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MUNDIAL RUSIA 2018
Nikólskaya, la calle donde el Mundial palpita
En pleno corazón de Moscú, una de las calles históricas y tradicionales, se convierte en una especie de Tribuna de Babel. SEMANA completa dos noches en el lugar donde la fiesta no culmina con el amanacer.
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A pocos, muy pocos pasos de la Plaza Roja, en el corazón de Moscú. Cerca del Kremlin, esa especie de barrio de edificios religiosos y oficiales, donde vive y despacha Vladimir Putin -a quien muchos llaman el nuevo Zar-, en frente al río Moscova. A pocos minutos a pie del teatro Bolshoi, catedral del famoso ballet ruso, y próxima a la estación del metro Ojotni Riad, hay una calle, no muy larga, flanqueda por famosas vitrinas, hoteles, lujosos restaurantes, casas de vecindad, e iluminada todo el año como si se tratara de navidad, tradición que en Rusia no comparten como en occidente. Se llama Nikólskaya. Allí, el Mundial palpita.
Quienes se la encuentran por estos días de sorpresa, caminando por los tranquilos y más tradicionales paseos, tan silenciosos como la fría personalidad de los rusos, pensarán que es el caos, ahora que Moscú es sede de la fiesta más popular del planeta, la que se vive alrededor de un balón de fútbol.
Una calle con historia. Señalan las cartillas turísticas que en Nikólskaya, hasta finales del siglo XIII, pasaba el camino a Vladimir. Dicen que allí quedó la primera universidad de Moscú, en el siglo XVII, por iniciativa del escritor Simeona Polotskiy. La Academia eslavo-griego-latina, donde estudió el primer científico ruso Mikhail Lomonosov, y el poeta Vasiliy Trediakovsky. También la primera imprenta, donde salieron las primeras páginas de El Apóstol, el primer libro impreso en Rusia, según los folletines que reparten en los hoteles.
Desde el pasado fin de semana, cuando comenzó el arúspice de fanáticos (de locos) que de todo el mundo emprendieron viaje al Mundial, Nikólskaya parece una torre de Babel. Fanáticos de todas las selecciones se congregan, a alentar con cánticos a su respectivo país. Bueno. No todos. El dominio latino es absoluto. Los americanos colonizaron el antiguo paseo de Vladimir, y pareciera ser una estrecha comunidad donde no hay rivales, donde todo es fiesta.


Al entrar en la cabecera de la calle no hay escapatoria. Los primeros en conquistarla fueron los peruanos. Trapos rojiblancos extendidos en algunas fachadas, y canciones dedicadas a su selección, que vuelve a un Mundial tres décadas después. El mundo se había olvidado de ese toque mágico que tienen los futbolistas peruanos. A uno, incluso, lo llamaban el poeta de la zurda (César Cueto, quien jugó en los años 80 en el Atlético Nacional). Pero la famosa indisciplina inca, la noche y el licor les han pasado factura a los talentosos jugadores del Perú.
“Cómo no te voy a quereeeer,
cómo no te voy a quereeeer,
si eres mi Perú bendito,
mi país querido que me vio naceeeeer…”, cantan entre sorbos de vodka, que en ruso significa “agüita”.


Al lado, las fachadas parecen las tribunas de la Bombonera de Buenos Aires, o el Gigante de Arroyito de Rosario. Trapos y frentes, como los de las barras que cuelgan en las tribunas de los estadios suramericanos, sirven para marcar territorio. La pasión con la que llevan cantando los argentinos (dicen ellos que desde hace cinco noches), los ubica en el primer lugar del podio. Cargadas a los chilenos y sobre todo a los brasileños, que a pesar de estar a pocos metros, parecen no juntarse. Se miran con respeto. Pero ni en los momentos en que se mezclan todas las lenguas, como en una extraña torre (o mejor, tribuna) de Babel, gauchos y brasileños se unen. Rivalidad dentro y fuera de la cancha.
“Vinimos todos juntos a Rusia a alentar a Argentinaaaa...
Dejando muchas cosas de lado para verte a voooos...
La banda nunca se olvidará de las Islas Malvinaaaas...
Y ya le demostró al mundo entero lo que es la pasión...
Ganar la Copa del Mundo es lo que imaginooo...
Los jugadores dejando la vida en cada partidoooo...
No importa dónde sea el Mundial, igual te seguimos...
Y todos juntos, vamos a festejaaaar...
La Plaza Roja vamos a copaaaar...
Todos los "brazucas" se pondrán a lloraaaar...
Porque este año la copa se la lleva papáaaa...”.
Es la letra de la canción que amenaza con ser el hit musical del Mundial, como sucedió hace cuatro años en Brasil, cuando los argentinos viralizaron por todo el mundo aquella canción “Brasiiiil, decime qué se siente…”, después de que los alemanes les hubieran metido 7 goles y los dejaron (a los brazucas) fuera de su propio Mundial.

