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Kali Uchis, del exilio al éxito

Una veinteañera que colaboró con Gorillaz; una promesa de la música global, acobijada por el rapero y productor Snoop Dogg; una pereirana poco conocida en Colombia. Esta es Kali Uchis, una de las artistas que se presentarán en Festival Estéreo Picnic, aparición que podría marcar un antes y un después en su carrera.

Juan Pablo López M.* Bogotá
21 de marzo de 2018

Este artículo forma parte de la edición 150 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

A las 5:30 de la mañana Kali Uchis estaba montada en una van mirándose en un espejo. Recién salía de un hotel en el norte de Bogotá, rumbo a una jornada de prensa larguísima con los medios tradicionales de radio y televisión más importantes del país. Era miércoles 28 de agosto de 2017. Días antes, la cantante pereirana, que creció y hoy es famosa en Estados Unidos, andaba por las comunas de Medellín grabando el video de “Nuestro planeta” junto a Reykon, el reguetonero paisa. Allí, su sello Universal Music le propuso hacer un día de promoción relámpago en la capital. De manera atípica, ella aceptó. Y fue algo atípico porque era la primera vez que Uchis se enfrentaba, en español, en Colombia, a medios masivos, no especializados o alternativos, para hablar de su vida y de su música.

En la van, a la artista de apenas 23 años –que hoy tiene 2.080.404 oyentes mensuales en Spotify– la acompañaban tres personas: Shakira, su manager, Camilo Gómez, label manager de Universal, y quien parecía ser su ficha más clave: Daniela Londoño, una maquilladora. Antes de las primeras luces, Kali Uchis ya estaba hablando en una emisora de radio urbana. No se le notaba suelta y faltaban unas trece entrevistas más. De repente, a Gómez le estalló el celular: eran otros medios que comenzaban a enterarse de que Kali Uchis estaba en Colombia.

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La cantante que suena itinerante entre el R&B, el dancehall, el reggae, el hip-hop y el indie, con una voz cargada de soul que muchos periodistas comparan con la de Amy Winehouse, no paró de hablar por un teléfono que sostenía en su mano izquierda, esa en la que tiene tatuada una rosa. Atendía a los nuevos medios que aparecieron para hablar de música y moda en medio del insoportable tráfico de Bogotá. Ya era mediodía y las conversaciones seguían entre el hambre y la agitación. ¿La única exigencia que había hecho Kali Uchis? Un ajiaco, pero el tiempo entre cita y cita era apenas justo. “Es lo único que te pido, Camilo. Dame comida y yo trabajo todo lo que quieras”. Finalmente lograron parar en un restaurante de la cadena Sopitas y Postres de la Abuela, en donde no solo tuvieron que hacer fila, sino también esperar mesa. Kali Uchis, la artista que viene de colaborar con Gorillaz, Snoop Dogg, Lana del Rey y Juanes, esa que muchos ya le acuñaron el rótulo de “promesa de la música global”, estaba dichosa en un restaurante atiborrado de gente, separando el pollo de la garra, remojando la proteína en el caldo típico santafereño.

Se hacía tarde para llegar a RCN. En el camino, de nuevo, la maquilladora la retocó. Kali Uchis es extremadamente vanidosa. Una vez llegaron al canal, el director de Entretenimiento RCN, Santiago Giraldo, se enteró de la presencia de la pereirana. De inmediato demandó hacer él mismo la entrevista. Lo que iba a ser un pregrabado sería ahora un directo. Uchis nunca había estado en televisión nacional, el terror la embargó. “Qué hago, cómo me siento”, preguntaba con pánico. Se sentó con un traje rosado pastel, un bustier blanco, tacones metálicos y el bling dorado que nunca le falta: una cadena con una cruz de oro. Por los nervios, terminó respondiendo algunas de sus preguntas en spanglish e inglés. Sí, en el noticiero de RCN, ante miles de televidentes.

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Después de su gira de medios en Bogotá, buena parte del periodismo musical de la capital la criticó. Algunos periodistas se quejaron de sus respuestas: la acusaron de “simple”, reprocharon su forma pausada al hablar. Kali Uchis ha pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos. Y sin embargo, hay algo en su acento que la hace terriblemente encantadora: es una mezcla de paisa agringada con una fonética dulce y a la vez embrujadora. En sus entrevistas, cuando un periodista hace una pregunta predecible o vacua, ella se limita a responder monosilábica y expande sus labios intentando hacer una sonrisa que da a entender su incomodidad. Pero, cuando le pregunta por temas que la cautivan, se hace dueña de la palabra y construye un discurso hilado que comienza en español, de repente salta al inglés para explicar lo más complejo y vuelve a un español a la vez montañero y agringado.

