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| Foto: Jacqueline Cujilema

RECICLAJE

Las manos que hacen de la basura obras de arte

Bolsas, tapas, alambres, cables, latas de cerveza, y cintas de cassettes se convierten en canastos, adornos, bolsos, cortinas, tapetes, chaquetas e incluso vestidos gracias a la creatividad y la conciencia ambiental de una mujer bogotana.

5 de octubre de 2017

Los desechos y su adecuado tratamiento son uno de los principales problemas ambientales que enfrenta nuestro planeta. Según datos registrados en el “Waste Atlas”, mapa interactivo con cifras mundiales de gestión de residuos sólidos impulsado por la Universidad de Leeds y otras organizaciones sin fines de lucro, desde el 1 de mayo del 2012 hasta la fecha se han generado cerca de dos 2 billones de toneladas de residuos en el mundo y sólo el 19 por ciento se recicla o se recupera.

Los tres países más contaminantes por año en el mundo son China, con 300 millones de toneladas de residuos sólidos, Estados Unidos con 228 millones y la India con 226 millones. En Colombia, de acuerdo con datos proporcionados por el Ministerio de Ambiente, se producen 11,6 millones de toneladas de basura al año y sólo se recicla el 17 por ciento.

Miles de personas en todo el mundo optan por cambiar sus estilos de vida e impulsan el reciclaje a diario, con el fin de parar de alguna manera la contaminación del planeta y aprovechar al máximo lo que muchos consideran basura.

Para Saray Rojas el reciclaje es parte fundamental de su vida. Esta mujer de 62 años combina su oficio de estilista con el de artesana, para lo que utiliza materiales recolectados de la calle. Ella nació en el municipio de Zipaquirá, pero lleva viviendo 47 años en Bogotá, en el Barrio San Luis, donde con gran esfuerzo montó una peluquería que lleva su nombre y que además sirve de taller para sus creaciones, las cuales realiza cuando el flujo de clientes es bajo. “Las manos son mágicas, lo que uno quiere lo puede hacer. Con mis productos quiero reciclar y evitar que se contamine el medio ambiente y también recibir un ingreso económico por mis obras, pues en ocasiones la peluquería no es rentable”.

La esquina derecha del local fue el sitio asignado para su taller. Una mesa, dos sillas y una repisa sirven para iniciar el trabajo. Su herramienta principal es una aguja de tejer, con lo que moldea variados materiales como bolsas de basura recicladas, tapas de botellas, alambres, cables de computadores, anillos de latas de cerveza, cintas de cassettes viejos, entre otros, para así dar forma a canastos, adornos, bolsos, cortinas, tapetes, chaquetas e incluso vestidos.

Todo lo que emplea Saray para sus obras es de origen reciclado: “Yo reciclo todo. Cuando paso por la calle recojo corchetas de latas, las lavo con agua caliente y las arreglo. En ocasiones, los dueños de los negocios me obsequian el material o los recicladores de calle me venden lo que necesito, por ejemplo, las botellas de plástico o las tapas de cerveza”.

Con una fibra de árbol ella crea un cojín. Para un bolso usa 35 bolsas plásticas. Estos materiales los corta y los convierte en una especie de hilo para así tejerlos hasta obtener el producto final: “hagamos algo por el planeta, recojamos lo que es reutilizable porque se pueden hacer muchas cosas”.

La creación que más le llena de orgullo y satisfacción es una chaqueta elaborada con 3.700 anillos de latas de cerveza que tardó dos meses en confeccionar y que está valorada en 400 mil pesos.

Sin embargo, la obra de sus amores fue la que elaboró con un hilo de poliéster reciclado que su esposo le regaló cuando trabajaba en una empresa de autopartes. Ella lo procesó y lo convirtió en su vestido de boda.

Con más de 50 años tejiendo, ha elaborado más de mil productos, aplicando sus técnicas, las cuales  fueron ideadas de forma empírica: “vengo de una familia humilde de nueve hermanos. Mi madre nos crió sola  y para sobrevivir teníamos que reciclar. Aprendí a tejer en un basurero desde los 4 años y lo hacía con espinas de pino del monte, a las que les hacía un huequito con un alambre y les metía el hilo. No fue fácil, pero siempre he sido creativa”.

El sueño de Saray es construir un vestido de novia con bolsas plásticas para luego exponerlo por las principales ciudades del país y del mundo. Ella estima que utilizará aproximadamente unas mil bolsas. Hace algunos meses elaboró el diseño en miniatura, el cual fue vendido por 10.000 pesos: “una cliente se enamoró de mi vestido pequeño y me insistió que se lo vendiera para dárselo a su nuera como regalo de bodas”.

Todo este trabajo tal vez no le ha representado muchas ganancias, pero le ha granjeado un especial reconocimiento entre sus vecinos del barrio. Por eso, cuando pasan por su peluquería taller, todos la saludan cálidamente y le preguntan que cómo está “la artesana del reciclaje”.