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El escritor brasileño Paulo Coehlo.

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Paulo Coelho, pirata de sí mismo

Recordamos cuando el autor de best sellers brasileño permitió que desde su página web se descargaran gratuitamente las copias ilegales de sus libros que circulan en internet.

Andreas Tzortzis
15 de marzo de 2010

Talvez el autor brasileño Paulo Coelho no sea el internauta más activo del mundo literario, pero es sin duda, el más célebre. Ha vendido más de 100 millones de ejemplares entre sus catorce recopilaciones de cuentos largos y su novela El alquimista. Es un fanático de internet desde principios de los 90. Cada día le dedica al menos tres horas a comunicarse con sus lectores vía e-mail, a subir fotos en Flickr, a gestionar su MySpace y a nutrir el blog de su página paulocoelhoblog.com.

Se asegura también que lleva a cabo una actividad más bien mal vista: la promoción de las ediciones no autorizadas de sus libros. En el marco de la conferencia “Digital, Life, Design” (Digital, Vida, Diseño) que tuvo lugar en Munich el pasado 20 de enero, comentó, frente a una asamblea constituida por gerentes de empresa, artistas y diseñadores gráficos, que desde 2005, él mismo invita a sus lectores a que visiten sitios en los que pueden descargar sus libros gratis, en casi cualquier idioma del alemán al japonés. Pero ¿qué opina Harper Collins, su editor en Estados Unidos? Patricia Rose, una de sus portavoces, aseguró que la editorial desconocía todo lo referente a las actividades de Paulo Coehlo en la red.

Las declaraciones de Coelho reavivan un debate que se ha venido incubando desde hace años en el mundo de la edición; erigiéndose como un defensor de sus colegas menos reconocidos, proponiendo un modelo que complementa las estrategias clásicas de promoción de un libro con la gestión de derechos y la difusión gratuita de textos por internet. Algunos autores sostienen que incluso esto promueve la venta de sus libros gracias al rumor. Como es evidente, la mayoría de los editores son todavía reticentes pues temen que sus ventas disminuyan al igual que sus contratos de cesión de derechos y de distribución. El problema es que nadie sabe cuál sería el impacto real que tendría sobre las ventas de libros la puesta en línea gratuita de las obras ya que casi no existen datos disponibles sobre este tema. “Para los editores, internet sigue siendo un medio muy extraño —dice Mónica Antunes, agente de Coelho en Barcelona—. No logran dilucidar aún si se trata de algo positivo o no”.

Mientras la mayoría de autores que han optado por la edición en la red lo hacen abiertamente, Coelho logra refugiarse detrás de los escasos rescoldos de anonimato que aún proporciona internet. Su sitio Piratecoelho (piratecoehlo.wordpress.com), permite acceder a ediciones piratas de sus libros por medio de las redes de intercambio de archivos BitTorrent y eMule. Además, tiene en nómina a diez de sus seguidores diseminados entre Francia, España, Rusia y Turquía, para que encuentren canales de difusión para su sitio web.

Coelho está convencido de que su presencia en la red no ha hecho más que acrecentar las ya más que considerables ventas de sus libros. En 1999, la primera vez que encontró una edición pirata (en ruso) de uno de sus libros en internet, se precipitó a poner un enlace en su página web y el efecto no se hizo esperar. Teniendo en cuenta que la distribución de su obra en Rusia era bastante pobre, con ventas que no superaban los 1.000 ejemplares, sus ventas en librerías se dispararon hasta alcanzar la cuota de los 10.000 ejemplares vendidos en 2001. Desde entonces, las cifras en su cuenta corriente lo corroboran: ha vendido más de 10 millones de libros en Rusia. A lo largo de los últimos siete años, sus seguidores alrededor del mundo han descargado más de 20 millones de veces sus libros.

Coelho utiliza su amplia comunidad de seguidores expertos en internet, que escanean ejemplares de sus libros para luego ponerlos a disposición como archivos que se pueden descargar. Aunque los derechos de todas las traducciones pertenezcan a sus respectivos editores, Coelho es dueño de todos los derechos digitales de sus obras, menos de las ediciones en inglés editadas por HarperCollins. Desde su sorpresiva declaración del 20 de enero en Munich, Coelho no ha tenido noticias de este editor. “Hasta ahora no he recibido ninguna reacción”.

El futuro está en manos de los editores. Ellos pueden buscar la forma de restringir la difusión gratuita en internet de obras protegidas por derechos de autor, y no ofrecer más que un número limitado de capítulos gratuitos, o bien pueden codificar las obras en formato drm para impedir que los internautas que descarguen la versión digitalizada de la obra puedan copiarla y compartirla. Amazon ya protegió todos sus libros digitales para que no puedan ser copiados después del lanzamiento de su reproductor digital de libros Kindle en 2007. “Podría existir la voluntad por parte de los editores y de los escritores de ejercer un control sin precedentes sobre el lector”, teme James Boyle, profesor de derecho especializado en propiedad intelectual de la universidad de Duke.

Sin embargo, algunos editores han decidido adoptar el método de descarga de libros gratuita. La editorial de la Universidad de Yale aceptó publicar gratuitamente en línea el nuevo libro de Boyle, The Public Domain [El dominio público]. Yale accedió después del éxito que obtuvo otro de sus autores, Yochai Benkler, cuyo libro The Wealth of Networks [La riqueza de las redes] se convirtió en un best seller de la edición universitaria aún estando disponible de forma gratuita en internet.

La pregunta de si la edición electrónica representa un caníbal para su equivalente en papel sigue abierta. Para Coelho, los editores no tienen ninguna razón para preocuparse. Poniendo de lado todo el circo que se ha montado alrededor, existen límites en cuanto a la demanda por parte de los lectores de libros en la red. Una recopilación de cuentos realizada por Coelho para internet en 2000 fue bajada cientos de millones de veces sin que un solo lector dejara un comentario en la página del autor. No comenzaron a reaccionar sino seis años después, cuando algunos relatos fueron publicados en el libro Como el río que fluye, que vendió alrededor de 180.000 ejemplares en los países anglófonos. “Era un libro que no tenía pensado vender, comenta. Pero la gente estaba esperando que fuera publicado en un formato físico. El libro es una tecnología puesta a punto durante 500 o 600 años, y que funciona aún hoy perfectamente.”

NEWSWEEK©

Traducción: Benjamín Moure

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