MINERÍA

La marcha de la discordia

Seis años después de la primera protesta, este viernes los bumangueses volverán a salir a las calles para oponerse a la explotación minera en el páramo de Santurbán. Crónica de los antecedentes de este conflicto irresuelto.

4 de octubre de 2017

Por: Henrique Gómez París

Arengas que exaltaban al agua y repudiaban al oro. Pancartas denunciando la toxicidad de la invasión canadiense. Mensajes abogando por un páramo expuesto a la desaparición. Todos se fundían entre un impresionante rio de personas que descendían hacia la plaza destinada en Bucaramanga para las protestas. Los medios más arriesgados estimaron la asistencia de cuarenta mil personas. Los más prudentes se refirieron simplemente a miles.

Lo cierto es que el 25 de febrero de 2011, Bucaramanga llamó la atención del país entero. La causa era la inminente extracción a gran escala de minerales del páramo de Santurbán, hasta ese entonces un ecosistema poco reconocido en Colombia. Los motivos de la marcha encontraron un aliado en el Gobierno Nacional. El plan de desarrollo de la primera administración Santos proponía la protección de los páramos. La feliz coincidencia entre la alerta ciudadana y la visión gubernamental hizo realidad su preservación, establecida mediante una ley y garantizada por sentencia de la Corte Constitucional.

El programa de delimitación de páramos del Ministerio de Ambiente comenzó por Santurbán. Fue el primero de 35 que lograba fijar los linderos que garantizan su protección. La misión quedó cumplida. No sería posible, en adelante, realizar actividades mineras dentro del ecosistema delimitado.

Pero la afectación no solo alcanzó a la minería. Agricultores, campesinos y simples habitantes del páramo tuvieron que aceptar que sus predios perdieran todo valor comercial, y que ya no fuera posible adelantar las faenas del campo, ni siquiera para la subsistencia. La capa vegetal del paramo tiene la virtud de retener humedad de las nubes perpetuas que se posan sobre sus cumbres. La acumulación es soltada sobre las faldas para dar lugar a nacimientos de agua. Y para que ese ciclo sea posible, es ideal que la mano del hombre no intervenga el suelo del páramo. O al menos eso es lo establecido en la norma.

Con la delimitación, cerca del 80 por ciento del municipio santandereano de Vetas quedó en jurisdicción del páramo. Escasamente su casco urbano y unas pocas veredas pueden seguir como venían, explotando la minería y la agricultura que data de hace 462 años. A pesar de la restricción, ya era definido en donde se puede o no trabajar, contándose entre esos espacios el municipio de California, al que se llega luego de 1.345 metros de descenso continuo desde Vetas.

En el intermedio del camino entre los dos municipios se encuentra La Bodega. Así se llama la mina de oro más emblemática de California. Referirse mal a ella es un sacrilegio. Para los californianos es el significado de su identidad y de su sustento. La Bodega ha hecho las veces de una inagotable alacena que para unos ha significado la subsistencia y para otros la bonanza. Desde la cúspide hasta su base se ven las huellas de la minería artesanal. Esa técnica que los primeros mineros aprendieron a punta de golpes a la montaña, y que fue transmitida de generación en generación.

 

 

Mina de La Bodega. Foto Jefferson Durán

La continuidad de la falda es interrumpida por la quebrada La Baja, cuyas aguas se asoman con un turbio color verdoso. Ese tono permite concluir que no es La Bodega la que da lugar a la contaminación de la quebrada, aunque sí aporta la cuota que le corresponde. Al igual que varios de los puntos de extracción de oro que se apostan a lo largo del curso de la quebrada. Cuatro molinos trituradores se cuentan entre La Bodega y el casco urbano de California. La mitad activos y los otros abandonados. El color verdoso de la quebrada toma un tono amarillento.

 

 

Quebrada La Baja al llegar a La Bodega

51 kilómetros de distancia separan a California de Bucaramanga, al igual que 1.400 metros de altitud. Estos extremos son fácilmente accesibles. Lo que marca hoy la mayor separación entre estos centros urbanos es una nueva polémica. De nuevo en torno al agua y al oro. La nueva teoría lanzada por los ambientalistas de la ciudad es que el páramo no se puede delimitar. ¿No está acaso superado el debate?

Sendos factores suspendieron la concordia alcanzada. Uno es la incursión exitosa en la política de uno de los organizadores de la marcha de 2011. El socorrano Leonidas Gómez estuvo a punto de ganar la Gobernación del departamento en 2015 desde un ejercicio independiente. La sorpresa fue total. En solo Bucaramanga, Leonidas Gómez casi dobla los votos obtenidos por el actual gobernador. Con base en ese antecedente, Gómez decidió aspirar al Senado por el Polo Democrático.

El otro factor es la compra de un título minero en California por parte de la Sociedad Minera de Santander (Minesa), empresa de capital árabe que despertó de inmediato la oposición de los ambientalistas de Bucaramanga. Uno de los artífices de la marcha de 2011 es Orlando Beltrán Quesada, un reconocido defensor de animales, que promueve ahora la nueva tesis que propone al páramo como un ecosistema indivisible, imposible de delimitar.

