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Jorge Luis Borges

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Borges sin ficciones

Edwin Williamson, profesor de Oxford, acaba de publicar una biografía que revela a un Borges más humano y menos cerebral, un Borges dispuesto hasta a morir por amor. Conmemoramos los 25 años de su muerte con esta entrevista a su biógrafo.

Felipe Cala
15 de marzo de 2010

Jorge Luis Borges fue, sin duda, el autor en lengua española más importante del siglo pasado. Sin embargo, y descartando unas cuantas aproximaciones escuetas, nadie en el mundo académico se había enfrentado al reto de desentrañar la vida del escritor argentino; acaso por la creencia generalizada en la insignificancia de su dimensión biográfica. Pero Edwin Williamson, profesor de la Universidad de Oxford, asumió la tarea de dotar de una vida a este escritor sin biografía, no obstante la distancia que lo separa de –digamos– Ernest Hemingway, corriendo toros en Pamplona; o Arthur Rimbaud, contrabandeando armas en África. El resultado es una vida que, si bien puede no ser tan emocionante como las otras dos, arroja nuevas luces sobre la obra de Borges, la cual aparece determinada por las experiencias sentimentales y políticas de su autor, y permeada por las circunstancias sociales e históricas de la Argentina.

Borges: una vida es el resultado de una larga y minuciosa investigación que revela aspectos hasta ahora ignorados de la vida de uno de los autores más significativos del siglo XX: desde los incontables rechazos amorosos hasta la plenitud encontrada junto a María Kodama; desde su compromiso de juventud con la izquierda hasta su pacifismo radical de los últimos días. Del libro, declaró hace poco el poeta mexicano Adolfo Castañón: “La vida de Jorge Luis Borges escrita por Edwin Williamson puede ser leída como una historia literaria y como una historia civil, como una saga heroica y como una novela de aventuras cuyo eje y motor es el combate por la libertad intelectual y personal, y cuyo desenlace deletrea sin desentonar las voces de la felicidad”.

¿Qué lo impulsó a escribir la biografía de un autor que, en el imaginario colectivo, se limitó a vivir entre libros?

Quise combatir el mito del Borges encerrado en una “biblioteca total”. Yo compartía la impresión tan difundida de que Borges era un escritor cosmopolita, desarraigado de un contexto específico. Pero después de publicar The Penguin History of Latin America, sentí curiosidad por situarlo en su contexto argentino. Al indagar algo más en su vida me di cuenta de que había muchas incógnitas. Más fascinante aun fue comprobar que Borges mismo había declarado repetidamente que su obra tenía una base autobiográfica. Decidí que era hora de tomar tales declaraciones en serio y me asombró profundamente la estrecha relación que descubrí entre su vida personal y sus escritos. Estas correspondencias prometían una historia extraordinaria, con una dimensión tanto interior como exterior. Mi libro, de hecho, aporta mucha información nueva, basada en testimonios orales y documentos inéditos que arrojan luz sobre su entorno familiar, su relación con su padre y su madre, sus años en Ginebra y en España y sus aventuras en el mundo literario argentino. Destaco la importancia del amor y el sexo en Borges, desde sus primeras experiencias en Ginebra hasta su relación última con María Kodama.

Poco se conoce sobre la obra y las aspiraciones literarias del padre de Borges, que ocupan un papel central en su biografía. ¿Qué tan significativa fue la presencia de este escritor frustrado en la vida y obra de su hijo?

Los padres de Borges eran casi incompatibles en temperamento y valores. Leonor Acevedo era católica y hondamente burguesa; Jorge Guillermo Borges era anarquista, librepensador y mujeriego. Ésta fue una división que marcó a Borges profundamente. La influencia de la madre es muy bien conocida, pero muy poco se ha escrito sobre la relación con el padre, aunque el impacto sobre su hijo fue quizá mayor. Borges le debió a su padre la introducción al mundo de los libros, pero la manera como esto ocurrió creó una relación profundamente ambivalente entre los dos. Fue el padre quien decidió no mandar al hijo al colegio hasta los once años, ofreciéndole en su lugar su propia biblioteca. De este hecho insólito se deriva mucho de la “irrealidad” que sentía Borges, pues adolecía de un fuerte sentimiento de estar separado de las otras personas y del mundo mismo. Y de ahí viene, también, su ambivalencia frente a la biblioteca: ésta le ofrecía cierta libertad imaginativa, pero no una experiencia vital auténtica. Más aun, fue el padre quien promovió la traumática iniciación sexual de Borges con una prostituta en Ginebra, marcándolo decisivamente y agravando el conflicto de su mundo interior.

Otro hecho poco conocido es que, en algún momento de la década de los treinta, Borges estuvo a punto del suicidio por un rechazo amoroso. ¿Cómo fue este episodio?

