| Foto: Foto cedida por Tomás Tibocha

ANÁLISIS

Comunicación para reactivar

Como si se tratase de una materia ajena al pénsum, a lo largo del pregrado es frecuente que los profesores dediquen análisis inesperados en torno a las amenazas que acarrea la profesión.

16 de diciembre de 2020

Como si se tratase de una materia ajena al pénsum, a lo largo del pregrado es frecuente que los profesores dediquen análisis inesperados en torno a las amenazas que acarrea la profesión; así, dependiendo de la carrera, puede escucharse hablar sobre la sobreoferta de egresados, el desinterés del mercado, la brecha de géneros, la caída en la remuneración, la exigencia del bilingüismo o, incluso, el riesgo que plantean los recientes desarrollos tecnológicos.

En el caso de la Comunicación social y el Periodismo, un oficio que desde su formalización se ha asumido como accesorio, uno de los más grandes afanes, si no el más, lo encarna la austeridad que viene asociada a los periodos de emergencia. Este temor, por más redundante que pueda parecer de entrada, se fundamenta con la bien conocida frase que sostiene que "en tiempos de crisis, lo primero que se corta es la publicidad y las comunicaciones".

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Así, y para la muestra, bastó tan solo un mes desde el primer registro de contagio de covid-19 en el país para que la inversión publicitaria en medios cayera en cerca del 12%, con respecto a las cifras de marzo del año pasado -según una de las principales compañías de investigación de medios de comunicación en América Latina-; lo que, en consecuencia, condicionó gran parte de la actividad de comunicación a nivel nacional.

Sin embargo, para sorpresa de los que ejercen el oficio, el desenlace de la presente pandemia ha venido replanteando la concepción de trivial con la que por décadas ha tenido que lidiar dicha labor. Además del marcado aumento en el consumo de medios noticiosos, diferentes firmas de consultoría empresarial han incluido cargos de comunicaciones dentro del podio de las profesiones que más demanda tendrían una vez se supere el capítulo del coronavirus; aspecto que, de paso, controvierte la hegemonía de los talentos vinculados a los datos y la tecnología.

Ahora bien, aunque el grueso de estas previsiones laborales no ofrece mayor sustento para sus conclusiones, existen suficientes razones para deducir la importancia que ocupa la correcta expresión institucional, corporativa, gremial y, hasta, presidencial en medio de la reactivación social y económica de Colombia.

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En ese sentido, por ejemplo, cabe considerar: ¿por qué el anuncio de un crédito para una aerolínea es acertado desde la óptica técnica y es controvertido para la opinión pública?, ¿qué hace que una empresa se apalanque en la crisis para elevar su reputación?, ¿era oportuno anticipar la reforma tributaria en estos momentos?, ¿cómo evitar el debate entre salud y economía?, ¿es eficaz dirigirse al país todos los días como se está haciendo?

Más allá de la variedad de interpretaciones políticas, económicas y, hasta, culturales que puedan surgir, lo cierto es que la reactivación que demanda el país va más allá del ajedrez de tangibles con el que hasta ahora se ha manejado. Pensar en retornar a las dinámicas de enero y febrero a punta de subsidios, alivios financieros, líneas de crédito y días sin IVA resulta sencillamente insuficiente.

En esta era de métricas y datos, donde todo es medible, cuantificable y digno de tabular, es necesario considerar el papel que siguen jugando los factores subjetivos de cara a la reactivación. La pandemia, entre otras cosas, al mediar con una variable inexacta: la sociedad, demanda también soluciones sin calculadora y de rostro humano: demanda comunicación; pues, al fin de cuentas, el que se pone un tapabocas para reactivar es un individuo, no un dígito.

Por: Tomás Tibocha