Las dos proyecciones se encontraron en la idea de organizar ‘la madre de todas las marchas’ cuyo objetivo fundamental es superar la convocatoria de 2011. Como garantía de éxito, los organizadores sumaron a sus huestes al popular alcalde Rodolfo Hernández, que declaró día cívico para facilitar la asistencia, desplegando publicidad en los paraderos del transporte masivo y modificando el eslogan inicial de ‘agua sí, oro no’ por el de ‘nuestro oro es el agua’.

Al lado del Polo Democrático se encuentra el Partido Verde, quien gestionó la presencia de su candidata presidencial Claudia López en la marcha. Igual gestión hizo el partido del candidato presidencial Jorge Enrique Robledo, quien estará secundado por los senadores Iván Cepeda y Alexánder López, quienes han promovido la asistencia de militantes de otras partes del país. Los partidos tradicionales no se han quedado atrás, teniendo el partido liberal su participación en cabeza del precandidato presidencial Juan Manuel Galán y el diputado Carlos Alberto Morales.

Mientras los ánimos y la tensión crecen en Bucaramanga, California respira la tranquilidad acostumbrada de su parque principal. Mientras el templo de San Antonio es remodelado para seguir recibiendo feligreses esperanzados en encontrar pareja, el monumento en honor al minero prevalece en el centro del municipio, detrás del sacerdote fundador. Doña Dominga atiende como de costumbre a los visitantes con su oferta de empanadas, y el laboratorio móvil de joyería del SENA se mantiene activo en la formación de los inquietos estudiantes.

California, Santander

El bus que llega de Bucaramanga a las 8 de la mañana, permite volver a California a los que bajaron a hacer diligencias. O llegar a los que no conocen. Los que son turistas, encuentran en Javier a un guía que en dos horas los lleva lomo de mula a la laguna de Páez, una de las 34 que existen en el lado santandereano de Santurbán.  Al costado norte del parque están las oficinas de Minesa. En su interior exhibe fotos de la biodiversidad que se ha inventariado con ocasión de la solicitud de licencia ambiental para su proyecto minero. Fotos de lechuzas, osos perezosos y una gran variedad de aves hace parte de la decoración del lugar. Se destaca la pristimantis jorgevelosai, declarada en peligro de extinción y encontrada en la zona del título minero.

El debate en California no es en contra de la minería. La inquietud que divide las opiniones es económica. Varios habitantes plantean la necesidad de darle valor agregado a la industria. Consideran que quedarse en la labor extractiva no les permite generar desarrollo. Por eso proponen alternativas para poder ir un eslabón más arriba de la cadena productiva. Si caben más eslabones, mejor. Este tipo de debates son parte de la cotidianidad de la casa de la cultura Aristóbulo Rodríguez.

Con esta visión se conecta Emiro Arias Bueno, un economista y docente bumangués que dirige la campaña de Leonidas Gómez al Senado e integra el grupo promotor de la nueva marcha, quien destaca la importancia para el país de replantear las regalías que se reciben por extracción de oro. De acuerdo con sus cuentas, Minesa obtendría 40 billones de pesos en la fase de operación en California, y solo le pagaría 6 billones al Estado, razón por la cual prefiere que se deje el oro donde está y que lo extraiga una empresa local que pueda hacerse a esas ganancias proyectadas.

Arias Bueno asegura, por otra parte, que a diferencia de las radicales posiciones ambientalistas, que buscan desterrar la minería del resto de Vetas y California sin dar lugar a debate, su grupo político “no tiene una oposición a ultranza en contra de Minesa. Si se prueba que no se impacta el agua y el páramo, podría abordarse el asunto de su operación”. Pero para él, eso no está probado y por el contrario, aseguran haber encontrado 15 inconsistencias en el estudio de impacto ambiental presentado por Minesa a la ANLA.

Los componentes del estudio ambiental permanecen expuestos en la sede de Minesa en California. Un equipo de funcionarios profesionales explica mediante maquetas, videos y pendones los pormenores del estudio. Además de aclarar que no se hará minería a campo abierto, muestran la estructura del proyecto como un  túnel que va desde el campamento principal, ubicado en la vía de California a La Bodega, hasta jurisdicción del municipio de Suratá.

Explican que el método será de perforación. Es decir que contrario a lo promovido por los ambientalistas, no levantarán túneles hacia el páramo, sino que se construirá una especie de edificio subterráneo para extraer los metales existentes. También son enfáticos en afirmar que si hay impactos ambientales, pero ninguno quedará huérfano porque cada uno de ellos tendrá un responsable asignado. Y que fueron tenidos en cuenta todos los elementos expuestos por los californianos, directos afectados por el proyecto.

Por ahora son posiciones sin espacio de diálogo. En esta edición de la marcha, la discordia se erige como una medición de pulsos políticos. Minesa se defiende en medios locales de las que considera mentirosas afirmaciones de los promotores de la marcha. Por el lado de los organizadores, se sigue el parámetro del alcalde Hernández de un desinterés absoluto y radical por conocer el proyecto de Minesa.

Cumplida la multitudinaria marcha, es posible que los pulsos se mantengan mientras finaliza la época electoral. Lo cierto es que la segunda edición de la marcha por el agua vuelve a ser noticia. Es de esperar que los diálogos en esta materia también lo lleguen a ser.