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Katie James. Yu Hee Kim.

ARCADIA SUENA

Mujeres al frente: el legado de las madres

Una irlandesa y una española de ascendencia coreana que llegaron de niñas a Colombia protagonizan la segunda entrega de esta iniciativa de 'Arcadia' y Canal Trece que busca visibilizar a las artistas jóvenes más prometedoras de la escena musical bogotana.

José Gandour* Bogotá
21 de junio de 2017

Este es un capítulo sobre migración y valientes decisiones maternales. Aquí presentaremos dos relatos de largos viajes sobre océanos y herencias musicales. Aquí escucharemos hablar de temas tan distantes como Elvis y las Farc, grandes metrópolis y la luz natural del campo, oíremos fusiones inesperadas y sonidos planetarios. En este nuevo capítulo de Mujeres al frente, serie multimedia hecha por Arcadia, Canal Trece y Zonagirante, hablaremos de dos mujeres nacidas a miles de kilómetros de distancia y que a temprana edad, en el regazo de sus madres, llegaron a Colombia, en un recorrido donde, siendo niñas, escucharon a sus mayores cantando la más variada música. Sus rostros no son los típicos arquetipos de la mujer local, pero, si lo pensamos bien, en una ciudad cada vez más abierta al mundo, hemos visto cómo Bogotá se ha vuelto un rico crisol de razas que participan en la construcción de una nueva identidad cultural ciudadana. Katie James y Yu Hee Kim son dos mujeres talentosas, de fascinantes composiciones musicales, que ayudan a enriquecer el panorama artístico de nuestra ciudad. Por ello las tenemos aquí, narrando sus increíbles historias.

Haga clic aquí para leer la primera entrega de Mujeres al frente.

Katie James: placer insólitamente colombiano

Todo comienza en Inishfree, isla ubicada a 5 kilómetros de la playa de Donegal, Irlanda. Ahí nace en 1985 Katie James, de padre irlandés y madre inglesa. Dos años después, su madre decide buscar un hogar en Sudamérica para su comunidad ecológica. Quiere vivir en el trópico, en un lugar donde pueda cultivar su comida todo el año. Después de transitar por las Islas Canarias y luego por Cabo Verde, donde su esposo la abandonó, esta mujer, con tres niñas pegadas a su falda, llega a Colombia, donde se fascina con la inteligencia y la alegría de la gente. Al poco tiempo se establece con su familia y sus acompañantes en una finca cerca a Icononzo, en el Tolima. Ahí viven de la tierra y consolidan un espacio prácticamente autosostenible, donde todos son vegetarianos y donde cada quién podía tener sus creencias, pero donde en conjunto nadie practicaba ningún tipo de ritual religioso.

Katie recuerda a su madre tocando el violín en las múltiples celebraciones que hacían en casa. En su hogar no había luz eléctrica y la música que se escuchaba en las fiestas era interpretada en vivo. Katie entonces aprende a cantar y luego, bajo la tutela maternal, ejecuta el violín. A los 13 años hace sus primeras composiciones y es entonces cuando descubre su vocación. Empieza a tocar guitarra para interpretar sus propias canciones.

Vivieron once años de manera tranquila en su finca aun cuando toda la comunidad era consciente de estar en la mitad de una región llena de guerrilleros. Hasta ese momento, las Farc se portaban correctamente, tomaban medidas ecológicas como prohibir la caza y la tala de bosques. La delincuencia era baja como consecuencia de su presencia. Pero todo cambió en 1999: un comandante subversivo les ordena irse. Al recibir tantos amigos que llegaban de manera inesperada a sus casas, existía el riesgo de que entre ellos hubiera espías o paramilitares. Katie aclara: “Nunca fue el caso, porque la gente que nos visitaba venía por otros intereses, pero no había opción de discutir esa orden”. Fueron desplazados de su tierra y se vieron obligados a reconstruir su vida en un terreno en Tenjo, cerca de Bogotá. Luego, unos meses después, su sobrino Trevor decidió regresar al Tolima para despedirse de sus amigos de infancia y fue asesinado. Por ello, cuando Katie se traslada a Popayán para estudiar en el conservatorio, en 2001, graba junto con sus hermanas un disco llamado Semillas de paz, un trabajo en el que expresa su dolor, pero a la vez su esperanza por un futuro mejor.

