Manuel Villa, abogado y docente.
Manuel Villa, abogado y docente. | Foto: Archivo particular

Opinión

Las cosas como son

Colombia no necesita tal progresismo, necesita evolución. Colombia necesita cambios y juventud. Necesita más democracia, productividad, institucionalidad, orden y libertades.

Manuel Villa Mejía*
24 de junio de 2021

Cuando las pasiones se sobreponen a los hechos, la discusión se aleja de los argumentos y se acerca a los sentimientos. Adiós a las evidencias y a los asomos de razón. Se degrada el nivel del debate público y la mentira se viste de verdad. Y como si fuera poco, las redes sociales hacen que las personas, escondidas detrás de una pantalla, pierdan su identidad y se acomoden según los vientos de las tendencias.

Resulta entonces valiente tratar de opinar desde la sensatez y sin el ánimo de ser sobrevalorado. Resulta hasta riesgoso levantar la mano y, sin necesidad de alzar la voz, exponer algunas reflexiones sobre la falta de coherencia de aquellos que, desde una trinchera radical y con su habilidad para disfrazar los hechos, tergiversan los conceptos y distorsionan la realidad. Pero vale la pena.

Vale la pena preguntarse: ¿cómo es posible que quienes dicen representar las banderas del progresismo son quienes más señales de conservadurismo demagógico dan? ¿Acaso es su nostalgia ideológica la que los lleva a sostener que todo debe cambiar, excepto sus argumentos? ¿Por qué pretenden mostrarse como el cambio y la fórmula de lo nuevo cuando sus ideas y estrategias, además de viejas, han resultado obsoletas?

No se entiende cómo, quienes dicen defender el progresismo, creen poder salvarnos del “establecimiento”, cuando por años han hecho parte del mismo, y, aunque quieran mostrarse en dieta, no pueden esconder que por años han bebido de las mieles del sistema. Resulta irritante que habiendo sido lobos pretendan mostrarse como ovejas: no han dejado huella sino heridas.

¿Cómo creer en quienes, sin vergüenza, insultan las inteligencias de su pueblo al querer confundir paz con impunidad, diálogo con claudicación, marcha con bloqueo, progresismo con involución? ¿Cómo confiar en quienes quieren llevar a la periferia del debate conceptos centrales como las libertades, la democracia, la vida, el respeto y la propiedad privada, para distraer al auditorio con emociones viscerales y odios endosados? ¿Cómo tomarlos en serio si han querido, y en casos logrado, que lo correcto sea visto como políticamente incorrecto y lo incorrecto como políticamente correcto?

¿Cómo pueden mostrarse como una alternativa de solución real si en las oportunidades que han tenido no han sido capaces de dar el paso de la comunicación a la acción eficiente y coherente?

Quienes defienden el progresismo sostienen tesis que camuflan un modelo de Estado transpersonalista o antihumanista, amparando un colectivismo tal que desnaturaliza al ser humano y lo cosifica, transgrediendo su dignidad humana al trazarle un determinado modo de vida, como si las personas no fuéramos dignas o merecedoras de poder trazarnos nuestro propio proyecto de vida. Para ellos, todo ciudadano debe comportarse como si fuera un funcionario más de su supuesto modelo de gobierno, bastante invasivo y arbitrario por lo demás.

¿Cómo entender que critiquen el modelo capitalista apodándolo simple y llanamente de salvaje y que, al mismo tiempo, practiquen y defiendan un estilo de democracia salvaje? ¿Cómo aceptar que pretendan desconocer a las mayorías e instrumentalizar a las minorías?

Mientras en el país necesitamos construir, ellos destruyen. Mientras hacen falta acuerdos sobre nuestra identidad, ellos provocan desacuerdos sobre nuestras diferencias. Llaman al consenso pero provocan el disenso. No solo son contradictorios, sino explosivos. Plantean un callejón sin salida alrededor de la diferenciación cuando lo que se necesita son válvulas de escape en torno a la integración.

Promueven un sistema improductivo y disfuncional para defender un modelo que, en vez de un orden propuesto, requiere de un orden impuesto. Les choca la fuerza institucionalizada pero les sirve la violencia sistematizada. Les gusta la libertad siempre y cuando ella implique ser y pensar como ellos. Se declaran en oposición, pero más que a un gobierno, se oponen al pueblo.

Llamemos las cosas por su nombre, y digamos las cosas como son. Colombia no necesita tal progresismo, necesita evolución. Colombia necesita cambios y juventud. Necesita más democracia, productividad, institucionalidad, orden y libertades.

*Abogado y docente.