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La escritora Blanca Varela (1926 - 2009).

Lista Arcadia 2019

‘Poesía reunida’ de Blanca Varela: uno de los trece libros más votados de la Lista Arcadia 2019

Una reseña de María Paz Guerrero.

María Paz Guerrero*
4 de diciembre de 2019

Blanca Varela: se quiebra y se hincha la imagen

La poesía de Blanca Varela engulle a su lector como una boa que no ha comido en meses. Es una “flor carnívora” que se alimenta de los dedos que los visitantes de jardines botánicos del mundo introducen en su boca por ingenuidad. Esta poesía está hambrienta y piensa desde la avidez, entonces los conceptos se abren, vivos, y las cosas se cargan de corporalidad, como “la rosa de grasa”.

Pero no encuentra. No aparece algo que sacie las ganas, y sin embargo tiene fuerza. Necesita protegerse de aquello que podría colmarla. Tajar a dios como un carnicero: “Defenderse del incendio con un hacha. Del demonio con un hacha, de dios con un hacha. / Del espíritu con un hacha”. Aunque carece de técnica de corte, tiene un gesto –preciso– que tasajea magros trozos de metafísica, en una danza agresiva.

Sigue sin encontrar aquello que podría quitar el hambre. La boa quiere comida fresca, definitivamente no es carroñera, entonces se traga a sí misma: “No hay otro aquí / en este plato vacío, / sino yo / devorando mis ojos / y los tuyos”. Se come sus propios ojos y no calla, se engulle a sí misma y no muere de hambre, se da vida.

Esta poesía es para no quedarse dormido al lado de la boa hambrienta, está bien conseguir un machete. Pero ya no sirven, no todo se arregla con cortes: “Convertir lo interior en exterior sin usar el cuchillo”. En la obra de Blanca Varela el mundo no es binario. Las divisiones no son claras. Hay, más bien, una fuerza que brota y violenta las formas, porque algo se rompe, una membrana se dilata: “Sentí el horror de la primavera de tantas flores / abriéndose en el aire / y cerrándose”.

Varela retrocede. Se ubica en el espacio donde las cosas aún no tienen contorno. En su obra escribir es habitar un lugar informe, pero no por eso menos vivo o, incluso, sin cuerpo. Se trata de un espacio excedido por arrebatos y posibilidades que anteceden el sentido: “Danza lo inerte, lo informe se ilumina, el vacío procrea”. Lo inerte, lo informe, el vacío, atravesados por verbos, “danzar, iluminar, procrear”, que son flujos que excitan vida.

Varela escribe con “Los dientes [que] rasgan un continente oscuro”. Su lenguaje desgarra y no compone, traza imágenes “con dientes de carbón” y no define representaciones. Imprime imágenes que toca, como el pintor agarra el carboncillo: “Palpar la imagen, escuchar la sangre.”

En su poesía el sentido y el sonido chocan: “Entresaca espulga trilla / estrella casa alga / madre madera mar / se escriben solos…”. La música se adelanta y toma el impulso del verso, lo acelera. Vamos rápido con el ritmo, pero nos detenemos en el sentido. Y nos aterrorizamos. La boa nos envuelve y la sentimos triturar nuestras costillas: “Los mondos los frágiles huesecillos del amor”. El pulso acelerado, el cuerpo inmovilizado, entonces la boa nos devora.

*Poeta y profesora del Departamento de Creación Literaria de la Universidad Central de Bogotá. En 2018 publicó su primer libro de poesía, Dios también es una perra.