Corría el año de 1984 y con Belisario Betancur a la cabeza buena parte del país daba el sí a un proceso de paz con las Farc, el M-19 y el epl, pintando en muros de las ciudades miles de palomas blancas. A unas palomitas las acompañaban grafitis optimistas y a otras frases cínicas como “Paz-elas por inocente”. Hasta Gabriel García Márquez pintó en la Plaza de Bolívar su grafiti: “Paz con los ojos abiertos”. Habían pasado tan solo dos días de la firma de la tregua en Corinto, y se daba así uno de los primeros pasos para la resolución política del conflicto armado. Para entonces, Laura Restrepo era periodista de la revista Semana y había sido invitada por Betancur a la Comisión de Negociación y Diálogo. Desde esta posición de observadora privilegiada, Restrepo documentó un breve periodo en el que pudo suceder la paz.
Restrepo tituló su testimonio periodístico Colombia, historia de una traición. Este retrataba las negociaciones fallidas entre Gobierno y guerrillas, los asesinatos selectivos y las crisis internas de un gobierno que quiso pero no supo cómo comprometerse con una paz que requería mucho más que palomitas en el aire. Además de su importancia como documento vivo de construcción de democracia, Historia de una traición revelaba la voz poderosa de una mujer que no estaba para vanidades literarias sino para contar su verdad, y contarla con una pluma de innegable talento y estilo.
Doce años después el libro volvió a ver la luz pero el país ya no era el mismo y su autora tampoco. Pasado el Palacio de Justicia, el exterminio de la up, el asesinato de Carlos Pizarro y la Constitución del 91, Restrepo se permitió algunos cambios, que pueden explicarse así: “El estar comprometida con una de las partes me llevó a minimizar sus errores. Lo cual es en si´ mismo un error. Con el tiempo te das cuenta de que la gente y los procesos históricos se ven enriquecidos tanto por sus aciertos como por sus errores y omitir estos últimos quita vuelo y perspectiva”.
Retrepo pudo haber revisado el libro entero, buscando el escurridizo ideal de la objetividad. En vez, cambió su título a Historia de un entusiasmo y redactó un prólogo que inscribe el episodio en el sueño fervoroso de unos jóvenes idealistas. Afortunadamente, la autora tuvo la valentía de dejar su libro intacto y es hoy en día, además de un magnífico ejemplo de crónica personal de largo aliento, el más fiel espejo que tenemos para entender el difícil tránsito hacia la paz.