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Valor bajo cero

Se conmemoran 85 años de la expedición de Ernest Shackleton, el explorador que, junto con sus hombres, logró sobrevivir año y medio perdido en la Antártida.

27 de diciembre de 1999

El 5 de diciembre de 1914 la desértica isla de Georgia del Sur vio zarpar al Endurance, un bergantín comandado por Ernest Shackleton. El avezado explorador tenía como meta cruzar a pie la congelada Antártida, ajena a los horrores que se vivían en Europa a causa de la Primera Guerra Mundial .

Internados en la boca del lobo, Shackleton y su tripulación navegaron mes y medio sorteando las inclemencias del Mar de Wedell, un mar cubierto de hielo que colinda con el litoral antártico y que atormenta a los marineros gracias a sus 1.500 kilómetros de icebergs.

Pero la dicha duró poco. El 18 de enero de 1915 la temperatura bajó y el agua alrededor del barco se congeló, dejándolo atrapado.

Lejos de la civilización, incapaz de pedir ayuda y sabiéndose responsable de la vida de 27 hombres, 60 perros y un gato, Shackleton tomó la decisión de renunciar a su sueño de gloria y procuró un regreso seguro para sus compañeros.

Su experiencia en el Polo Sur le había enseñado que en una situación así lo único que restaba era aguardar la llegada de la primavera, y con ella el deshielo de las placas. La espera duró nueve meses, en los que los intrépidos hombres aprendieron a sobrellevar el invierno austral, que no tardó en hacer estragos.

El 27 de octubre ocurrió lo que más temían. La continua presión de las placas destruyó el armazón del Endurance y los marineros tuvieron que abandonar su refugio y pasar la primera noche a la intemperie a temperaturas bajo cero.

Sin barco y con el temor de perecer congelados o, en el mejor de los casos, en los colmillos de algún león marino gigante, Shackleton decidió buscar una salida al mar. Pero emprender una marcha sobre las quebradizas placas era peligroso, así que en los siguientes seis meses se dedicaron a observar el desplazamiento del hielo hacia el norte. Si la corriente seguía esa ruta era muy probable que la masa se deshiciera y se pudieran echar al agua los botes salvavidas.

A esa altura de la travesía Shackleton ya había ordenado sacrificar a los perros y al gato, por lo que los pingüinos se convirtieron en la dieta obligada.

Después de mucho esperar el 9 de abril de 1915 se hicieron nuevamente a la mar. La travesía por la embravecida corriente los obligó a corregir el rumbo y luego de una semana de viaje desembarcaron en las desoladas costas de la isla Elefante. Habían transcurrido 497 días desde la última vez que habían pisado tierra.

Sin embargo Shackleton sabía que aún estaban en problemas. El islote estaba deshabitado y las probabilidades de que algún barco pasara eran escasas. Dispuesto a llevar a sus hombres a la civilización, el 24 de abril armó un pequeño grupo y se arriesgó a navegar los 1.300 kilómetros que los separaban de Georgia del Sur. Para llegar allí fueron necesarios 16 días en alta mar, en los que se enfrentaron con ballenas y capearon olas de 15 metros. El 10 de mayo llegaron sanos y salvos pero allí les esperaba otra odisea, pues debían atravesar 35 kilómetros de montañas para encontrar un poblado.

Por increíble que parezca Shackleton lo logró. El 20 de mayo regresó al puerto del que había partido año y medio atrás. Durante los tres meses siguientes trató de regresar a la isla Elefante y, después de varios intentos fallidos, el 30 de agosto alcanzó la costa en donde lo esperaban ansiosos sus compañeros.

Desde entonces han pasado 85 años y para conmemorar su heroico viaje se han editado libros (Planeta lanzará uno en español) y realizado exposiciones, documentales y una subasta en Christie’s. Columbia Tristar Pictures llevará su vida al cine el próximo año y varios museos han planeado exhibiciones sobre su maravillosa hazaña pues, como él mismo dijo, “no perdimos ni una vida y estuvimos en el infierno”. n