Cuando uno la trata por primera vez es algo callada, quizás reservada; intenta cuidar muchísimo las palabras. A pesar de ser una explosión de talento y erotismo cuando está en el escenario, Kali Uchis es algo tímida. Se va sintiendo más segura con temas que domina: la moda, el arte, su propia música. Sin embargo, una vez percibe alguna conexión, un lenguaje compartido, rompe cualquier barrera y se entrega. Según Gómez, cuando coge confianza se vuelve una pantera; una bastante inusual, pues si bien artísticamente es una depredadora, también es sencilla. A veces se comporta como si no entendiera el nivel musical en el que está, como si no hubiese sido portada de The Fader o no hubiese aparecido en Vogue, Billboard o ID.

El día siguió en Vice, Caracol Televisión, Shock y otro par de medios. Apenas a eso de las 8 de la noche, 15 horas después de haber andado por toda Bogotá atendiendo a la prensa colombiana, llegaron al hotel Movich Chicó 97. Gómez creyó que tanto Uchis como Shakira no iban a hacer más que dormir. Una hora más tarde, cuando Gómez estaba derrotado del cansancio en su casa, recibió un mensaje: “Oye Camilo, llévanos a comer algo colombiano bien rico”. A las 11, en Andrés Carne de Res, la diva remató su día con lulada, papa criolla, arepa de chócolo y chicharrón. La diva.

*

Kali Uchis se llama en realidad Karly Marina Loaiza. Su padre le decía “Karluchis”, y de ahí, por la pronunciación de los gringos, el apodo mutó al nombre con la que se hizo famosa. Los fanáticos colombianos, cuando recién se toparon con su voz y letras en inglés en YouTube, no tenían ni idea de que esta mujer, nacida el 17 de julio de 1994, es oriunda de la Perla del Otún, ni mucho menos que viene de una casa en que sonaban religiosamente Claudia de Colombia y Jeanette.

Uchis pertenece a una familia tradicional pereirana. En los años noventa, por la violencia que empezaba a pasar del campo a las ciudades, sus padres resolvieron buscar otras oportunidades arriba, en Norteamérica, en el estado de Virginia. Allí, justo a las afueras de Washington D.C., nació Karly, pero su padre nunca se adaptó del todo a ese “sueño americano”. La familia Loaiza iba y venía de la ciudad de Alexandría al Eje Cafetero. Kali Uchis ni siquiera recuerda muy bien cuáles años de su infancia pasó en Colombia y cuáles en Virginia, hasta que, cuando cursaba tercero de primaria, la familia se radicó definitivamente en Estados Unidos.

El espíritu combativo y rebelde de la colombo-americana fue afianzándose en su adolescencia. Uchis faltaba a clase a cambio de que su creatividad floreciera: sin ninguna pretensión de exposición, escribía poemas, letras, tocaba el piano y el saxofón, pero sobre todo, filmaba y editaba video –hoy es fanática del trabajo de Wes Anderson y Quentin Tarantino–. En una entrevista para el prestigioso portal alternativo The Fader, Kali Uchis contó que, por culpa de su rebeldía, cuando tenía 17 años tuvo una pelea fuerte con el hombre que tiene tatuado en su brazo izquierdo, su padre, su héroe. La echaron de la casa. Dormía donde amigos, a veces en su carro.

Llevaba varios años experimentando, haciendo música en su computador con un micrófono y nada más. En 2012, salió de la penumbra cuando resolvió publicar Drunken Babble, un mixtape con grabaciones de R&B y una serie de videos producidos por ella misma. A su celular llegaron mensajes de gigantes como Snoop Dogg y Tyler, The Creator.

