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"Empire" (2011), de Carlos Castro; "Damn Right! - Norwegian Wood?" (2013), de Humberto Junca.

artistas colombianos en noruega

Lo que está pasando en Oslo

Por: Lina Vargas* Bogotá

El 28 de febrero se inaugura una exposición de arte colombiano contemporáneo en Noruega que promete una mirada distinta de la realidad nacional.

No tiene nada que ver con los diálogos de paz, pero vaya coincidencia. Es la primera exposición de arte colombiano contemporáneo que se realiza en Noruega y una de las más grandes en Europa, que se inaugurará en Oslo este 28 de febrero e irá hasta junio. Su curador es Marius Wang, un artista noruego que llegó a Bogotá hace diecisiete años y cuyo español, casi perfecto, no se siente incómodo cuando dice con acento capitalino “a lo bien” o “coronamos”. El nombre de Marius Wang es conocido en el mundo artístico alternativo bogotano, el mismo que desde hace unos años ha ido tomando fuerza frente al cerrado circuito de las galerías comerciales y del que han salido algunos de los proyectos artísticos más interesantes de la última década. Wang estudió arte en Noruega y en el 2005 fundó, junto a la artista colombiana Olga Robayo, El Parche, un espacio independiente de residencias artísticas para noruegos en Bogotá. Wang es del tipo de extranjero que sabe moverse en el centro de la ciudad y piensa que el país es algo más que pasión. Lleva dos años y medio preparando la exposición, a la que llamó Colomborama, compuesta por cinco muestras individuales y una colectiva con el título de Bogotápolis. Wang dice que todo tiene que estar listo mañana. Faltan dos semanas para la apertura.

Las obras viajarán desde distintas partes de Colombia e incluyen fotografía, dibujo, objetos encontrados, sonido, videoinstalación y performance. Los artistas que participarán en la muestra son los bogotanos Jaime Ávila, Carlos Castro, Andrés Felipe Uribe, Carlos Bonil, Elkin Calderón, Edwin Sánchez, José Alejandro Restrepo, Humberto Junca, Víctor Albarracín, Jimena Andrade, Mauro Renato Benavidez y Crack Family; la cartagenera María Isabel Rueda; el plateño Edinson Quiñones, Angélica Teuta de Medellín y Miguel Kuan y Wilson Díaz de Pitalito.

De generaciones, trayectorias y formatos diferentes –aunque en un sentido estricto ninguno hace parte del mainstream artístico– Wang quiso que todos vivieran y trabajaran en Colombia. También quiso, y en eso consiste su propuesta curatorial, que las obras fueran críticas, sin caer en el arte político, frente a la realidad cotidiana. El resultado es una muestra heterogénea marcada por un componente biográfico en la que la realidad se manifiesta desde distintas perspectivas. “No es una mirada panfletaria ni unívoca de denuncia y señalamiento, sino una mezcla de posiciones”, dice el crítico de arte y director de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura Jaime Cerón. En eso consistiría, precisamente, el arte contemporáneo: una sumatoria de oposiciones que le habla al espectador sobre las tensiones de su propia vida.

Bogotápolis, la exposición colectiva que inaugura la muestra en el Stenersenmuseet de Oslo, reúne el trabajo de diez artistas. “Talento pirata”, de Jaime Ávila, es una instalación de cuatro mil quinientos estuches de discos piratas que en lugar de carátulas tienen fotografías del proceso de distribución ilegal. El uso de material de segunda y la reacción frente a un fenómeno urbano evidente como la piratería, hace que la obra de Ávila se lleve bien con “Gorzobia y Gazmuña”, de Miguel Kuan y Carlos Bonil. Dos cabezas gigantes, una hecha con canecas y la otra con restos de aparatos electrónicos que, separadas por una cerca, discuten y chocan entre sí. Una representa el modelo productivo y la otra el rezago tecnológico. En “Gorzobia y Gazmuña”, la ironía es una herramienta para la crítica social. Lo mismo ocurre con “Dodgy”, el mediometraje de Elkin Calderón que a partir del término inglés dodgy (algo sospechosamente burdo) señala las ridículas desgracias de un artista latinoamericano en Londres. Como en “Dodgy”, en “Memoria permanente”, Edinson Quiñones se vale de su experiencia personal para exponer objetos extraídos de su paso por una cárcel para menores.

María Isabel Rueda expondrá Vampiros en la sabana, una serie de fotografías tomadas en Bogotá en 1999 a mujeres góticas, y la perturbadora videoinstalación “La mano en el fuego”. Los imaginarios sobre lo gótico escandinavo en una ciudad como Bogotá hacen que la obra de Rueda se relacione con “Damn Right! – Norwegian Wood” de Humberto Junca, una instalación de nueve pupitres de colegio en los que el artista dibuja con tinta de esfero logotipos de bandas de black metal noruego –el país donde nació ese género– y cuadros de la violencia en Colombia, desde el Bogotazo hasta los carros-bomba de los noventa. “Es –dice Junca– la unión de un mal simbólico y lejano con la de uno propio”. El pasado reciente es también un tema que interesa a José Alejandro Restrepo que participará con su ya famosa “El caballero de la fe” (2011), una proyección de video en blanco y negro en la que sobre material de archivo de la retoma del Palacio de Justicia se observa a un hombre vestido de smoking que da de comer a las palomas.

La de Junca es una de las cinco exposiciones individuales que se inaugurarán a partir de marzo en seis lugares de Oslo entre museos estatales y espacios no comerciales. Allí estarán Angélica Teuta con tres videoinstalaciones y Mauro Renato Benavidez con una reflexión sobre la fiesta como performance social. Además habrá un seminario a cargo de Víctor Albarracín sobre El Bodegón, uno de los espacios independientes fundamentales en la escena alternativa bogotana que cerró sus puertas en el 2009, y la presentación del grupo de rap bogotano Crack Family.

No cabe duda de que Colomborama está más enfocada en Bogotá que en el resto del país. Pero ante la ausencia de ese contexto nacional, la exposición –cuyo presupuesto fue de trescientos millones de pesos en su mayoría financiados por el Consejo de Cultura de Noruega– tiene otras virtudes como su origen independiente y su empeño por mostrar un panorama del arte contemporáneo que está a mitad de camino entre las vivencias personales y la crítica social. Oslo no suma los seiscientos mil habitantes –el 7 por ciento de la gigantesca población de Bogotá– así que no es exagerado decir que un arte colombiano propositivo, honesto y no del todo convencional, se tomará la ciudad.