Leonor Hoyos, 1906. Fotografía de Benjamín de la Calle. Biblioteca Pública Fílmica de Medellín.

1926

La Marquesa de Yolombó, Tomás Carrasquilla

Por: Luz Mary Giraldo

A comienzos del siglo xx Latinoamérica acogía a las vanguardias, mientras Tomás Carrasquilla quería legitimar culturas regionales y dar una versión de historia y sociedad distinta a la oficialmente proclamada. Le interesaban algunos aportes de la modernidad, como la educación para el ascenso social de los individuos, similar a los proyectos de la contradictoria heroína de La marquesa de Yolombó, Bárbara Caballero y Alzate (cuyo título nobiliario se debía a la fidelidad al rey de España). Ella subvierte el orden asumiendo retos considerados solo de hombres, explota minas, busca ser letrada, cultiva la inteligencia, funda una escuela para abolir el analfabetismo, y gracias a su espíritu guerrero alcanza una notable fortuna que irónicamente le será arrebatada por su esposo, un español sin escrúpulos que acepta en su madurez.

Es reconocido el espíritu irreverente y humorístico de Carrasquilla, el dominio de la lengua castiza, el uso de los matices del habla popular, el énfasis en lo regional y la recreación de la idiosincrasia antioqueña. Cuestionó el centralismo cultural bogotano extendido a los distintos ámbitos de poder, lo que evidencia su intención de criticar el autoritarismo conservador de la Regeneración, que con Rafael Núñez quería imponer al país la cultura de la “Atenas Suramericana”. No sobra recordar que el ensayista Rafael Gutiérrez Girardot consideró impensable el regionalismo de Carrasquilla y de los antioqueños sin ese centralismo con “pretensiones de ser el centro del universo”.

Maestro en el arte de contar, escribió varias novelas, entre ellas La marquesa de Yolombó, publicada por entregas en Medellín en el Diario de la Tarde en 1926 y como libro en 1928, y que con Frutos de mi tierra (1896) y Hace tiempos, memorias de Eloy Gamboa (1935-1936) constituye una trilogía sobre distintas épocas. Se desarrolla en la provincia de Yolombó, entre fines del siglo xviii y las tres primeras décadas del siglo xix, y esboza hechos históricos que van de la colonización a los inicios de la República. Se destaca la fascinación de la protagonista por el mundo español y el marcado desagrado por Bolívar. Además de definir tradiciones y costumbres hidalgas de los antioqueños, creencias, mitos, folclore y usos populares, sus variados personajes masculinos y femeninos, algunos reales, son exaltados o burlados al criticar o reconocer instituciones o situaciones.

No cabe duda de la impronta dejada por Tomás Carrasquilla, más en lo coloquial que en el humor, en algunos autores contemporáneos.