“Quiero trabajar contigo”. Se lo decían otros gigantes del nivel de Diplo, Bunx o Kaytranada. Kali Uchis no tenía dinero para grabar todo un EP con semejantes productores, pero estos personajes le dieron una mano y nació Por vida, el EP de nueve canciones que la visibilizó. De allí salieron temas sentidos y empoderados como “Loner”, “Know What I Want” y “Ridin Round”. Este último, con la dirección de la misma Uchis, se grabó en las calles de Pereira y muestra a su familia. Ella es la “patrona” montada en una DT, haciendo piques con toda la gente del barrio siguiéndola, cantando “Tú y todos tus amigos se pueden abrir / Sé que soy una mierda, y estoy a gusto con ello”.

La estética de Kali Uchis pretende reflejar el empoderamiento femenino. Si bien su estilo está marcado por la influencia retro de los años sesenta y setenta, con algunos toques futuristas, las palabras clave de sus pintas son el carácter y el color. Kali Uchis es streetwear, tiene algo de sport chic mezclado con la nostalgia y el drama de una diva latina. Rescata elementos anticuados, pero los reconquista de una manera tan intencional que, aquello que para muchos hoy es “mañé”, ella lo transforma en una tendencia fresca y atractiva.

Kali Uchis agota la boletería en plazas míticas como el Brixton Academy, en Londres, y es una bomba atómica sexual en la tarima. Hay que verla arriba de los escenarios, normalmente repletos de flores, con el control absoluto de su voluptuosidad. Es puro movimiento circular que se acompasa con los beats lentos de sus temas y su hipnotizante voz. Ser una bomba atómica sexual forma parte de su declaración feminista. Sus pintas en el escenario (a veces sale en babydoll) dicen algo así como “me lo pongo porque quiero y porque puedo, me lo pongo y no te necesito”.

En 2016 y 2017 su nombre se consolidó como un foco de la industria. Primero, vino su colaboración con Vince Staples y Steve Lacy para el “Only Girl”. Justo después apareció “She’s My Collar”, y con esa canción, que pertenece al disco Humanz, se convirtió en la primera colombiana en colaborar con Gorillaz.

Pasaron unos días y Juanes la invitó a cantar “El ratico”. Luego llegaría “Tyrant”, el hit con la británica Jorja Smith que hoy tiene más de 14 millones de reproducciones en Spotify. El año lo cerró con Reykon y la canción “Nuestro planeta”. Sin pausa y con la vara bien alta comenzó 2018: ya giró con Lana del Rey e hizo un tema en conjunto, clave para su carrera, con Tyler, The Creator y Bootsy Collins, “After The Storm”. Ella fue la directora artística del video. Ella escribe sus canciones y se involucra en la parte creativa y audiovisual. Kali Uchis, aún en la cima del juego, es puro y sacro DIY (Do It Yourself).

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Cuando se publique esta revista faltarán dos o tres días para que suceda lo que múltiples bookers y periodistas musicales del país consideran el retorno triunfal de esta princesa de barrio. Si bien Kali Uchis estuvo en 2015 ante no más de 250 personas para el festival independiente Hermoso Ruido, en Bogotá, ahora regresa en un punto coyuntural de su carrera, convertida en un fenómeno, como cualquier otro artista anglosajón, ad portas de su debut en Coachella y de estrenar su primer álbum de estudio.

El 22 de marzo aterrizará en la ciudad en la que, dice, quiere comprar un apartamento para irse a vivir allí: Medellín. Al otro día, a las 5:45 de la tarde, aparecerá justo antes de Mac DeMarco en uno de los escenarios del Estéreo Picnic, el festival privado más grande de Colombia. Se rumora que también subirá al escenario a cantar con Gorillaz.

Philippe Siegenthaler, booker del festival, siente que “será un show poderoso y tremendamente emotivo. Será la validación local de una niña que se fue con unos sueños de Colombia y regresa como si fuera una artista internacional. Será íntimo, entre ella y nosotros”.

La historia pondrá en su lugar estas líneas; dirá si, luego de su diáspora, Kali Uchis se convertirá en una reina en esta tierra. Sin embargo, en el fondo, lo que más le importa es hacer música que conmueva a sus fanáticos y a ella misma. Su manager, Shakira, dice que Karly Marina apenas está arañando la superficie de lo que puede conquistar. Para Kali Uchis este juego, el de la música, es uno largo, uno similar a la odisea que fue su exilio.

* Periodista. Ganador en 2017 premio Simón Bolívar de periodismo por la crónica “El antro más pequeño del mundo”, publicada en VICE Colombia