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Hogar y familia

Salario y las ganas de casarse: ¿tendrán algo que ver?

Cuando el amor llega, cada persona tiene una forma distinta de demostrar que está dispuesta a comprometerse en una relación. Entre eso, el matrimonio puede ser una opción. Pero parece que hay un factor financiero para que haya personas que no quieran hacerlo.

8 de abril de 2016

Hay varias razones por las que una persona decide casarse: por amor, por conveniencia, porque no quiere dejar ir a la persona de su vida o porque considera que es una de las mejores demostraciones de afecto para aceptar un compromiso “para siempre”.

Y si bien existen casos en los que la persona toma la decisión influenciado por sus sentimientos, también pueden influir la compatibilidad de los estilos y proyectos de vida, de las dificultades superadas a lo largo de la relación y, en algunos casos, también los beneficios que pueden llegar a resultar de esa unión.

Pero, si se mira a lo largo de los años, la tendencia es que las mujeres ahora tienen un papel de decisión mucho más fuerte cuando se trata de decir el “sí quiero”: la participación en la política (al poder votar), una mayor presencia en las empresas y en cargos gerenciales, así como la posibilidad de continuar con su formación académica y viajar por el mundo.

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Entonces, aunque pareciera que son ellas las que más se entusiasman con el hecho de casarse, los hombres también están teniendo un papel mucho más activo al respecto, tomando la decisión y haciendo la propuesta. El tema es que puede que se encuentren con un “no” y no, precisamente, porque no haya amor.

Un reciente estudio elaborado por la Universidad de California muestra algunos de los incentivos económicos que pueden llevar a una respuesta de este tipo: el aumento en las opciones de empleo y la posibilidad de elegir tener o no hijos, de cierta forma reflejado en mejores salarios para ellas; tienen un fuerte poder de influencia en aceptar o no un matrimonio.

En cifras, la tasa de matrimonio se ha disminuido cerca de 20% en los últimos 30 años debido a las crecientes remuneraciones que reciben las mujeres en sus trabajos, especialmente en comparación con los que serían sus potenciales parejas.

Lo que se esconde detrás de esto es el cambio de mentalidad que hace que el género femenino considere ser menos dependiente económicamente de su pareja y tener la posibilidad de ser capaces de asumir sus propias vidas con sus gustos y gastos personales. Entonces, la decisión de casarse estaría más arraigada hacia una voluntad de querer formar familia que, en sí, por otros factores como los que ya mencionamos.

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En cifras específicas, The Atlantic hace un análisis y publica que “por cada aumento de 10% en los salarios de las mujeres en relación con el de los hombres, hay una disminución de 5,3% en la probabilidad de que la mujer quiera casarse”. Además, hay que tener en cuenta otro factor y que “el aumento de los salarios significa que las mujeres se vuelven más propensas a trabajar más horas (ya que cada hora de trabajo hace ganar más) además, de que les permite ser financieramente independientes”.

Los indeseables

Por supuesto esto también sugiere que ellas consideran los ingresos de su posible pareja o prospecto: buscan personas con un nivel de formación mayor al de ellas, lo que los hace ver como “partidos más deseables” y que son menos propensas a hacerlo con alguien que tiene un nivel inferior de educación al de ellas.

Eso sí, la brecha entre los salarios de ellos y ellas aún permanece y para unas profesiones puede ser más pronunciada que en otras, pero también hay casos en los que una pareja puede verse beneficiada en una unión matrimonial al poder compartir las responsabilidades financieras de llevar un hogar. Así que también puede verse como una ventaja.

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