Sebastian Boada, asociado senior Banking & Finance. | Foto: Crédito: Cortesía

ANÁLISIS

Alquimia de la buena: el sistema financiero al servicio del medio ambiente

La crisis financiera del 2007 tuvo varias causas. Una de ellas fue la producción y distribución de activos financieros que no tenían valor significativo a su vencimiento, lo cual generó multimillonarias pérdidas. Estos fueron denominados como "activos tóxicos".

Sebastián Boada Morales
3 de octubre de 2020

La creación de estos activos tóxicos, y su venta a través de sistemas financieros interconectados fue un verdadero proceso de alquimia mezclada con genialidad de mercadeo. Los mercados financieros -y las estructuras legales que los soportan- fueron utilizados para la transmutación de activos inmateriales de escaso o nulo respaldo, y su transferencia como recursos valiosos.

No obstante, este recuento no debe hacernos perder fe en la capacidad del sistema financiero para generar y distribuir riqueza y producir toda clase de beneficios, más allá de los monetarios, para la sociedad. En efecto, algunas estructuras innovadoras se han puesto en marcha de forma reciente para convertir una inversión de recursos de capital en desarrollo sostenible, beneficios medio ambientales y progreso para regiones marginadas del país.

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Existen varias formas de canalizar estas inversiones y utilizar el potencial transformador del sistema financiero. La más básica es la utilización de sociedades de capital como vehículos de canalización de inversiones. Otras alternativas novedosas incluyen financiación colaborativa, esquemas de participaciones fiduciarias en proyectos productivos, titularizaciones de activos o incluso fondos de inversión colectiva. Cada uno de estos mecanismos podrá ser adaptado, de una u otra forma, dependiendo de las características del proyecto sostenible.

Así, en el contexto de los esquemas innovadores implementados en Colombia, el mercado financiero sirve para transformar el ahorro del público en: (i) explotación sostenible de madera, la cual puede ser comercializada localmente o exportada; (ii) reforestación de grandes extensiones de tierra colombiana, lo cual ayuda a equilibrar ecosistemas, reducir erosión, y devolverle a nuestra región su importancia estratégica como "el pulmón del mundo"; y (iii) creación de activos intangibles estratégicos denominados bonos de carbono. Esta última es la parte fundamental de la alquimia positiva que ocurre gracias al poder transformador del sistema financiero.

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Los bonos de carbono son fundamentalmente bienes que representan una o varias unidades de gases de efecto invernadero, que han sido removidas por un proyecto de reducción de emisiones. Los bonos de carbono son emitidos y registrados por una plataforma de verificación. Después de emitidos, estos activos son objeto de operaciones en un segundo mercado global, donde diversos inversionistas los compran y venden con base en diversos factores asociados al proyecto forestal concreto. Así, los jugadores en este mercado pueden transar con distintas clases de títulos, clasificados con base en el año, región, tipo de bosque, entre otros. Incluso se habla de cosechas de bonos, como si se tratara del mercado del vino.

En Colombia existen incentivos tributarios en la forma de no causación del impuesto nacional al carbono, para aquellas empresas que certifiquen tener una operación neutra en generación de carbono. Este estatus se alcanza fundamentalmente con la inversión en proyectos sostenibles susceptibles de emisión y certificación de estos títulos. 

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De esta forma, en el país se han dado pasos importantes para la inversión, promoción y comercialización de proyectos sostenibles que generan innumerables beneficios directos o indirectos para distintos estamentos. El mercado financiero y su estructura legal constituyen el mecanismo fundamental que permite alcanzar estos resultados positivos. En Colombia, lejos de los activos tóxicos de otra época y lugar, estructuramos operaciones sobre proyectos sostenibles, que generan activos con enormes beneficios económicos, ambientales y de desarrollo.

Sebastian Boada, asociado senior Banking & Finance