En seguida está México, con sus rancheras, sus sombreros charros, las máscaras de lucha libre, y sus botellas de Tequila. Una de Olmeca blanco fue destapada cuando empezaron a cantar Cielito lindo.
“…Ay, ay, ay, ay, canta y no llores,
porque cantando se alegran
Cielito Lindo, los corazones,
ay, ay, ay, ay, canta y no llores,
porque cantando se alegran
Cielito Lindo, los corazones”.
Se la tomaron a chorros que cuando terminaron ya estaban para destapar otra botella.


Al lado de ellos Brasil, ni en mucho número, dicen que la mayoría ha reservado energías y llegará después de la primera ronda, donde los pentacampeones del mundo creen que empieza el verdadero mundial, y en Rusia son favoritos a llegar a la final y buscar el desquite, como sucedió en Suecia 1958, ocho años después de la tragedia del Maracaná, la que más muertes ha causado en Brasil, de dolor, por la derrota en el primer Mundial que organizaron, a manos de Uruguay.
El amarillo de los brasileños se confunde con el que portan los colombianos, que cada noche son más. En su “sede”, dando la espalda a un Subway, se escuchan menos canciones futboleras, en cambio el Colombia Tierra Querida pone a bailar a todos los rusos que parecen de madera, como los jugadores de futbolín. Se sientan en el piso, piden silencio (cosa imposible) con un largo shhhhhhhhhh. Y de repente se levantan a cantar y a encender la fiesta. De cuando en cuando les da por entonar el himno de Colombia. A tantos miles de kilómetros de distancia, los pelos se ponen de punta.
Pero también estrenaron una canción, con dedicatoria particular.
“Uruguayo, uruguayo…
No te vayas a olvidar
Que con goles de Rodríguez
te sacamos del mundial”.

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Pero hay un cántico que une a todos los americanos. Se juntan, saltan y todos, peruanos, colombianos, argentinos y uruguayos lo entonan.
“Chi, chi, chi
le, le le
Viva Chile que nos mira por TV”.
Bueno, el más amable de los cantos. Porque también suena, promovido por los peruanos (hay que decirlo) aquello del:
"Porropopón, poorropopoón...
porropopón
El que no salte es un chileno maricón"


Aunque los latinos parecen ser los que imponen su ley, los rusos son locales y llevan varios días de celebración, pues el inicio de su Mundial coincidió con las fiestas de proclamación de la independencia. Cantan su himno, y bueno, canciones que ellos sabrán qué dicen.

Pero, concenso generalizado, Irán y Egipto son caso aparte. Los iraníes, numerosísimos, se reparten en toda la calle Nikólskaya, incluso se ubican enfrentados de una fachada a otra. Unos lanzan un estribillo, al frente responden, hasta que termina todos unidos aplaudiendo y levantando los brazos en alto como en un grito de guerra. “Irán”.


A los egipcios no hay quien los pare. En la madrugada de este 14 de junio, día 1 del Mundial de Rusia, fueron los últimos en abandonar la Nikólskaya, cuando la luz del sol empezaba a asomar. En Moscú lo hace pasadas las 3 de la mañana. Todo un madrugón. Como el de esta histórica calle, donde la fiesta del Mundial palpita, desde varias noches antes de que comience a rodar el balón.
