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Detalle de la portada de 'El oído miope' de Adriana Villegas.

Literatura colombiana

‘El oído miope’: una novela muy colombiana

El libro de Adriana Villegas Botero es una colección de microhistorias sobre la rutina diaria de una colombiana que vive ilegalmente en Nueva York.

Ana Gutiérrez
14 de febrero de 2018

La limpieza de apartamentos y basements, los viajes en el metro, la clase de inglés y la escritura de algunos correos dirigidos a los que dejó en Colombia componen los días de Cristina, una abogada que emigró ilegalmente a Nueva York. Pequeños trozos de su rutina diaria, sus esfuerzos (y fracasos) para comunicarse, y los primeros rastros de la vida que está tratando de establecer componen El oído miope, el primer libro de la periodista manizalita Adriana Villegas Botero.

La novela, si así se puede definir la colección de breves relatos de la cotidianidad de Cristina, se gestó durante más de cinco años. Villegas señala que tiene su origen en un libro que al final no escribió: una novela muy personal basada sobre el suicidio de su hermano. No lograba que fluyera, era muy difícil por lo doloroso que era el tema. Entonces se matriculó en un taller de novela corta del Fondo de Cultura Económica dirigido por Miguel Ángel Manrique para poder terminarla. Pero lo primero que le dijo Manrique a la clase fue “esa novela que usted tiene archivada, guardada en la mesa de noche, es como el viejo amor que usted no se atreve a echar pero ya sabe que ese novio no le sirve. Hagan el favor de empezar un texto de ceros, distinto, diametralmente opuesto a lo que usted viene trabajando”. Villegas pensó que lo más diferente posible a Manizales, donde estaba ambientada la novela que tenía en mente, era Nueva York. Empezó a escribir una historia sobre un inmigrante en la ciudad pero como una narración muy lineal y, a la mitad, decidió borrarlo. Lo eliminó hasta de la papelera y volvió a empezar. Es entonces cuando encontró la narración tan particular que iba a caracterizar El oído miope.

Villegas decidió que iba a hacer microhistorias que transcurrieran en un solo día. Las escribía los domingos, el único momento que tenía, porque trabajaba entre semana y le había pedido a su esposo que se llevara a su hija, entonces de 13 meses, a la casa de su suegra esos días. También empezó a esbozar uno de los elementos más fascinantes de la historia: la comunicación electrónica de Cristina con Colombia. “El tema que me inquietaba era el lenguaje y la comunicación, la dificultad de entender lo que el otro está diciendo o haciendo. Cristina no se puede comunicar porque no habla inglés y gran parte del tiempo permanece callada. Entonces la única forma de lograr que ella se pudiera expresar fluidamente era en español y la gente hoy se comunica a partir de mails. Escribí los correos electrónicos en el lenguaje que los escribimos, coloquialmente, con errorcitos, para que ella tuviera una voz propia donde no podía tenerla porque no maneja el idioma” explica Villegas.

El manuscrito lo escribió entre septiembre y noviembre de 2013. En diciembre de ese año, el texto recibió el Premio a Mejor Manuscrito de Novela del FCE, de un jurado compuesto por Miguel Ángel Manrique, Alonso Sánchez Baute y Ricardo Silva Romero. “Yo siempre he sido periodista y me formaron para contar historias de interés público. Pero el libro está lleno de pequeñas microhistorias insignificantes, como la minucia rutinaria de tener que limpiar un baño, cosas muy chiquitas, hasta microscópicas”. Eso es, en realidad, el verdadero encanto del libro. El elogio a lo más ordinario. Pero pasarían cinco años antes de que se publicara. En abril de 2014 Villegas sintió que no podía editar más sola y buscó una editorial. Mandó cuatro correos: uno de los destinatarios le contestó que no podía hablar hasta que acabara la Feria del Libro. Y no recibió más mensajes. Solo fue hasta finales de ese año que le escribió Ana Roda, en ese entonces la editora de Alfaguara, para hablar sobre la posibilidad de publicarlo, con algunas sugerencias. Mientras Villegas trabajaba el texto vio un artículo, de Arcadia anota con una sonrisa, que Roda había aceptado un cargo en la Alcaldía de Peñalosa. Y Villegas no tenía a quién contactar en Alfaguara. Varios meses, ya entrado 2015, después le escribió Adriana Martínez, la nueva editora. Tres años después, se va a lanzar El oído miope, el 15 de febrero a las 6:30 p.m. en la librería Wilborada de Bogotá.   

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El título es una metáfora para las dificultades de comunicación de Cristina, que le expresa en un correo a una amiga: “estar oyendo hablar todo el tiempo en un idioma que uno no entiende bien es como si estuviera oyendo radio con la emisora mal sintonizada. Como ver el mundo a través de unos lentes empañados. Yo, que no veo bien, soluciono mi problema con gafas y listo el pollo, pero para el oído miope no hay arreglo”. A Villegas se le ocurrió al comparar el gesto que hace una persona miope cuando fuerza la vista con el gesto que hace alguien al inclinar la cabeza para aguzar el oído. “Cristina usaba gafas desde el principio, no sé por qué, y pensé: ella no es solo miope de la vista sino del oído, luego tiene el oído miope” dice Villegas.

Pero a pesar de las dificultades de comunicación de Cristina, y lo lejos que está de casa, la novela es patentemente colombiana. Desde las referencias hasta las expresiones, es un retrato del país actual. “Yo quisiera que la novela se leyera como una novela muy colombiana porque hay una enorme cantidad de colombianos que viven fuera del país pero que se sienten colombianos. Eso era muy intencional pero también es intencional que aunque ocurre en Nueva York muchos de los personajes no son de allá. En alguna parte Cristina dice que el hijo de la colombiana con la que vive es realmente el único gringo que conoce, y es un niño colombiano que nació en Estados Unidos”. Aún poblada de inmigrantes, la novela es un fiel retrato de la geografía neoyorquina. Se alimenta de la experiencia de Villegas viviendo en la ciudad, y de las historias que conoció mientras estuvo allí, a pesar de que la escritora dice que, a diferencia de Cristina, nunca limpió casas. Pero sí, admite, fue cajera en McDonald’s. Villegas se asegura de aclarar que El oído miope es una novela de ficción, que no tiene base en su propia vida. “Como soy periodista y siempre estamos pegados del dato, de verificar la fuente, de confirmar, y venía de hacer un ejercicio de tratar de escribir una novela sobre un hecho real de mi familia, una de las cosas que me pareció más liberadoras, más potentes y más maravillosas fue sentarme a inventar”.

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En parte por esa distancia de la realidad, y en parte por todo el tiempo que tomó en ser publicada, la novela no menciona detalles políticos reales. Es una lectura refrescante en la era Trump, porque narra la historia de una inmigrante en su cotidianidad absoluta, en vez de convertirla en una lección moral sobre una problemática más grande. “La novela si puede tener una lectura política, menciona la violencia en Colombia, habla de cómo funcionan las elecciones y así, pero me interesaba hacerlo sin una referencia particular porque el presentimiento que tengo es que si eso se lee dentro de 15 años seguirá siendo vigente” explica Villegas.

También anota que, a pesar de la preocupación por el presidente actual de Estados Unidos, el problema de fondo va a persistir. “La lectura que muchos estadounidense promedio hacen de los inmigrantes latinos viene siendo así hace décadas, y es posible que siga siendo así cuando Trump no este. La base que lo eligió ya estaba ahí. Ellos ven a los inmigrantes como unos seres de segunda, de menor categoría, pero el inmigrante promedio está más enterado de la realidad porque sabe que su país no es el centro del mundo”.  

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