A los 22 Katie llega a Bogotá a estudiar Música en la Universidad Incca. Se siente fascinada con la posibilidad de tocar con otras personas. Hace parte de un grupo llamado Vía Súbita, que busca hacer jazz con elementos del folclore latinoamericano. Con ellos graba, en 2013, el disco Un encuentro de caminos. Al año siguiente, cree tener la madurez y la intuición suficiente para comenzar su carrera como solista.

Katie dice que su música suena a esa mezcla de culturas que la cobijan. Sus obras son resultado de la suma de lo irlandés, lo colombiano y también del blues que escuchó desde pequeña. Además, para completar el paquete, en su educación académica hizo énfasis en el jazz. Sus temas, como podemos observar en un primer compilado llamado Cold and Dry y en su más reciente álbum, Respirar, generan ese encuentro inesperado y alucinante en el que el oyente se siente felizmente abrumado ante esa mixtura de lo celta y lo andino que se juntan de manera natural y crean melodías penetrantes. En su última producción, totalmente a su cargo, acudió al uso del tiple, la bandola, el charango y el cuatro llanero, así como a un cuarteto de cuerdas, un cuarteto de vientos, guitarras, bajo eléctrico, contrabajo, batería y percusión. Katie James logra en su labor un cóctel de composiciones que, aunque se sientan exóticas en su expresión, llegan con facilidad al oyente, quien las hace suyas prontamente. Con su nuevo material ha podido presentarse en diversos auditorios de Colombia, Ecuador y Perú, a la espera de conquistar otros países en América Latina y Europa.

Al preguntarle a dónde quiere llegar con su música, Katie se ríe y dice: “A mí me hace feliz que la gente cante mis canciones, me parece muy bello. Todos los músicos pretendemos transformar el mundo a través de nuestra música. He tenido a lo largo de mi vida la oportunidad de tocar en escuelas alejadas, donde algunos ni siquiera han tenido la posibilidad de disfrutar de la música en vivo. Eso no lo quisiera perder nunca. No quiero perder mis raíces que me han formado como persona y como artista”. Katie va cada dos meses a visitar a su madre al Huila, donde su comunidad ahora tiene su casa. “Usted me ve ahora con tacones y maquillaje, pero cuando voy a mi casa, voy a echar azadón, abonar la huerta, ordeñar las cabras. Además, allá puedo canalizar mis sentimientos bogotanos para componer nuevos temas”.

Yu Hee Kim (Oh!Video): placer universal

Cierro los ojos. Escucho sus respuestas. Siento su suave pero firme tono de voz con un leve acento paisa. Podría tener al frente a cualquier chica típica antioqueña resolviendo mis preguntas. Abro los ojos y me encuentro con su rostro de rasgos claramente orientales. Se llama Yu Hee Kim y es la voz principal de Oh!Video, una de las propuestas más interesantes del indie pop colombiano.

Su madre, quien desde siempre fue admiradora de Elvis Presley, salió de Seúl en busca de una libertad que no obtenía en casa. Quería ir a conciertos, disfrutar en vivo de la música que amaba. Llegó a España a trabajar en funciones diplomáticas, y con sus compañeros de trabajo en la embajada iba frecuentemente a un restaurante coreano. Ahí conoció a su futuro esposo, el dueño del local. A los pocos meses de casarse, nació, en Madrid, Yu Hee. Un tiempo después, su madre fue trasladada a Colombia, más exactamente a Medellín y su marido la acompañó cargando a su hija en brazos.

