| Foto: Comercial

VIDA

Un nuevo comienzo

Aceptación, flexibilidad y resiliencia son las claves para asumir los cambios que llegan con una separación o la viudez.

26 de noviembre de 2018

La ruptura nunca es fácil. Es compleja. Hay tantas circunstancias como colores. Pueden ser, por ejemplo, dos personas que se unieron muy jóvenes, tuvieron hijos y se enfocaron en educarlos, en formarlos. Pero ahora ellos ya no están, el nido está vacío y, de repente, uno —o los dos— ya no le ve el sentido al proyecto de vida construido. O bien, alguien decide que, definitivamente, es el momento de vivir cosas nuevas y que la pareja ya no debería estar en ese camino. En todo caso, es un giro radical, un cambio que, sin embargo, es necesario afrontar.

Primero viene, según la psicóloga María Elena López, la etapa de la aceptación. Al principio se da un duelo: la persona se pregunta por qué pasó, qué hizo mal, y se experimentan diferentes sentimientos: rabia, tristeza, nostalgia, culpa. Cada uno lo vive a su manera. “Pero al final es necesario aceptarlo. Pasar del ‘¿por qué me pasó a mí? al ‘¿para qué me pasó’?”, explica López, quien agrega: “hay que atravesar el dolor para poder sanar”.

De acuerdo con la psicóloga Tatiana Barreto, una recomendación es: evitar cargas de culpabilidad excesiva y victimización. Terminar una relación no equivale a que la persona no sea valiosa. Es algo que, simplemente, cabe dentro de las posibilidades.

Una de las claves, según López, es identificar qué tipo de apoyo se requiere en ese momento y, a partir de esto, buscar ayudas específicas. Hay quienes quieren reforzar su lado espiritual y acceden a grupos de oración. Unos optan por el acompañamiento de un psicólogo. Otros, apuestan por prácticas como el yoga. Es hacer frente a la situación, pero sin saturarse ni agobiarse.

No obstante, “los duelos no pueden durar toda la vida”, comenta López. Allí entra a jugar la flexibilidad, la capacidad de entender los cambios, que las cosas no deben seguir iguales y que llega el momento de transformación, de reconstrucción. “Es la oportunidad de replantear mi individualidad, continuar con mis proyectos vitales, sintiéndome capaz de lograrlo, sin dependencias emocionales, apalancándome en otro tipo de relaciones sociales: amigos, compañeros de trabajo y familia”, señala, por su parte, Barreto.

De modo que, poco a poco, se refuerza la resiliencia, la habilidad de levantarse y construir en la adversidad. Allí se abre entonces un abanico de innumerables posibilidades. La persona puede acercarse, por ejemplo, a viejos amigos. O bien, dedicarse de lleno a hobbies que no disfrutó antes: viajar por el país o por el mundo, aprender a tocar un instrumento, a pintar, ir a cineclubes, clubes de lectura, practicar algún deporte o ir al gimnasio.

No está mal, después de un tiempo, buscar una nueva relación como la que se tenía antes o bien, otras alternativas. Amigos con quienes se comparten ciertos espacios: salir a almorzar, tomar un café, una cerveza o viajar.

La muerte de la pareja sí es, en definitiva, una circunstancia opuesta. Al final, es algo que se sale del control. Naturalmente, tras este suceso viene un duelo, pero, por más difícil que sea, la vida sigue. “En ese caso se debe reconstruir desde el amor, no desde el dolor. Muchas veces una persona llega a nosotros, pero no puede convertirse en nuestra vida entera. Somos responsables de seguir escribiendo nuestra historia”, concluye Barreto.

Destacado

Según cifras reveladas por la Superintendencia de Notariado y Registro en 2017, desde 2014 en Colombia los divorcios aumentaron un 39 por ciento y los matrimonios han disminuido un 3,3 por ciento.