La más asombrosa revelación de mis investigaciones fue el amor de Borges por la poeta Norah Lange. A mediados de los años veinte, Norah se convierte en la musa de Borges. A ella se debe, por ejemplo, su fascinación por los temas escandinavos, ya que, aunque nacida en la Argentina, Norah era de familia noruega. Pero a finales de 1926, ella se enamora intempestivamente del poeta Oliverio Girondo, el más odiado rival de Borges dentro de la vanguardia argentina. Borges y Girondo no se podían ni ver. Aquél quería crear un criollismo argentino basado en el expresionismo, mientras que éste estaba ilusionado con el futurismo, el creacionismo y el Dadá. Borges había fundado la revista Proa y Girondo era el sostén de la revista Martín Fierro. El rechazo de Norah desorienta por completo a Borges: en 1927 se observa un cambio violento en sus ideas literarias; poco tiempo después, pierde su voz poética; y para 1930 se ha desmoronado su criollismo. No obstante, hasta 1934 no quiere reconocer que ha perdido a Norah definitivamente, y sólo entonces piensa seriamente en quitarse la vida. Este desastre personal es el hecho capital que explica la extraordinaria evolución de su aspiración whitmaniana de juventud hacia el escritor desilusionado y kafkiano, que aparece una década más tarde y que va a escribir las ficciones que le traerán la fama mundial. Sin embargo, la memoria de Norah queda inscrita en varios de estos textos, como “El aleph”, “El congreso” y “Ulrica”; en alusiones crípticas que he descifrado en bastante detalle en mi libro. Por ejemplo, hay indicios de que Beatriz Viterbo, de “El aleph”, fue concebida como un avatar ficticio, un recuerdo nostálgico, de Norah Lange, como el paradigma de la mujer deseada y perdida para siempre.

¿Cómo fue realmente la vida amorosa del escritor y cómo se trasluce en su producción literaria?

A Borges le incomodaba su reputación de escritor frígido y cerebral; decía que se había pasado la vida “pensando en mujeres”. En mi libro, me propuse demostrar que la sexualidad y el amor ofrecen una clave importante para comprender la dinámica de su realidad interior y, por ello, no están ausentes de su obra. Borges buscaba en el amor una salida a esa sensación de aislamiento y de “irrealidad” que lo oprimía. Resentía una dualidad de fondo: por un lado, se esforzaba por definir la esencia de su persona, mientras que, por otro, temía caer en lo que llamó “la nadería de la personalidad”. El vaivén entre esos dos polos –entre Whitman y Kafka, como él mismo lo caracterizó– dependía, en última instancia, de la aceptación o el rechazo de las muchas mujeres que cortejó en su vida. Como se sabe, tuvo múltiples decepciones amorosas y mi libro describe esa larga búsqueda del amor, desde su primera novia en Ginebra hasta su larga relación con María Kodama, pasando por el traumático rechazo de Norah Lange, su turbulenta relación con Estela Canto y otros fracasos sentimentales. Como intento demostrar en bastante detalle, todas estas experiencias dejaron hondas huellas en su obra.

Borges siempre ha sido una figura política muy controvertida. ¿Cómo fue esta trayectoria política, que sufrió tantos virajes y que se relaciona con una historia familiar que es al mismo tiempo la historia de la fundación de la nación argentina?

Borges fue un intelectual público durante toda su vida. El hecho es que, lejos de vivir de espaldas a las grandes cuestiones de su tiempo, Borges estaba imbuido de una fuerte conciencia de la responsabilidad del escritor ante la historia: tenía un sentido muy hondo de la patria y hasta el final de su vida se comprometió con el destino de Argentina. Por eso, aunque sus temas literarios no fueran políticos, a su manera fue un escritor engagé. Intenté dar cuenta de sus creencias y actividades políticas, desde su temprana simpatía por los bolcheviques hasta su pacifismo último, pasando por su afiliación al Partido Radical, su obstinada lucha antifascista, su antiperonismo acérrimo y su apoyo a las dictaduras militares. He procurado analizar la lógica de estos cambios en el contexto de la historia argentina, para llegar a comprender lo que él veía como la constancia fundamental de sus valores políticos. Una de las grandes ironías de su vida fue que, durante las últimas décadas, encontró cierta felicidad en el amor, pero al mismo tiempo tuvo la desgracia de ver a su patria sufrir tremendos conflictos. Los últimos años fueron especialmente dolorosos en este sentido: una tremenda crisis económica, dictadura y guerrilla, el desastre de las Malvinas y, para colmo, la revelación de desapariciones y torturas. Fue esa experiencia tan penosa lo que causó, al final de su vida, la radicalización política de Borges. En el poema “Los conjurados”, escrito en 1983, señala a Suiza como modelo de convivencia cívica para sus compatriotas. Hay que fijarse en la palabra “conjurados”, porque ésta fue la que empleó Borges en 1928, en un discurso ante jóvenes nacionalistas, donde abogó por la creación de una nueva identidad argentina compuesta por los hombres llegados de las varias naciones del mundo. En 1985, consciente de que su vida iba a consumirse pronto, Borges volvió a esos ideales de su juventud. De ahí surge la idea de morir en Ginebra, como un acto ejemplar, como un intento de darle a su vida un significado político a la vez que personal.

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