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¿Libros peligrosos?

El librero de la Librería Nacional se pronuncia sobre el peligroso precedente que sienta la Superintendencia de Industria y Comercio al censurar 'El libro troll', del youtuber español El Rubius, obligando a las librerías a catalogarlo como un libro prohibido para niños y adolescentes.

Felipe Ossa
11 de noviembre de 2015

No hablaremos hoy  de los numerosos libros que nos llegan cada día de todas las editoriales y de todos los temas, para felicidad de los lectores. Esta vez, vamos a poner en conocimiento de  ustedes, un hecho grave que puede llegar a afectar la condición más valiosa de nuestra profesión, tanto la de los autores, editores, distribuidores y libreros, como también  la de todos aquellos que han escogido la palabra, sea ésta escrita o hablada, e inclusive pintada, para expresar su pensamiento y su ideas. Y esta condición es  la libertad de expresión y la libre circulación del libro, consagrada por la Unesco desde hace muchos años. Pilares estos de una verdadera democracia y de cualquier país que se considere civilizado.

A propósito de la censura. Lea el veredicto sobre la exposición Mujeres ocultas en el Museo Iglesia Santa Clara.


El caso es que hace pocos días, el libro juvenil El libro troll, vendido por más de un año sin que nadie dijera nada, fue vetado por un grupo de padres de familia que quisieron restringir su venta, apelando a la Superintendencia de Industria y Comercio, por considerar su lectura inconveniente para niños y jóvenes. Convengamos que el libro es de mal gusto, escrito en un lenguaje procaz  e irreverente, no muy distinto de muchos otros también de carácter juvenil escritos en el lenguaje que usualmente usan los jóvenes a través de las redes, y que están de moda desde hace varios años, como una tendencia de las muchas que surgen cada cierto tiempo.

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Por supuesto, cualquier persona de cualquier grupo social está en pleno derecho de criticar, o no estar de acuerdo con el tema de un libro, o  con el lenguaje usado en el mismo. De la misma manera se puede criticar una obra de arte, un cuadro, una película, una serie de televisión, una obra de teatro, un tipo de baile, una canción, un deporte. Pero este derecho no  se puede extender a restringir, vetar, constreñir, cualquiera de estas manifestaciones culturales. Pues puede ser que para otros, esas expresiones de cultura sean estéticamente válidas y gratificantes. Lo grave en este caso es que la Superintendencia, acogiendo la demanda, ha ordenado a la editorial  y a las librerías que se le ponga un sticker al libro que diga que su venta está prohibida para niños y jóvenes; que no se puede exhibir en las secciones juveniles; y que en la estantería donde se encuentre tiene que ir un letrero con las mismas restricciones ya mencionadas.


Si esto no es censura y veto, entonces no sabemos qué es censurar. No sé  hasta qué  punto la Superintendencia tiene el derecho de considerar qué libro es bueno o no para los jóvenes lectores. O también, quizás cuáles son los libros que debemos leer, o qué no debemos leer los adultos. En este orden de ideas, cientos de libros quedarían prohibidos o restringida su venta. Las librerías tendrían que tener una sección  especial  de libros con restricciones, (una sección que sería la más grande de la librería, una especie de corralito).  Pensemos nada más en los libros de Henry Miller, D.H.Lawrence, Charles Bukowski,  Yukio Mishima (Las confesiones de una máscara), Octave  Mirbeau (El jardín de los suplicios), los autores libertinos franceses del siglo XVIII, el Decamerón de Boccacio, la poesía erótica desde El Cantar de los cantares, pasando por Baudelaire, hasta hoy. Y, por ese camino también los clásicos infantiles ¿O es que son muy edificantes, desde el punto de vista de la moral al uso, la historia de Barba Azul y sus siete mujeres asesinadas, o la de los niños abandonados por sus padres  en el bosque que caen en manos de una bruja que los enjaula para engordarlos y comérselos, o la historia de piratas traicioneros y sanguinarios que nos describe Stevenson en La Isla del tesoro? ¿Cómo se restringe la entrada a los jóvenes a las librerías, y se les impide que libremente tomar un libro, leer un capítulo de los cientos de libros que están a la mano en las estanterías, y que según esos grupos moralistas, no deben ser lectura para  ellos? ¿Qué decir de los cómics y las novelas gráficas, hoy tan en boga y que son fundamentalmente buscadas por chicos? Vetados entonces los grandes historietistas: Milo Manara, Crepax, y su sensual heroína Valentina, Robert Crumb, Corben, Horacio Altuna, Moebius y un largo etcétera.

La demanda pretende detener un tsunami con un saco de arena. Se prepara a nuestros hijos con valores, formando su carácter, inclusive enseñándoles a distinguir la belleza de la literatura y del arte. Haciéndolos fuertes para enfrentar el mundo y la vida. Que no siempre tiene una cara amable. Hay verdad y mentira, hay fealdad y belleza. No es ocultando las cosas, no es preservándolos en una urna de cristal como van a crear los anticuerpos que los protegerán de las crudezas de la vida. Pero el punto crucial, que nos compete a todos, es defender la libertad de expresión. Sea esta de nuestro agrado, o estemos  o no de acuerdo con nuestra manera de pensar, o nuestras creencias está latente el peligro de que esa libertad sea vulnerada. “Hoy vienen por mi vecino, mañana puedo ser yo”.

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