Los primeros recuerdos que tiene Yu Hee relacionados con la música la llevan a los paseos familiares. En el carro de sus padres había una gran cantidad de casetes que se rotaban uno tras otro de forma ecléctica. En esas excursiones sonaban a la par Black Sabbath, artistas del pop anglosajón de los años setenta y los Rolling Stones. Luego Yu Hee cita las tardes de karaoke en el local familiar de comidas, donde, junto con su hermana, interpretaba canciones de Juan Gabriel y Paloma San Basilio, las mismas con las que su madre aprendió a hablar en español.

Siendo niña, por temas de seguridad, en el peor momento del narcoterrorismo en Medellín, Yu Hee viaja con su madre a Corea, donde ambas intentan rehacer su vida pero no aguantan mucho tiempo. Su madre difiere mucho del sistema educativo de su país. Piensa que ahí se crían pequeños robots obligados a despertarse todos los días a las 5:00 de la mañana y soportar una presión inaudita para así acceder a los colegios de élite. Regresan pronto a Colombia. Como dato curioso adicional, debemos contar que Yu Hee, unos años más tarde, se graduó de Matemáticas en Estados Unidos, donde tuvo que ir a estudiar después de que, por asuntos burocráticos, perdió temporalmente la visa de residente en Colombia, un tiempo después de la muerte de su padre.

Yu Hee Kim. Foto: Simona Delgado. 

En 2011 regresa y se establece en Bogotá. Al poco tiempo, comienza a asistir a los ensayos del grupo de su novio de ese entonces, en el que tocaban covers de Leonard Cohen, Velvet Underground y otros artistas de “canciones tristes”, término que, entre risas, le gusta usar a Yu Hee para definir el sonido musical de esos encuentros. En uno de esos ensayos la alentaron a cantar y al poco tiempo logró componer su primera melodía. Ahí comenzó a tomar forma Oh!Video. Al pedirle una definición del género musical de su proyecto, ella dice que, si la apresuran, puede decir que es trip hop, pero, teniendo tiempo para aclarar, dice que igual se puede sentir la influencia del funk, el gospel y el hip hop.

A finales de 2015, Oh!Video publicó un compilado de cinco temas llamado Caught in Noise, que generó elevado interés entre el público alternativo de Bogotá. Son composiciones realizadas en inglés, en las que la aparente suavidad de las tonadas esconde una interesante labor de experimentación. La voz de Yu Hee Kim, sin caer nunca en la cursilería, exhala ternura y trae a la memoria el trabajo vocal de Karen Carpenter, un referente clásico cuyos discos escuchó con intensidad a través de su madre durante su infancia. Con Caught in Noise, Oh!Video ha recorrido buena parte de los escenarios del underground capitalino y ha obtenido críticas favorables en medios especializados.

Al hablar de la escena musical bogotana, Yu Hee sostiene que, a pesar de la variedad que se ha generado en los últimos tiempos, siente que es un espacio que aún está demasiado dominado por hombres que se conocen demasiado entre sí y, por ello, muchas propuestas de la ciudad suenan muy parecidas. Por ello, advierte que, cuando un proyecto tiene ese elemento femenino y llama la atención, consigue marcar la diferencia. “Creo en Oh!Video y creo que tenemos ese elemento diferenciador”. Lo suyo son gratas canciones que hubieran podido ser hechas en cualquier parte del mundo, ya que logran en su expresión ser universales. Por suerte, fueron hechas aquí. Ahí está la distinción.

Oh!Video se encuentra preparando su nuevo álbum, que saldrá publicado en las próximas semanas. Al preguntarle si existía un esfuerzo por obtener promoción de su material, Yu Hee responde que su banda no anda pensando cómo saltar a la fama. Hacen lo que hacen porque les gusta y porque tienen un pequeño tesoro que quieren cultivar. “No hacemos la música en busca de una exposición o de un reconocimiento, pero si las cosas funcionan, muy bien. Quizá llegue el momento en que tomemos la decisión de hacer solo esto porque la música por fin nos está dando de comer. Todo es una cuestión de timing”.

*Periodista musical.