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Carmen Laforet Díaz (Barcelona, 6 de septiembre de 1921-Majadahonda, 28 de febrero de 2004).

Lista Arcadia 2019

‘Nada’ de Carmen Laforet: uno de los trece libros más votados de la Lista Arcadia 2019

Una reseña de Eduardo Lago.

Eduardo Lago*
4 de diciembre de 2019

Frescura intacta

Nada fue la novela ganadora de la primera edición del Premio Nadal, el más antiguo de España. Corría 1944, la etapa más dura de la posguerra. Fue escrita en un periodo muy breve, apenas unos meses, y cuando se publicó su autora, Carmen Laforet (1927-2004), tenía solo veintitrés años.

Nacida en Barcelona, Laforet vivió en las Islas Canarias de los dos años al final de la guerra. Poco después de que terminara la contienda, con el triunfo aplastante de las fuerzas fascistas, la autora regresó a su ciudad natal donde se matriculó en Filosofía y Letras. Los lúgubres años que pasó en Barcelona son los que recupera en el universo ficcional de Nada. El título, tan preciso como sobrecogedor, encapsula a la perfección el vacío existencial y vital de una ciudad, una sociedad, un país, una familia y un alma solitaria. En el centro de esta serie de círculos concéntricos nítidamente trazados, la protagonista, Andrea, una adolescente huérfana que acaba de cumplir dieciocho años, se ve a merced de fuerzas que giran vertiginosamente en torno a ella y que no es capaz de comprender, pero el lector sí. La guerra civil ha terminado hace poco, y las heridas aún sangran. Barcelona, donde el peso de la derrota a manos del franquismo es particularmente brutal, es una ciudad arrasada por la pobreza, la sombra siniestra de la dictadura y el terror inasible de la persecución política. Nada de esto aparece en primer plano en la novela, pero resulta perceptible en la desolación de la prosa.

En una zona céntrica de la ciudad, la calle Aribau, vive la familia de la adolescente desorientada, que está a punto de comenzar su viaje iniciático por la vida. Rodeada de personajes que son testigos de sus descubrimientos solitarios, de su cuerpo, de la sexualidad, de sus incipientes inquietudes artísticas y existenciales, Andrea es un catalizador luminoso que trae un aire de esperanza al mundo desolador en el que está inmersa. Con prosa fríamente controlada, el espacio de la casa, magistralmente descrito, se muestra como un teatro de horrores sutilmente caracterizados. Y entre sus paredes, el drama de una atormentada red de relaciones intrafamiliares que remedan el trauma fratricida de la contienda. Sus habitantes, prisioneros de sí mismos, se mueven como en un teatro de marionetas que nadie se molesta en dirigir: la abuela insomne y sus dos hijos, las mujeres de la casa, a merced de los hombres así como de inquinas y pasiones que pueden más que ellas mismas. Todo contribuye a la eficaz representación de una época, desde la psicología de los personajes hasta la caracterización del mobiliario, siniestro y ancestral, decrépito como las ruinas de la ciudad y del país.

La novela está narrada en primera persona, con una prosa asombrosamente tersa y lúcida, de una eficacia y precisión que asombran en una autora primeriza. Nada fue revolucionaria porque hizo saltar por los aires la rancia literatura de sacristía que se practicaba a la sazón en España. Han pasado setenta y cinco años desde la aparición de la novela y su frescura sigue intacta.

*Escritor, traductor, crítico y profesor de español. Vive en Nueva York desde hace más de treinta años, donde da clases en Sarah Lawrence College. Su libro más reciente es Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana.