y en la época que no tocaba. La escritora, que falleció a los 71 años en Nueva York posiblemente como consecuencia de una leucemia, decidió oficiar de intelectual en medio de la aridez de Estados Unidos. Para colmo, en los últimos años de su vida prevalecieron ideologías como 'el fin de la historia' y la histeria moralista y patriótica del gobierno de George W. Bush. Pero fue tal vez por escribir y debatir en un ámbito y un tiempo tan poco amigos de la reflexión, ella logró gran notoriedad. Lo anterior no significa que fuera una intelectual de poca monta. De ella dijo alguna vez el escritor mexicano Carlos Fuentes: "No conozco a ningún otro intelectual que tenga una mente tan clara y esa capacidad de enlazar, conectar, relacionar. Ella es única". Sontag nació en Nueva York en 1933. Su padre murió de tuberculosis cuando ella tenía 5 años de edad, por lo que se crió con unos familiares lejanos. Tuvo una educación universitaria privilegiada y aprovechó al máximo lo que ella consideraba "probablemente la mejor educación universitaria del planeta". Se casó con un profesor cuando tenía 17 años y nueve años más tarde lo dejó para convertirse, según sus propias palabras, en otra persona. En 1976 le encontraron cáncer de mama y los médicos no le dieron más de dos años de vida. Muchos años después, en 1997, le dijeron que tenía cáncer en el útero. Sontag se hizo querer y también odiar por lo que expresaba públicamente. Cuando se opuso a la guerra de Vietnam declaró que la raza blanca era "el cáncer de la historia humana" y calificó a Estados Unidos de ser un país "apasionadamente racista" y "fundado en el genocidio". También recibió infinidad de críticas en Estados Unidos cuando publicó un ensayo en la revista The New Yorker en el que decía que los atentados del 11 de septiembre de 2001 no habían sido "cobardes" sino "un acto llevado a cabo como consecuencia de las alianzas y acciones específicas de Estados Unidos". El hecho de ser izquierdista jamás le impidió denunciar públicamente las atrocidades de regímenes como el de Fidel Castro. Durante su visita a la Feria del Libro de Bogotá en 2003 acusó a Gabriel García Márquez: "El premio Nobel colombiano da pena y resulta ridículo por su silencio sobre la represión en Cuba". Sentía especial rechazo por los poderosos y los calificaba sin contemplaciones. George W. Bush, "ese señor horrible de Tejas" que tras los ataques del 11 de septiembre "pasó de la cretinez más absoluta a la siniestralidad más lúgubre". Pero si Sontag sentaba posición públicamente sobre lo divino y lo humano, siempre mantuvo su vida privada en la mayor reserva. De hecho, en los días posteriores a su muerte los medios han comenzado a indagar los pormenores de su relación con la célebre fotógrafa Annie Leibovitz que, se cree, duró unos 15 años. Cuando Annie Leibovitz dio a luz a Julia Margaret Cameron, su única hija, organizaron una celebración conjunta a la que asistieron los aristócratas de la intelectualidad de Nueva York. Pero, ¿dónde estaba el padre? Nadie supo responder aquella pregunta. Según las malas lenguas, Julia es el resultado de un procedimiento de inseminación artificial a partir de esperma de David Reiff, hijo único de Sontag, aunque Marilyn, madre de Leibovitz, lo negó de manera rotunda. Ella afirmó que el esperma venía de un banco y también señaló que Sontag asistió al parto y que Leibovitz llevó su cámara para fotografiar a la recién nacida. Pero poco más que eso se conoce. Una posible explicación puede ser que tanto Sontag como Leibovitz, figuras más que reconocidas, jamás quisieron aprovecharse de su prestigio para hacer proclamas acerca de sus preferencias sexuales y para defender la causa del homosexualismo, que muy probablemente la enredara en interminables debates moralistas que hubieran enturbiado el verdadero alcance de sus ideas, que hicieron de ella una de las mentes más lúcidas y trascendentales de los últimos 50 años.