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Después del fin: ‘La tierra de los hijos’, de Gipi

Mario Cárdenas reseña ‘La tierra de los hijos’, del autor italiano Gian Alfonso Pacinotti (Gipi).

Mario Cárdenas
18 de octubre de 2018

En Apuntes para una historia de guerra, Gian Alfonso Pacinotti, más conocido como Gipi (Pisa, 1963), hace un ensayo sobre la violencia, una recreación de los mecanismos y las operaciones de la guerra, recreando el inicio de un conflicto y cómo las vidas de hombres y mujeres terminan siendo marionetas de algo que no tiene comprensión, que es indefinible, que se extiende como una plaga y arrastra y consume todo lo que toca. Sin embargo, y a pesar de lo magistral de este trabajo, no es este libro el único de los trabajos esenciales en la narrativa gráfica del maestro italiano, que lleva labrando sin mucha estridencia una de las obras de cómic más singulares por los espacios que habita.

A pesar de haber afirmado que no lee cómics, Gipi crea potentes constelaciones gráficas: su caso es el de un ave extraña que planea en solitario, desgajando trabajos de distinto orden, pero que conservan las mismas sensaciones. Ese es el caso de Unahistoria, un relato con muchas caras donde usa el dibujo para mostrar el mundo de los recuerdos, el inconsciente, la ficción escrita y la locura, y S, una historia construida por el pasado y una memoria plagada de tachones. Siempre transado por límites, reglas y otras convenciones que él mismo se pone para armar las historias.

En La tierra de los hijos, editado al español por Salamandra Graphic, y disponiendo de unas nuevas reglas, pero sin abandonar ese trazado más expresivo que preciso, Gipi dinamita, o intenta darle un vuelco, a su estilo. Sin zafarse del todo de lo que ha creado, queda de nuevo instalado en la mancha gráfica que ha dibujado. En este territorio (el de unos hijos sometidos a una guerra, la especulación de su origen y una historia que no se puede leer) aparecen los parajes de su universo: la adolescencia y la provincia sin identificar, que hace resonancia no solo con Italia, sino con otros lugares atorados por el cerco que han creado adultos desorientados que no saben cómo responder a las amenazas de un futuro próximo, plagado de rostros consumidos y cuerpos famélicos que se alimentan de perros.

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En lo que parece ser de nuevo una historia sencilla, La tierra de los hijos es un dispositivo que, en medio de lo que le sucede a un padre y dos hijos analfabetas encerrados en un entorno que limita con La carretera de Cormac McCarthy, el autor italiano hace su versión de lo que ha quedado después del fin (no sobre el fin, como lo escribe en el inicio, porque “después del fin ya no se escribieron más libros”). Ahí, además de unos gemelos deformes y caníbales, hay una banda de fieles enloquecidos, entregados a la religión de un “dios”, un salvador llamado Wapo, que dispone de muchos seguidores como cualquier líder autoproclamado en las esferas desorientadas del narcisismo digital.

Pero no solo es la anécdota expuesta la violencia en sí y el fin la idea que circula a través de la historia. Lo que hace de este libro un espacio después del fin es la memoria y su agonía, la imposibilidad de comunicar respuestas hacia el futuro, de transmitir nuevos conocimientos, de establecer nuevos puntos de conversación en un tiempo donde las ideas han sido tiradas a la basura y la escritura y la lectura están en un punto quebradizo, como aquello que sucede en las páginas de La tierra de los hijos mientras leemos. Así, la página y las viñetas se transforman en un libro que no podemos leer, porque nosotros somos esos hijos analfabetas que no pueden acceder a lo que el padre escribía: como si nosotros y ellos fuéramos, en este tiempo después del fin, unos animales sin historia.  

La tierra de los hijos de Gipi es, de nuevo, una pregunta y respuesta de por qué la historieta es tantas cosas juntas a la vez, y por qué se dibuja con imágenes y se narra con dibujos. Su escritura manual (suponiendo que el dibujo lo es en muchos casos) es una escritura que intenta devolvernos a un lugar fuera del ambiente contaminado de lo digital para hacer de esta una duda frente a tanta falsificación y que, como escribió Sergio Chejfec en Últimas noticias de la escritura, “solo la escritura manual tiene la marca de la hesitación (…) con hesitación me refiero a la vacilación física que está incorporada a la letra que cada uno tiene”.

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La tierra de los hijos
Gipi
Salamandra Graphic
288 páginas
2018

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