Corría el año 2009, Islandia se encontraba en una crisis económica que había logrado la dimisión del gobierno y gracias a numerosas protestas ciudadanas se habían realizado elecciones anticipadas. Ante tal panorama varias multinacionales se plantearon seguir o no en el país nórdico.
La cadena de comidas rápidas McDonalds fue una de las multinacionales que decidió abandonar el país ante la crisis y las bajas ventas. El 31 de octubre de 2009, fue el último día en el que abrió la cadena y ese mismo día al caer la tarde un hombre llamado Hjörtur Smárason, fue el receptor del último combo vendido en tierras islandesas. Smárason recuerda que nunca tuvo la intención de comerse el combo, sino que lo compró porque lo consideró un recuerdo, un “pedazo de historia”.
Lo sorprendente del caso es que luego de 1930 días, casi seis años después de ser preparado y puesto a la venta el famoso McCombo sigue intacto. (Vea: Cada año se desperdician 1300 millones de toneladas de comida)
Después de estar unos meses en la casa de Smárason, la hamburguesa fue llevada al Museo Nacional de Islandia. Allí los curadores pensaron que el ‘pedazo’ de historia no duraría más de un año. No obstante, allí estuvo cerca de cinco años y luego fue cedido al Bus Hostel de Reikjavík donde reposa acompañado de una cámara web que documenta, en vivo y en directo, su proceso de descomposición aplacado aparentemente por un sinnúmero de conservantes puestos en una comida que está pensada para consumirse en poco tiempo.
El hecho ha abierto el debate sobre si se necesitan tantos conservantes para un producto destinado al consumo inmediato. Porque más allá de que el hecho es bastante curioso, vale la pena detenerse a pensar en la cantidad de conservantes artificiales que tiene la comida que consumimos a diario y qué tan beneficioso es para nuestro cuerpo la ingesta de este tipo de alimentos.